lunes, noviembre 27, 2006

Noctambulario


Nocturna la ciudad te invoca
Serena y luminosa se expande
Caldo de mil astros,
hervor de mil sangres
Carne profunda que grita,
Congoja de la noche que mira

Savia de cal y vientos mudos
Escupe en la humedad del intestino
Cantos de hollín, duros y continuos
Bebe de mis manos rotas.

Nocturna,
adormecida en frágil descuento
Estaño que pone verde al tacto
Serenidad oscura, que rompe y corrompe

Ciudad aletargada,
Ciudad de pálida altura
Ciudad acostumbrada
Ciudad hecha espera

viernes, noviembre 24, 2006

Reunión en Bocaisapo


El bloguero urbandino RONDELDIA llega hoy a la ínclita ciudad; la ocasión es oportuna para reunirnos y conocernos de una manera menos virtual.La cita es hoy viernes, a las 22:00, en el Bocaisapo.En la pared, detrás de nuestra mesa, colocaremos un cartel que dirá: “URBANDINOS SIN TECLADO”, para que sea fácil ubicarnos.Vengan todos los que quieran y puedan.Basta de imaginarnos con caras supervegea; no tengamos vergüenza por ser más lindos que los demás y presentémonos en el Boca esta noche.PD: Los demás blogueros residentes en LA PAZ, por favor copien este post y publíquenlo en sus blogs para que la reunión se difunda.

El boliche para quienes no lo conocen es el de la foto, puerta de la derecha debajo del foco, detrás de la cruz verde en la Jáen.

Felipe On Line

Estimados, empiezo hoy la idea de crear una edición virtual del Felipe Delgado, la misma busca ser un proyecto colectivo fruto de todos los colaboradores que quieran sumarse a esta bizarra idea de rescatar una gran novela paceña por este medio democrático y gratuito.

Lo único que necesitan es tener una edición del Felipe y empezar a typear. Calculé que para terminar en un año se necesitaría transcribir algo así de 2 páginas por día. Con sólo diez transcriptores, a cada uno le tocaría como un parrafo diario, cosa que en la práctica llevaría sólo 10 minutos con más gente.
Alguién se preguntará, ¿porqué no El Loco de Borda?, ¿porqué no La Biblia?, ¿porqué no Cuentos Completos de Poe?. Simplemente puedo responder que es el Felipe, por que es nomás el Felipe el que siento que debe ser transcrito en este momento.

Un abrazo a la espera de sus colaboraciones en mi email cronopiotellant@yahoo.com.ar les dejo el Link:

http://el-felipe-delgado.blogspot.com/

martes, noviembre 21, 2006

tac, tac, tac,



Hoy presionan tus yemas la fila de cubitos alienados, con suaves masajes, esos que esperan nacer en palabras y antes eran tatuajes sin retorno cayendo por mi piel. Tus dedos no saben de escribir contratos o pagarés, menos memoriales o informes, son unos palitos saltarines que dibujan alegría, bailotean con el Jazz y dan un juego perfecto de percusión al blues que eleva por el techo en cada soplido.

Antes había que tener puntería, golpear la vieja Rémington y patear con fuerza esa telita teñida de tinta, a veces negra a veces bi color como pañoleta de guerrillera del ELN, para que tus gritos se graben en la espalda. Hoy la sandinista está muerta, como la ruidosa maquina del amigo de barba y Gitane negro, esa que lo acompañaba en sus vueltas al día en tantos mundos.

Tus uñas bien pintadas hoy regalan perfume a esos cuadraditos de plástico ocho horas diarias, a los cubitos muy rígidos, muy snob que producen algo digital, en una piel virtual. No sabes de cartas de despido y de memorandums con carbónico, aunque de mes en mes te gusta bailar en las teclas y jugar a la Remington, es ahí cuando me preparo y respiro la nicotina en tus uñas y la cerveza tibia en tus labios. Tú, sólo miras por la ventana, las gotas panzonas de lluvia reventando el Choqueyapu, pretendiendo que es Paris en esa nostalgia tan bleu que pinta tus palabras.

Juegas, no con el golpe seco que le gustaba al Chinasky, o el Borbon tiñendo el papel grueso. Te gusta sentir este tímido tartamudeo que producen tus articulaciones de seda, te gusta por que sabes que mis poros buscan el dolor detrás de cada anuncio. Saltas, golpeteas y te ríes de sus uñas onicofagicas y chatas que responden un cursi yo también del otro lado.

Te confieso, aún prefiero; por ese andar melancólico que me caracteriza, los redonditos fríos que activan martillos tipográficos, tatuando a fuerza en blanco y negro. El volar, con estampilla en la derecha y agua de Jazmín tapando una lagrima en la cuarta f de la fila 6. Extraño: la resolana por la ventana hueca de Sopocachi, tu bambolear pausado de la alfombra al cuarto, tu vientito en mi espalda, cuando corres de la chimenea a la mesa, que desvistas mi piel y teñirme del humo que rebota en lámpara, mientras un seco tac tac, tac, me patea y escribe un te odio en mi espalda blanca.

domingo, noviembre 19, 2006

Los años pasan el sabor no...

