jueves, enero 21, 2010

LAZARO.,...(J. Sabina)

Lázaro, levantate y anda,
ponte el apellido,
vuelve del olvido,
engánchate a la oferta y la demanda
Eh, flaco,
esto es un atraco,
págale a la vida
más de lo que pida,
eh, viejo,
jugate el pellejo.
Aquí te esperan
las ojeras
del mar,
el recibo del gas,
la gorda de la esquina,
y el Clarín y el Prozac
y crecer y subir y bajar
y el otoño, el café, la rutina
y Tom Waits y Edith Piaf...
Y volver a volver a empezar
a volver a empezar, a volver a empezar.
Eh, loco,
contrólate un poco,
mira que las musas
no aceptan excusas,
Eh, pibe
despiértate y vive.
Eh, socio,
que esto es un negocio,
échame una mano,
siéntate al piano,
Eh, Fito,
que te necesito.
Aquí te esperan
las tijeras
del sol
el asfalto, el smog
y el perfume mas caro
y el jazmín y el caviar y el reloj
y el granizo, la ley, los disparos
y el azul y el carbón.
Y el amor después del amor
después del amor, después del amor
Eh, Lázaro, levántate y anda.

martes, enero 19, 2010

Sin adjetivos

Alguna vez unos me llamaron poeta, otros me descartaron por exceso de comas en los versos.

Los menos tomaron vino a la madrugada y en sus recurrencias usaron de cenicero uno que otro de mis poemas alucinados.

Los más pasaron de largo estornudando su carrera en mis palabras.

Ya con la mitad del camino a cuestas me valen madre las etiquetas. Escribo y punto y se que me faltará vida para leer todo lo que quiero leer, me faltará sangre para pulir todo lo que quiero pulir, para aprender todo lo que quiero aprender. No importa algo de mis palabras irá quedando en la gente sencilla.


Oda a la Crítica
(Pablo Neruda)

Yo escribí cinco versos: uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres, las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron
paredes, pisos, sueños,
En una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
Comieron mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera,
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
Entonces, llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
y entre todos se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y
otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a distupar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura.
Porque no fui bastante
popular para ellos
o impregnados de
dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas,
se retiraron todos y entonces,
otra vez, junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres,
de hicieron fuego,
construyeron casas,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron relámpago y anillo.
Y ahora, perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.

miércoles, enero 06, 2010

PASE 163

Ella ha vuelto, es una especie de elipsis de paño con vinagre blanco, una pastillita, un susurro divino, un ya no te espero, un sin embargo haces eco.

En este silencio es una forma de lavar gritos, mordiendo esas saudades exquisitas con sus ojos. Es todo menos: la modorra, la astenia, la apatía, la anedonia, la abulia y otras tantas cosas que me hacen llamarla en reverberantes estornudos. Ella es al final mi antídoto sopocachense.

Ella ha vuelto y ríe con el foco lila en su cuerpo y me muestra su lengua ya sin piercing negro, me besa la panza con ese par de alas tatuadas en su cadera y celebra a mi lado estar a punto de terminar la carrera de medicina.

Infla el pecho orgullosa y me invita a "challar” sus nuevas y asiliconadas tetas en mis labios. Sabe de medicina lo que yo de letras y cuando no cascabelea el coxis en este colchón, cierra todas las puertas de su cuerpo. Cuando no trabaja en el 163 pasa sus días en el hospital psiquiátrico metiendo su inofensivo e inservible dedo meñique en la nariz de los toxicómanos. Penetra sin pagar los tabiques perforados por la cocaína y les reprocha con un guiño en el rostro su absurdo romance con la blanca.

Ella me besa rompiendo códigos amatorios, burlando a su alcahuete me susurra—quiero ser tu mejor fiesta- Sin permiso deja a mi cuerpo despertar en sus caderas, conjura prosa barata con aquel anillo de plata que un napolitano le regaló en miraflores, artilugio que ahora duerme celebrando la nada en su mano izquierda, cual amuleto espanta rosas.

Ella ya no baila en el tubo, por que dice que le paspaba los sueños, y sólo le raspaba el bolsillo. Ganabba poco en el escenario por eso prefirió ser su dueña, ganando 200 por hora. Celebra con sus piernas exactas ahorcando mis tobillos haberse comprado un auto, haberme reencontrado luego de 3 años, estar a punto de ser doctora y sin ningún hijo a cuestas.

Al hablar de paliativos químicos me dice que no gracias, que no quiere ser baile en Tiquipaya ya que le aburre la marihuana. Dice que canta mejor con Jack Daniels y en su fantasía en borbón se convence que ser puta es bueno.

Ella nuevamente ha reído, con el precio justo, con el beso en labios, cosa ya de por sí anti ética y confianzuda para este rubro. Nuevamente arañó en cabalgatas el viejo tambor de grasa que ecológicamente protege mis genitales.

Ella quiere volver a su valle, por que odia el lubricante barato, el foco violeta de marca china. Detesta la textura de las sábanas almidonadas y sobre todo aquel gobelino sintético, con una amazona casando un tigre, mal clavado en el techo que tiene que ver en mitad de las caricias torpes de algún borracho de mandíbula desencajada.

Ella me confiesa que por nada del mundo quiere volver a emborracharse sola en este lugar. Sabe que por más que se resista “El Tio” del boliche cuando duerma le bajará otra vez los calzones y hará de las suyas, esparciendo azufre en su entrepierna. Lo peor no es que a ella no le guste, lo insoportable es que nuevamente lo hará sin pagarle un peso.