lunes, mayo 02, 2016

Confesiones sobre la escritura


Escribir ese acto perverso con el otro y con uno mismo. Me permitió conocer en estos 25 años poetas malditos, genios prolíficos, locos brillantes y personas de una fuerza y energía maligna e inagotable frente al teclado, para pasar quince horas seguidas sin levantarse de la silla; a todos los envidio. En mi caso, debo admitir que con la poca disciplina que tengo y mis nueve horas de sueño diarias, escribir es algo que exige mucho trabajo personal y requiere aceptar sin impacientarse mis largos periodos de ocio y aquellos de burócrata/consultor que me dan el pan de cada día. Pese a lo anterior, cuando empiezo a escribir tengo terror a mis dedos, son capaces de engendrar monstruos, demonios y canallas, algo así como mi propia e ingenua forma de atrapar el mal en unas páginas. Por eso creo que escribir con largos periodos de sequía verbal en los que veo películas o leo, es lo único que me salva del delirio total de la palabra. Estoy seguro que los que viven en esto de escribir lo saben, que no es lo mismo que aquellos que viven de la escritura, eso está claro.

Hace un año, disperso y flojo como soy, me embarqué en cuatro proyectos paralelos, que hoy quiero hacerlos públicos:

1) Una Antología de cuentos sobre la Guerra del Chaco, la cual fue concebida en 2011 y despertada del coma, a fines del 2015 gracias a la persistencia de Daniel Averanga Montiel, quien me acompaña como antologador. La obra reúne a 34 autoras/es de tres generaciones: Hijos, nietos y bisnietos de la Guerra del Chaco (la lista de autoras y autores nos la guardamos como sorpresa) Junto al inquieto y "exasperante" Daniel estamos "antologando" un volumen lleno de sangre, sed, dolor, psicosis post guerra y actos de amor a la patria, a la vida, a la familia y a la muerte. A punta de bayoneta y mucha sed, nos hemos adentrado en las voces maduras y noveles que desde, la "oralidad de sus afectos" han construido imaginarios propios del conflicto, para entregarnos historias brutales que hablan de la crueldad del campo de batalla, de sus contornos (desertores, médicos y otros), de su periferia (Penelopes e Ithaca en Boquerón) y el más distante, aquel de la mirada del conflicto desde la lejanía que otorgan los años, llena de ecos de lo que dicen que fue y no fue la guerra. En esta obra que esperemos dará a luz antes del 9 de septiembre Editorial 3600 y Marcel Ramírez mediante.

2) Un libro de 12 cuentos basado en realidades cotidianas como un viaje en avión, el espanto en una caminata a comprar pan, memorias de un dealer, historia de una chica a quien le mataron al hermano y que sueña con ser policia para vengarse y otras historias de personajes paceños reales y para muchos detestables. Verdades de las que no nos gusta hablar, como el pesado aire de los hospitales psiquiátricos y también lleno de añoranzas a personajes heroicos del pasado como mi abuelo y la fantasía de jóvenes heroínas del presente.

3) Una novela ambientada en una cárcel del país, sobre la amistad de dos mujeres de la misma edad presas por delitos distintos, ambas dicen "no me arrepiento de nada" y son algo así como Telma and Louise en versión "bolivian jail", agua y aceite, dureza del norte de Europa y fragilidad de pequeña ave herida de colegio católico paceño. La mujer A mató a martillazos y puñaladas a su pareja para salvar a sus hijos "al menos esa es su historia". La mujer B jugó a ser la "Reina Nórdica" de la cocaína a sus 22 años y cayó presa por no aceitar bien algunos tornillos en un aeropuerto boliviano y por culpa de un bocón de la banda que habló más de la cuenta, como dice.
La mujer A pasó de la prisión de la sobre protección de papá, a la del marido violento y por último a la de una celda común. La mujer B tiene una fortaleza de hierro pero llora por dentro sin parar. Está labrando su libertad a pulso, es la "Jilakata" mitad gringa-mitad latina de la prisión. La mujer A tiene miedo al mundo y así misma y es capaz de aguantar años agazapada y luego despertar en ira y cortarte el cuello. Ambas tienen dos wawas menores de 5 años. La mujer A solo ve a su hijo de un año, durante dos horas los miércoles por la tarde y ama el chocolate Ferrero Rochel y el Chocapic. La mujer B vive con un hijo de dos y una hija de cuatro en su celda, come mucho atún y hace mucho ejercicio. Ambas lavan y planchan sin parar para conmutar pena (a más trabajo más días de reducción). Ninguna tiene sentencia.

Esta obra, probablemente será la que más tiempo llevará y la que más carga emocional implicará como autor. Se está construyendo en base a largas entrevistas en la prisión que se dan una vez al mes, luego de las cuales salgo quebrado por dentro y sintiéndome un cerdo. Hemos entablado un vínculo de amistad, matizado de risas, tabaco y litros de jugo de manzana, que a momentos me hace olvidar que el espacio en el que se da la amistad es la cárcel y me siento en un café con un par de buenas amigas. ´pero al salir todo vuelve a la normalidad y es inevitable sentirme un mal agradecido que disfruta la libertad y el sol, mientras ellas seguirán ahí "no hay apuro me dijo una, vienes nomas pues, seguiremos aquí" Este mes es su "presa cumpleaños" y casualmente también es el mío. Ellas se lo toman con humor el asunto y me dicen festejemos con torta. (A) cumplirá un año sin sentencia el 9 de mayo y (B) 8 años el 19. Este proyecto tardará unos años en escribirse y si ellas no están de acuerdo con su historia tendrá que ser desechada o modificada extremamente (tienen pleno derecho sobre sus vidas como debe ser).

4) Un libro de poesía que reúne en versiones revisadas y pulidas la poesía de mis dos primeros libros y lo que fue escribiendo en estos años. La voz del poeta es otra que la del narrador y luego de todos estos años, me he vuelto el peor crítico con mi poesía, la verdad la detesto, pero ella quiere salir, para lo cual hay que trabajarla mucho y eso pues, habrá que hacer...

No sé, de verdad quien seré, cuando concluya la Antología y mis tres obras, solo entiendo que se deben hacer, que no se puede parar, que el tiempo es un enemigo implacable y que la disciplina es necesaria, aunque implique el alto costo de empezar a usar las noches y renunciar cada vez más al mundo exterior. Eso sí para seguir escribiendo no puedo parar de leer nunca.

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