Quieto, con las manos firmes en la mesa, sus ojos contando las manchas en la pared, se levanta, da tres vueltas a la silla y se sienta. Oruga de espalda recta, cae encorvado entre papeles amarillos, tiembla, grita y escupe nuevamente esa tinta roja. Mañana le toca recoger su análisis,piensa mientras el vino amarillo escurre por el pantalón.

Se acomoda agazapado en el asiento derecho, la gorra Mike esconde los ojos de viscacha, los cachetes cobre y esa boca tan gastada. Te mira y solo ríe, tiene overol plomo y dice que no está cansado, recibe un grito y una coca cola de a luca, se la toma y escoge la gata correcta, tiene que sacar dos llantas y el sol le quema la espuma que nada en las venas.

Se mece con el viento, perforando la espalda en aquel arbol, se abre paso entre niños y mujeres apresuradas por ir a misa. La polera ploma con numero 35 tiene tres manchas de mani y anticucho. Mira al cielo, estornuda y esquiva el carterazo de aquella de perfume dulzón. Su amigo se va, el taxista se acerca, jala su oreja izquierda y la lata rueda por el piso.

jueves, noviembre 16, 2006

Vaya a saber por qué

Vaya saber por que, me acordé hoy del Cronopio mayor y también de aquella con bailes de Fama en la lluvia. La vì en aquellas noches humedas, con sus pies fríos en mis empanadas calientes, con sus labios tomando té de manzana.

Me acordé de aquella Rayuela compañera de encierros, de besos, entierros y soledades. Vaya a saber por qué pensé en Julio en sus palabras que son las células que flotan en mi tinta, la inevitable savia que regó mis versos y me entregó su inconfundible forma de mirar la realidad, de jugar con el humor, el box, el jazz, el amor y la ironía. Vaya a saber por que, hoy me dió ganas de reencontrarme con La Maga.

....La Maga se peinaba, se despeinaba, se volvía a peinar. Pensaba en Rocamadour, cantaba algo de Hugo Wolf (mal), me besaba, me preguntaba por el peinado, se ponía a dibujar en un papelito amarillo, y todo eso era ella indisolublemente mientras yo ahí, en una cama deliberadamente sucia, bebiendo una cerveza deliberadamente tibia, era siempre yo y mi vida, yo con mi vida frente a la vida de los otros. Pero lo mismo estaba bastante orgulloso de ser un vago consciente y por debajo de lunas y lunas, de incontables peripecias donde la Maga y Ronald y Rocamadour, y el Club y las calles y mis enfermedades morales y otras piorreas, y Berthe Trépat y el hambre a veces y el viejo Trouille que me sacaba de apuros, por debajo de noches vomitadas de música y tabaco y vilezas menudas y trueques de todo género, bien por debajo o por encima de todo eso no había querido fingir como los bohemios al uso que ese caos de bolsillo era un orden superior del espíritu o cualquier otra etiqueta igualmente podrida, y tampoco había querido aceptar que bastaba un mínimo de decencia (¡decencia joven!) para salir de tanto algodón manchado. Y así me había encontrado con la Maga, que era mi testigo y mi espía sin saberlo, y la irritación de estar pensando en todo eso y sabiendo que como siempre me costaba mucho menos pensar que ser, que en mi caso el ergo de la frasecita no era tan ergo ni cosa parecida, con lo cual así íbamos por la orilla izquierda, la Maga sin saber que era mi espía y mi testigo, admirando enormemente mis conocimientos diversos y mi dominio de la literatura y hasta del jazz cool, misterios enormísimos para ella. Y por todas esas cosas yo me sentía antagónicamente cerca de la Maga, nos queríamos en una dialéctica del imán y limadura, de ataque y defensa, de pelota y pared. Supongo que la Maga se hacía ilusiones sobre mí, debía creer que estaba curado de prejuicios o que me estaba pasando a los suyos, siempre más livianos y poéticos.... (Rayuela Capitulo II, extracto)

miércoles, noviembre 15, 2006

Ganas


Qué ganas de ser mosca, de hacer círculos en tu espalda, de jugar a la ventosa en tu última vertebra y beber las gotas sedientas que se deslizan por tu ombligo.
Ganas de ser culebra, enredarme por tus piernas y dormir recostado en ese rincón tibio que él torpemente muerde.
Ganas de ser boca, morder el descontrol de tus huesos, romper con mi lengua el nudo y entonces con palabras mirarte, tocarte, darte.

miércoles, noviembre 08, 2006

Venas Negras

Un ensayo compartido, un tejido de tus palabras y las mías, un poema a dos manos un cadaver exquisito, tu miel y mi hiel:
Venas negras, manto sepia,
ojos que en viaje negro muerden la espera.

El tiempo, cruz
tu cuerpo, ausencia,
una voz apenas
en medio del pecho.

El eco rojo de tus yemas,
huesos de arpa tallando venas.
Tu canto que duerme,
el hilo tibio de versos en lengua,
jugando con las sábanas,
jugando en esta ausencia.

En medio de la madrugada,
despiertas, con sed de un muerto.
Se congelan las lágrimas y continúas
tu danza, ritual de espera.

