lunes, septiembre 01, 2014

Cotidiane II

Las sábanas escupen mis huesos, no soportan su adormecida vida enfriándolas y me gritan, ¡Vete y escribe que a mí no me importas!

Me levanto y escribo por un mandato, una maldición que ya no busco entender. Bien o mal, no interesa: mis palabras son una serie de brochazos desesperados, una policromía caótica al viento. El don musical no me ha sido dado, canto mal y mejoro levemente cuando estoy borracho, mi falsete desafinado ofende a Matilde.

 Para la danza, siempre fui una verguenza, mis huesos más duros que el mármol ofendieron a más de una salsera. Yo bailo con la palabra, le dije alguna vez a aquella que no entendió y que quería que aprenda tango y luego a ritmo de merengue la penetre. No entendió, o tal vez era más lúcida que yo que sabía que en esta vida es un absoluto desperdicio preguntarse lo que había detrás de tanta barroca metáfora, tanta analogía inservible para sobrevivir en lo cotidiano, para llenar de versos su espalda curvada.


Si, escribo como purga y castigo, lo haré hasta el último suspiro, aunque nadie lea, aunque todos me escupan, escribiré porque de esta boca ya no brota espuma, si no sangre coagulada en versos.

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