Texto del Escritor paceño Luis Carlos Sanabria sobre El Acto de Agua, publicado en el suplemento Letra Siete del periódico Página Siete el sabado 11 de julio de 2015
La caricia más fría
Luis
Carlos Sanabria
Algunas veces los ríos –así como el
amor–, pueden ser engañosos. Aún más: pueden ser perversos. Sus superficies se
extienden a sus anchas en un recorrido que parece lleno de paz y que puede
tomar por sorpresa al nadador incauto, pues la corriente interna en las
entrañas del agua corre con furia y con violencia, arrasa y arrastra, enturbia
la claridad de la superficie calma.
Empiezo esta pequeña reseña de El acto de agua de Paul Tellería
apelando a esta imagen, pues hallo en ella la metáfora perfecta para la
aproximación a esta colección de cuentos. El agua, que simula transparencia, a
la vez puede estar cargada de turbulenta violencia. De la misma forma, los
cuentos que componen este denso libro pueden parecer una transparente denuncia
de una realidad incomodísima –la violencia de género– y a la vez están cargados
de una visceralidad y violencia intensas, que incomodan, pero, sobre todo,
matizan y cargan de ambigüedad una idea tan “de bien y mal” como es este tipo específico
de abuso.
El bueno, el malo y el
ambiguo
Para el último número de la revista
de literatura 88 grados –si no la ha leído, ahora es su oportunidad–, escribí
un texto en el que reflexionaba justamente sobre la violencia –y la de género–
en la literatura boliviana. El texto señala, básicamente, dos formas en las que
la literatura boliviana se acerca a esta temática: con una denuncia directa y
militante desde la ficción y, por otro lado, usando la violencia como una
estética cruda e incómoda. Es menester aclarar que ahora solo mencionaré estas
vetas específicas sin hacer ningún tipo de reflexiones, simplemente porque
estas no vienen al caso. Empero, si es de su interés, puede remitirse al texto
mencionado.
En el primer caso, hablando de
violencia de género, el ejemplo más llamativo es la antología de cuentos ¡Basta!, proyecto dirigido por la
escritora cochabambina Gaby Vallejo. Ella, conocida por su militancia de
denuncia desde la novela Hijo de opa,
recoge en ¡Basta!, cuentos de varias
escritoras que giran alrededor de la violencia contra la mujer, manifiesto en
un reclamo que pide solo una cosa: que el hombre deje de cometer abusos físicos
y psicológicos en el hogar y en la sociedad. Este tipo de denuncia es directo,
la construcción ficcional pretende hacer el reflejo perfecto de realidades
incómodas.
El segundo caso es el de la
violencia como una estética definida. En la literatura boliviana podemos
intentar un árbol genealógico que nos llevará al grotesco social como gesto primigenio, y en el que los escenarios
son, en su mayoría, marginales y violentos. Heredero de ese grotesco, tomamos como paradigma de este
caso al escritor contemporáneo Wilmer Urrelo, quien hasta ahora nos ha
presentado una serie de novelas importantes en las que la violencia es casi un
personaje más: los mundos se construyen desde este código. En el caso de
violencia de género, el ejemplo más pertinente se encuentra en la novela Hablar con los perros, en la que uno de
los hilos narrativos tiene como personajes a una banda de secuestradores que
andan al acecho de señoritas para raptarlas y enviarlas al Perú: una banda de
trata y tráfico. Empero, en este caso no estamos frente a un intento de
denuncia social de esta realidad, por lo menos no es uno que lo haga de forma
directa. En este caso preciso, la violencia no es otra cosa que un recurso
estético, la construcción específica de un mundo.
El caso de El acto del agua, de Telleria, puede instaurar una nueva categoría
justo al medio de estas dos identificadas. Hay, de hecho, una intención de
denuncia. El cuento más extenso del libro intenta dar cuenta de una
investigación encargada a Moreira, el periodista personaje de un par de
relatos, que debe escarbar alrededor del primer feminicidio –reconocido como
tal– en la ciudad de La Paz, ejercicio en el que hay una clara intención de
mostrar una radiografía que denuncie la violencia y el machismo cultural. Sin
embargo –en este cuento como ejemplo y en cierta medida en todos los del
libro–, el personaje no se rinde ante un maniqueísmo. Al final de cuentas se
sabe varón, y al final de todo está consciente de que él mismo ha sido parte
del círculo vicioso de la violencia. Ve, sin impedirlo, a su hijo continuar con
ese legado primitivo del macho sobre la hembra.
Esta ambigüedad requiere utilizar
elementos del grotesco, usar
violencia para presentar a las mujeres que protagonizan estos relatos –en su
mayoría actos de venganza– de mujeres expuestas al abuso, y sin embargo, no por
ello victimizadas o indefensas. No por ello “pobrecitas mártires”. Nos topamos
con mujeres que se mueven dentro su propia maldad, su propia violencia, su
incómodamente refrescante ambigüedad.
Sí,
hay una estética violenta, y hay un claro intento de denuncia, pero es
complicado tratar de clasificar al Acto
de agua dentro de estas dos categorías. Y ese es su gran mérito. Se nutre de una realidad incómoda que queda
expuesta, pero no se limita al maniqueísmo peligroso cuando lo que se quiere es
hacer denuncia. El libro de Tellería funciona bien como una bisagra, como un
puente, entre la denuncia, la estética y la ambigüedad.
La caricia más fría
El príncipe Hamlet atraviesa sus
crisis personales, muchas que bordean en la locura, y estas se reflejan en su
relación con Ofelia, la joven novia del príncipe. Al final, entre fantasmas y
delirios, la violencia se apodera de esta tragedia de Shakespeare, y tras
alusiones a abusos sexuales, violencia psicológica y locura, lo último que
sabemos de Ofelia es que, trepada a un árbol cae al río, el agua jalonea sus
vestidos y la acaba ahogando.
El
acto de agua hace, sin duda, referencia a este personaje clásico de la
literatura. Pero las Ofelias que componen el libro se niegan a caer al río. Se
fingen suicidas, coquetean con el cauce, simplemente con el fin de darle una
coreografía a su venganza. Con el fin de que el beso final esté bien dado, y de
que la última caricia sea la más fría. Estás Ofelias tienen la oportunidad de
una redención que no las expiará de la violencia, pero las empoderará al punto
de poder decidir el final de sus vidas y las de sus agresores. Porque ahora
Ofelia se reescribe en otras.
El acto
de agua podría sintetizarse en los versos de Jessica Freudenthal que dicen:
Él
se levanta, se viste,
hace pasar a la doncella
que doncella de su pieza
no saldrá jamás.
hace pasar a la doncella
que doncella de su pieza
no saldrá jamás.
¿Crees
Ofelia que esta vez
salga viva la doncella?
salga viva la doncella?
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