La noche no acaba,
vuela en espiral por este encierro
y te nombro:
Seco,
rojo,
húmedo..

martes, noviembre 07, 2006

Crónicas de a Pie (Por la Carretera II)

El retorno, con sus ojitos tibios mirando sin razones, con ese su abrazo mudo y silencioso que dice tanto, que grita un te quiero, un te extraño, con ese juego de “¿digamos que eras el rey y yo la princesa y me das un beso y despierto?”, no necesito mayor amuleto para soportar la partida que su risa.

Empieza el viaje, el calor en el aire, la humedad en los poros y en el pecho, en la mochila su beso tibio y su silencio. El retorno que tiene el sabor a vacío y también a nuevas esperanzas es ahora inminente. Irse con la realidad en la espalda, esa que el egoísmo construyó y que es parte de su pequeña vida, irse con la lluvia en los ojos, presagiando estas gotas que me derriten entero, mientras hoy bajo el viejo cerro, solo sin su manita aferrándose a la mía, como su todo, como su héroe, su payaso, su vida.

El regreso empieza en la boletería del bus, el azar del destino me hace cambiar de línea “El Dorado” se embarrancó anteayer justo a las 5:30 AM en la misma ruta, hora en que uno confía su sueño en un conductor suicida. Mi asiento de siempre el 35, última fila lado derecho, quedó hecho añicos,. El vende pasajes me mira y no saluda, le repito que quiero un pasaje y recibo el grito de” ¡ejpere puej”! , respiro, hondo mientras su piercing de lata me encandila desde su oreja de Chiman. Al final el no tiene la culpa, te atiende como sabe, como le enseñaron sus días en el campo, en la sobre vivencia del oriente, donde el que es más fuerte se impone. El pasaje vale treinta pesos más, el precio de la seguridad será, pienso. Fiel a la cabala, escojo último asiento fila derecha, las probabilidades de morir son cincuenta, cincuenta, te sientes donde te sientes y como decía el abuelo, “nadie se muere en la víspera”.

Confiado con el ticket en la mano, salgo a este sauna poblado de gente y me quedo mirando un campamento gitano, y me llama la atención la disposición de las carpas en dos triángulos. Los niños corriendo sin ropa, y la mirada de ella, de tatuaje en el hombro, cabellos castaños, piel canela, me mira con fuerza con esas cejas tupidas, como diría Sabina con los ojos color verde marihuana. Antes de ceder a sus encantos y a enfrentarme al puñal de un gitano que me grita algo que no entiendo, prefiero no dar lugar al embrujo e irme.

La partida es inminente lo sabías al subir a ese taxi destartalado, al conversar con el moreno bien “enay puej” como diría el papirri. Hablamos quien sabe por que, tal vez por el eco de todos santos en el aire, de la muerte, de los accidentes, de quienes se fueron antes, del bus que se embarranco tres días antes, de su colega que murió cuando un micrero borracho estampilló su taxi, de cogoteros y taxistas violadores, de viudas llenas de deudas y de la muerte, otra vez presente en el trayecto.

Más tarde la humedad aún perforando mis ojos y la espera, silenciosa, antes de abordar. Es ahí donde lo veo, en silla de ruedas con camiseta del Bolivar, subiendo al Bus ayudado por la familia, mientras una cámara bizarramente va filmando la escena y otra le saca fotos, tal vez para el recuerdo. El en silencio tímido se deja torcer las piernas de un lado a otro para entrar, no siente nada pensarán así que no hay lío.

La gorda de blanco me pide el pasaje y me pide que suba, detrás de mí dos gringos, una chica de cabellos negros y ombligo bailarín y dos niños, abrigados como oso en una Santa Cruz con 33 grados. Dentro el bus, fiel a la cabala, me ubicó en el último asiento del lado derecho y preparo mi espacio, los discos listos, pronto compro una I Pod, mi novela Piercing de la Viviana Lysij que por cierto la recomiendo, el agua, las galletas Frac, la frazada robada del LAB y me recuesto a pensar y disfrutar la noche. De pronto llega una familia de tres reclamando entre gritos que estoy en el asiento de su hija. Yo completamente convencido, argumento que ese es mi lugar que pedí al boletero el último asiento, ella muestra su ticket y yo el mío, cuando me sorprendo que el asiento 26 no existe, que tengo un ticket sin asiento, que por tanto soy un fantasma en este bus. Cosa sería ante la probabilidad de un accidente, no estaré en la planilla del bus y peor aún no tengo donde sentarme.

Entra en escena nuevamente la gorda de blanco y me indica que el boletero usó otra planilla y se equivocó y que este bus no cuenta con el asiento 26 y que me vaya adelante a uno vacío, inútil hablarle de la magia, de la cabala y del por que mi neurosis hace que tenga que estar en el último asiento de la fila derecha para viajar en paz. Entonces negocio con el padre de la niña, el ceder mi asiento a su hija e irme al suyo, todo para que la familia conejin viaje junta. En fin, no me quedaba otra, haciendo un juego de probabilidades sobre los accidente, decido no más con un sabio “clarito será si me parte la cresta la flota El dorado”, aceptar el asiento 22, penultima fila lado izquierdo y acabo en frente a la tele que me pasa una copia pirata con un volumen insoportable de Bad Boy II.

Cuando empiezo a dormir y logro aislar con el volumen de una canción de Atajo los gritos del Will Smith, llegan el ayudante y el chofer a decirme que no estoy en mi asiento y le dice lo mismo a la señora de atrás, de la niña a la que le cedí amablemente mi último asiento. Entonces exploto y lanzo mi discurso sobre el servicio al cliente, a lo cual el chofer me mira confundido y me dice que no es su culpa, es culpa del boletero que el tiene que responder por ese asiento; a punto de plantarle un zapatazo, interviene la señora de atrás indicando al tipo que me dio su asiento.

Trato de explicarle que la responsabilidad es de la empresa y tanto el boletero como él representan a la empresa, dice que no entiendo y sigue sosteniendo que no es su culpa. Al final se rinden y me quedo en el asiento 22 del lado izquierdo, mordiéndome la bronca y con el sueño cortado, escuchando los balazos del Will Smith. En todo caso, tengo la ventana de escape a mi lado y ante un accidente no saldré disparado por el vidrio de adelante

Duermo con ese estado de semi vigilia, esperando la madrugada en que la FELCN entra al bus a pedir carnet y revisar, me sorprendo que esta vez el bus siguió recto el control y despierto vivo y enterito, luego de varios barquinazos y frenadas, camino a Caracollo. ¿Será que el control de la FELCN es para que la gente no meta drogas al trópico y no importa que saques y lleves a La Paz?. En todo caso, una cosa es cierta para mí es un blef. Si a la ida pude salir del bus con mi mochila al hombro, a fumar un pucho en Bulo Bulo, mientras perros y agentes camuflados registraban el bus y a la vuelta ni me registraron, la de kilos que podría haber llevado en la mochila verde che.

Más tarde, el hambre se confunde con un dolor de estomago colectivo y por tanto en un silencioso aroma que va creciendo del piso al techo del bus y uno sólo suplica llegar a Caracollo, de una vez al tan ansiado desayuno de cafecito con pan y queso.

8:30 llegamos a la parada y lo primero es lo primero, obedecer al cuerpo. Pago mis 50 centavos para el baño y luego de entrar decido no más recurrir al autocontrol y recordar mis tiempos de Budismo Zen, hasta La Paz. El sagrado trono no tiene asiento y muestra una imagen dantesca, donde el baño de la escena de Trainspotting es un poroto a su lado y no pienso bucear en busca de nada en ese inodoro.

Me quedo leyendo los mensajes de pared y le doy la razón a ese que puso, ¡cabrones cobrar el baño es un robo, ladrones!. Vuelvo a la filosofada del servicio al cliente, concepto imposible de entender en un pueblito del Altiplano, donde la suciedad es aparentemente normal y encontrar un baño limpio es un milagro.

Espero el bus, viendo como sus llantas sudan pis. De pronto lo veo en mitad de la carretera, acompañado de un perro café de costilla de cuerda de charango, pantalón de bayeta a rayas, saco gris, probablemente de algún ex empleado de banco, orbitas blancas de cachina y la bolsita de mercado a rayas, en una mano y el bastón en la otra. Se balancea al ruido de los buses que paran, de los autos que pasan esperando recibir una migaja. Es un Achachí rescatando pan duro para seguir en pie, para sobrevivir en este seco camino.

Detrás de él veo a un gringo con piercing en la nariz, con lóbulos agrandados por aros redondos, dándole besos a una cunumisita de metro y medio. Cerca de ellos, una mujer con pinta de holandesa, con lentes de intelectual y pantalón hippie, abraza a su peruano más chato que ella, mientras habla de sus planes de vida con un cruceño que no entiende por que no se va a la casa de ella y listo, por que tiene que comprar una si ya tienen, por último por que no le manguea el cuarto a la gringa nomás.

Vuelvo al bus y suben dos niños de ocho años, cantan con el corazón desafinado un huayno sobre una cholita conquistadora que juega con su pollera al viento, coqueta en Achacachi, entre risas mueve las trenzas. El entusiasmo de ambos niños no es el mismo, el primero espera en silencio cantar rápidamente su estrofa y pasar la gorra, el otro aún pone el entusiasmo y el discurso de “podríamos estar robando, pero estamos acá ganándonos unas monedas honestamente” y demás argumentos comerciales. La gente los ignora, son parte del paisaje, reciben poca atención, algunas monedas y se bajan al vuelo en otra parada y caminan de vuelta al punto de partida y así flota tras flota..

Llegó, La Paz, me recibe con su ruido, con El Prado en caos de medio día y luego el inminente silencio, las paredes huecas de la casa, el vacío de este sitio, las imágenes de este auto exilio y ordeno una a una las cosas del viaje, pongo en fila las memorias buenas para beberlas de a poquito, para calmar las ansias y lograr algo de paz antes de dormir, tienen que durar treinta días, hasta que sea hora de volver nuevamente a la carretera.

Sobre el concepto de lo urbano en La Paz

Un ensayito, para quien no le dé flojera leerlo

La ciudad tan desnuda
en el fondo de su propia imagen,
la ciudad reducida a mostrar sus huesos
(Guillermo Bedregal G.)

Vivo en una ciudad de montañas y vientos de espada que va labrando la forma y el color de tus poros desde tu nacimiento. Me acoge esta “muela careada” a la que visitantes del sur le cantaron con ritmos del Missipi, permanezco en La Paz donde el blues tiene nombre de marchas y bocinazos.

Desde esta altura donde mis luces serpentean como estrellas de pirita, escribo a la madrugada paceña, despejando esto del imaginario urbano. La ciudad como producto nace geográficamente y se construye en hechos simbólicos, en sus representaciones por y en aquellos que deciden aprehender sus recovecos y beberla, aunque no siempre su vino sea agradable al tacto.

Escribo este ensayo que inevitablemente no puede dejar de ser prosa y me pregunto por el ritmo que les daré a mis palabras. Me responde entonces la forma de sus caprichosas laderas de ladrillo, los versos que la seducen y los cantos que músicos le ofrendan.

La ciudad como imaginario urbano, desde las ciencias sociales, podría entenderse bajo la noción de representación social, tomando como referencia la definición planteada por Moscovici (1981). Desde esa noción implica no sólo productos mentales sino que construcciones simbólicas que se crean y recrean en el curso de las interacciones sociales. El propio Moscovici (1981) las define como un "conjunto de conceptos, declaraciones y explicaciones originadas en la vida cotidiana, en el curso de las comunicaciones interindividuales.

En esa medida cabría decir que el Imaginario Urbano, como representación social,es fruto de una construcción simbólica tanto individual como colectiva que se expresa en las interacciones sociales y lo más importante que se expresa de manera dinámica.

Este marco me permitirá hablar de la noción de lo urbano como una construcción, una representación, aunque se que luego de lo teórico de una u otra forma acabaré volviendo a narrar lo que siento en las calles, es que es inevitable que la palabra no caiga del pedestal teórico para rodar por sus laderas.

Al respecto, recojo la frase de un amigo músico quien con humildad reconocía la arrogancia de sus últimos años, al dar la espalda a la ciudad. Es que tarde o temprano uno vuelve el rostro al Illimani y acaba regresando, luego de periplos por puertos lejanos, por ritmos anglos, acaba volviendo y mirando con humildad el sol desde la Ceja, es cuando nuevamente escucha los delirios de Borda y los Relojes de Sáenz.

Llega un punto, en este proceso de construcción de la noción de ciudad, que uno hace un corte y sus pies, sin saber como, echan raíces en su pasto seco. Es ahí tal vez ,como dice la canción que uno decide mirar los rieles del tranvía “…pasan debajo tus pies ríos contando secretos el pavimento no ve las rieles del tranvía…” (Villegas y Portillo, Canción Nace la Ciudad, 2006) y uno decide ir a buscar adoquines, escuchar las historias del puente en San Francisco, antes del 52, subir al tranvía en el botánico y “… beber su largo y blanco letargo, en la roca que mueve sus ríos, en tus cantos de ninfas de subsuelo …”(Evocaciones, Poema XII, Paul Telleria).

El Imaginario urbano de la ciudad, en la medida de lo anteriormente dicho, hace realidad en el cuerpo de quien lo narra, cuando uno decide dejar de ser observador y empieza a teñir sus poros en sus calles. La cantidad de tinta que hay que recoger del asfalto roto, es probablemente tema de otro debate.

No es mi posición hacer juicios de valor sobre la obra de tal o cual, o sobre como se debe retratar la ciudad y si es mejor morir en la calle como el Viscarra o escribir sobre la marginalidad de la ciudad pero siempre a distancia, sin revolcarse en ella, como el Saénz (Arancibia, Paulina. La Nación Chile. 2006). Esta es solamente una aproximación, a ratos prosada, a ratos teórica a esto del imaginario urbano y sus representaciones, la conclusión más merecida a estas palabras deberá ser colectiva.

Volviendo al tema, me había propuesto hablar de lo urbano, de eso que como dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua “…es todo aquello perteneciente o referido a la ciudad…” En esa medida podríamos decir que urbano es lo produce una ciudad, desde desechos sólidos, burdas imitaciones, edificios anti estéticos, música y palabras.

La ciudad, en cuanto a su propia subjetividad, aquella que nace y habla en lo que produce, puede entenderse como una mancha urbana de historias, una hilera de luces que van naciendo al amanecer, cada una con una lectura de su complejidad. Fruto de su experiencia y su historia social e individual, cada luz, como las que veo morir al amanecer ,parpadea como una expresión propia y subjetiva de la ciudad.

Resultaría reduccionista aproximarse a lo urbano como lo concreto, habrá que mirar más allá de la geografía concreta de tierra y montaña y pensar en lo que evoca y permite, en lo que en última instancia construye en un papel, en un pentagrama.

Sin embargo no es mi objetivo perderme en alguna bifurcación del jardín, parafraseando a Borges, sino más bien tratar de plasmar algo de lo urbano de la construcción cultural a la ciudad “real” como un todo “incapturable en su esencia” y del cual solo recibimos y devolvemos un reflejo.

Es esto, en última instancia, lo que constituye el imaginario urbano, el reflejo que va mutando en destellos de tiempo en tiempo, de momento en momento, la luz de quienes pasaron, de quienes hoy de paso estamos en sus calles. El reflejo es, en síntesis, un acorde, un grito, un garabato, la forma en que el corazón paceño devuelve a esta ciudad parte de su imagen y su viento lento.

Al hablar de lo imaginario, me remitiré, para no cometer el descuido de darles muchas flores a algunos y olvido a otros, a concentrarme en las palabras y la música como expresiones y representaciones de lo urbano.

Desde la perspectiva de cronista de mi ciudad, hace un tiempo trato de recoger lo que voy percibiendo en sus construcciones culturales como hecho urbano y sé sin duda que mi caminar morirá antes que sus calles, pero sé también que mientras las circule, su sangre latirá con más fuerza en mis venas…”piedra tras piedra caminare y secretamente llegaré al suelo que me ha visto crecer y en el que un día moriré”… (Villegas, Portillo, Canción Venas del Pasado, 2006) y trataré de recoger algunas formas de expresión cultural en música y literatura que retratan la ciudad.

Es importante entender que toda construcción se elabora a partir de la historia personal y colectiva de un actor social. La individual y lo social hacen entonces a la Inter subjetividad de quien mora, habita y respira en la ciudad. La construcción de lo urbano en expresiones como la música y la literatura, debe entenderse siempre desde el contexto histórico que funda la noción de ciudad, en quien decide “aprehenderla”, caminarla y tocarla.

A un primer nivel, a riesgo de lo que pueda provocar el uso de esta expresión “lo marginal” en la literatura me remitiré, no con el sentido peyorativo, sino más bien desde la metáfora a aproximarme a aquellos que escriben desde los márgenes, los bordes de este caótico conglomerado de edificios, ya sea por que deciden un autoexilio o no son parte de esa noción reduccionista y mal entendida de ciudad.

Más allá de la literatura purgante, esa para leer en el baño, que pulula en los suplementos dominicales, fuera de las burdas postales de suburbio gringo de tercera que puedes encontrar en algunos barrios o de los ritmos puertorriqueños en rapaz violación con quenas y zampoñas, bailados en discotecas, me remitiré a otras expresiones.

En esa búsqueda, mi primera parada será en Los Nadies, un colectivo de poetas jóvenes alteños, los nietos del patio trasero de los círculos Krupp, bien se podría decir. Ellos con puño de betún y lápiz de punta chueca , retratan en poesía descarnada su visión de ciudad desde El Alto, en Aykus como los de Rodni Montoya que te dicen con minimalista contundencia:

Flor de cementerio
duerme para siempre,
yo que te perdí, no lo haré
esperando.

O en la denuncia fruto de antiguas violencias que grita en el poema de Alem Quisbert

Paso mi niñez, pensando en venganza
Venganza de tanta muerte de mi clase
e imagine ser terrorista
paso mi adolescencia
pensando en venganza
e imagine ser guerrillero

Este recorrido por lo urbano, sin afán de ser un homenaje póstumo, debe necesariamente remitirse al “príncipe valiente de putas y maracos”, como se llamaba a sí mismo, Víctor Hugo Viscarra, quien con un lenguaje sabor a ají con pis, te estrella en la cara el tufo de sus palabras, Lo real en sus personajes hoy por hoy, así borrachos te hace recuerdo a lo que no quieres ver. A él se aproximan, los que buscan engolosinar su morbo en historia marginales, los amigos de la calle que son capaces de decirle al oído que no ha mentido y también los literatos de tijeras corta prosa.

El Viscarra ha muerto en la víspera, ha retratado en su lenguaje su noche y nos ha enseñado que para construir la imagen de la ciudad hay que vivirla al decirnos: “…no se puede separar la literatura de la propia vivencia, si no se reconocen los avatares y viscitudes que ha vivido y bebido…”…”la noche de La Paz es un laberinto que al no tener principio tampoco tiene fin y uno puede perderse para siempre”…(Víctor Hugo Viscarra, Borracho Estaba Pero me Acuerdo, 2003).

Al respecto más allá de su muerte ahora suena el eco del homenaje musical en “una moneda bailaba en su olla en su afán, mientras su tarka gritaba con furia haya en octubre, borracho estaba y me recuerdo, alcoholatum y otros drink” (Maldonado P., Borracho Estaba, 2005)

La oportunidad para remitirse a otros como Humberto Quino y Jorge Campero, Chapaco autoexiliado en La Paz el segundo, permite llegar a quienes son capaces de recoger y devolver la imagen de la ciudad jugando a poetas malditos. Uno encerrado en la biblioteca con la bufanda y los bifocales, maldiciendo a cuanto nuevo Guillermito o Jaimito pulula por ahí. El otro, vate de odas a los jeans descoloridos de paceñas, iluminando su vista con aire de Sandro trasnochado. De este segundo me permito escoger más por azar los siguientes versos:

Estoy escondido detrás de unos lentes de vidrios oscuros,
Los miro pasar, repasar, comerse mi pan, bostezar, aburrirse
Decir mentiras
Los miro crecer, descrecer, cortarse las uñas, oxigenarse el cabello

(Jorge Campero, Citado en Fosa Común, Antología Literaria Boliviana, Humberto Quino, 2000)

En esta ciudad que necesita que le hagan el amor, sus tribus diversas de trasheros, punks, villeros, hip hops, roqueros, han construido formas distintas de cantar su grito a las paredes y las calles de esta gran muela.

En la música, la ciudad nos regala formas de representar lo urbano que van desde aquellas que se apropian del “lunfardo” marginal argentino o más bien el “coba” de las villas. Donde la mezcla de ritmos como la murga y la cumbia colombiana seducen a huaynos y producen expresiones que cantan a esta ciudad, retratando y pintando una ciudad de cuentos del tío, de robos avezados y bailantas.

Muy lejos al otro lado del puente Topáter, La Paz ha adoptado con personalidad y esencia propia. El Hip Hop, el cual ha mutado desde el Bronx y se ha pintado de colores vivos y whipalas. La rima negra aprendió a cantar en Aymara.

Más abajito aparece la mancha sopocacheña que se cree el centro de lo urbano y lo bohemio y culto. De mes en mes, por esos lados, aparecen aquellos grupos mal llamados de Rock Urbano, redunda ese apellido en su esencia. Por esos barrios resuena la música de Atajo, cuya fusión con aires de flamenco, gaitas escocesas (aunque no se crea), cumbia, vallenato, kullawa, reaggue y morenada, ha logrado aglutinar en sus conciertos a cholitas, japoneses, izquierdistas, europeos y chicos del sur. Han logrado aglutinar en un boliche la mixtura de esta ciudad, la simbiosis poco sinérgica de clases, al menos de la media para arriba.
Otras expresiones, que representan una mezcla urbana peculiar, son aquellas folclóricas de la calle Illampu, donde la diferencia no se marca por el costo de la entrada, sino por la forma en que se vivencia los rituales y códigos urbanos. El acullico como hecho exótico en chicos del Sur y franceses, se mezcla con las escalas penta tónicas de Sicuris que van jugando al show para gringos.

Probablemente se puede dar la lectura de que el hecho de la palabra esa que significa la ciudad, en poesía, en graffiti, en rima de rap, aparentemente desplaza el significado del hecho urbano a las experiencias. Trasciende los márgenes de la mesa donde se escriben, las plazas donde se gritan y vuelve luego disfrazada y validada en otro lado, en aquel donde Punto Blanco hace moda la chompa del presidente, donde las trenzas son cool en San Miguel.

La ciudad sintetiza lo urbano como apellido, no como un todo, es así que uno podrá escuchar las expresiones rock urbano, arte urbano, teatro urbano. El rotulo como medalla para diferenciarse, como la muestra aparentemente minoritaria de una clase seudo intelectual, cuando va más allá de eso.

Lo urbano, vuelvo a insistir, debe leerse como aquello que late individual y colectivamente en los que habitan esta ciudad, cual hecho intangible y permite generar en todo caso formas de significación diversas, expresiones culturales dinámicas, que mutan y que por lo mismo no están ajenas tampoco a la influencia de otros imaginarios del globo.

Lo urbano entonces, va creando una identidad plural, habrá que escuchar sino la denuncia en rock duro en Aymara, impensable hace 20 años en eventos como el recién llevado a cabo Ayni Rock. Ahí se mueve sin duda otra noción de ciudad que muestra que la construcción social se transforma en menos de 30 kilómetros cuadrados y adopta aires propios, capaces de hacer temblar a la ciudad y gritar con poesía de pared y rap.

Luego de esta reflexión, de este paseo más de crónica que de análisis teórico, vuelvo entonces a preguntarme, ¿cuál la significación entonces de la palabra urbana, a la vez tan grande y tan corta para la metrópoli de alasita que me acoge?

Parecería ser que el imaginario urbano es esto que nos funda y otorga una identidad inconsistente, incongruente pero claramente paceña. Para apropiarse de ella habrá como diría Sáenz “no solo escribir poemas , uno en última instancia debe escribir de lo que conoce y lo que ha vivido” (Extracto de Entrevista a Jaime Saénz, CD La Bodega, Fundación Patiño, 2005)

¿Será acaso necesario dormir con quiltros en el barro y en una chingana para conocer lo real de la ciudad? O acaso ¿habrá que emular al Felipe Delgado, construyendo falsos trajes de aparapita para ser paceño, para conocer lo que yace en el otro lado de la noche?. Tal vez la respuesta debe estar sin duda en otro lado, tal vez habrá que releer a Tamayo para llegar a ella.

Considero en todo caso absurdo, plantear la pertenencia a esta mancha urbana en un continuo entre lo burgués y lo totalmente marginal, la ciudad “se está” y uno la toma y la bebe, o simplemente la ignora. El imaginario, pasa por la subjetividad de cada habitante que decide ser permeable a determinadas experiencias, como un proceso propio de construir la creencia y la significación del hecho urbano.

Cada quien podrá sumergirse en carne y pluma en la ciudad, ya que su llamado estará siempre presente, cada quien decidirá cuanto escuchar la furia del viento de la cordillera en su rostro y si algo le deja.

Mañana me iré y será inevitable, en estas blancas calles de Sucre, no recurrir a esos versos de la Matilde “desde lejos yo regreso ya te tengo en mi mirada ya contemplo en tu infinito tus montaña recordadas” para retratar el regreso a mi ciudad, a bañar mi rostro en el blanco del Illimaní, de aquel centinela urbano, que parafraseando al poeta se está.

El Illimani sintetiza en su permanencia la ciudad, porque es roca y es su inmensidad geográfica a la vez inmortal y por tanto, su certeza real. Es su existencia más allá del significante que queramos otorgarle a la ciudad, porque en última instancia nosotros vivimos en el imaginario de esta ciudad y él nos acoge como huéspedes de distintos tiempos y momentos, ésta acaso será la única certeza, él permanecerá luego de que nuestro último respiro seco muera.

Serán las lágrimas de río que reptan,
el largo camino de piedra que te acoja,
el que penetre tus talones desde el frío
Serán los adoquines en mordaza,
los que broten en tu caminar frío
serán el fluir y la furia que taladren tu columna
(Paul Tellería Evocaciones, poema XII, extracto)

Referencias:

· Bedregal, Guillermo (2002) , Ciudad desde la Altura, Editorial Plural
· Moscovici Sergei (1982) Representaciones Sociales Edit.: Fondo Cultura económica
· Quino Humberto (2000) , Fosa Común, 2000
· Sáenz Jaime (1980) Felipe Delgado, Editorial Visor
· La Bodega, Fundación Patiño, 2005, Entrevista Jaíme Sáenz
· Revista electrónica Palabras Más (www.palabrasmas.org, Volumen 5)
· Archivo Revista Palabras Más.
· Paulina Arancibia, La Nación de Chile, 2006
· Atajo (2005) Disco Sobre y Encima
· Casazola Matilde, Cueca el regreso
· Llegas (2006) Disco Hidrometeoros

miércoles, noviembre 01, 2006

Crónicas de A Pie (Por la carretera I)

Hay un cierto escozor en los pies en el correteo previo, este ritual en la terminal de buses trae consigo expectativa, ansiedad, paranoia y aromas raros. LLego, el taxista me dice va a alcanzar, esquivando dos inglesas de pantalon de aguayo y nariz en escarcha, por el sol paceño, el cristal blanco en las fosas, quien sabe.
En la ventanilla, pido el pasaje, con torpeza me mira y me muestra un tablero con asientos ocupados. Aquella mujer de nariz también roja, entre soplidos de resfrío me dice que no insista. La resignación me lleva al bus de siempre, ese que pasa Rambo y Capulina a las once de la noche y matiza la soledad de viaje con exitos de José José. Me mira la cara un gordito come empanada y pone el precio, en función a las reglas del mercado y a mi ansiedad, 120 me dice y muerde el queso que chorrea.
Camino por el lugar, amplio pasillo lleno de bancas de madera, en fila la gente viendo jugar al Real Madrid, en diferido en la tele local. Decido hacer tiempo, tengo dos horas antes de abordar el bus, 18 antes de llegar a destino. Todo está en la preparación psicológica le decía a la amiga de la oficina antes de salir, todo está en el viaje.
Asumir la carretera como una forma de mirarse de fuera sentado en la fila 35 lado derecho, delante del baño, es una cabala. Entender el silencio entre una novela leida a tropezones en el asfalto mordido y de rato en rato escribir unas líneas al tiempo, así debe ser la purga.
Puse a Fito en el Discman con eso de Rollinga o Miranda Girl y me acordé de aquella cambita, a la que le gritabamos collinga como un título honorario que le daba el Illimani, la que vino a La Paz con la plata del viejo motoquero que murió de infarto. Ella decidió vivir sus veinte años en un cuarto en la Plaza Avaroa y jugar a ser modelo en una ciudad aburrida y de piense como dice.
Detrás de la cortina que da a la esquina del baño espera ella, cartera de oso panda, made in china y recibe en silencio el empujón de aquella pelo amarillo y tacos aguja que grita en la cabina su charla para que todos aplaudan.
Insisto, esta espera purga la ira, la incoherencia y te pone frente al viaje, al camino, al encuentro con lo que reclama el corazón. No hay poesía en este juego, sólo silencio compartido con miles de viajeros apresurados, así es como debe ser este silencio, así es como debe ser.
Esta noche es propicia para la lectura, mirar las estrellas del altiplano escupiendo en la ventana su pureza, mientras ella al otro lado durmiendo, en su espera, reclamando el encuentro.
Por ahora tengo sed de beber este lugar, estas miradas de llegadas, de retorno, de separación, estos llantos de carretera.
Más tarde llegará él de ojos rojos y respiración de pegamento a contarnos algún chiste, una canción desafinada de los Kjarkas, a vendernos maté de ruda, té de tilo, uña de gato para el colon y la prostata.
Por ahora, me llega el reflejo de aquella de gorra roja y lenguaje a señas que tiembla unas letras a la Asociación de Sordos. Sus yemas no sienten la ansiedad del golpeteo en el teclado, ni los rumores de olas negras de este lugar. Da besos a su niño que en respetuoso silencio espera y de rato en rato un guiño le lanza.
En una hora hay que abordar, se me acabo el agua, el sol tiembla y La Paz me da su manto de atardecer como amuleto de despedida.