lunes, febrero 04, 2013

Huecos y estornudos (reloaded)



A veces esos agujeros, tan hondos, tan de Moebius en el fondo de la panza, tan parecidos al hueco del espíritu, se llenan simplemente con el tacto.

Tanta vuelta existencial, tanta náusea de parque contando hojas secas, reverberante en la nada de esta vegetada existencia, a veces parecen llenarse con el sabor corto de un instante, de un cote cote, del old in and out, de un juego de vientres.

Esos suspiros de angustia, de sabor gris, es posible que desaparezcan con el acto del verbo. No habló de aquel bíblico del Génesis, si no de aquel hecho carne, del incorrecto, del mal pensante, del que grita lo tachado por la palabra y que en cuanto copula es en el infinitivo entrar y dejar entrar.

Es una lástima sin embargo que la náusea desaparezca sólo algunas veces con el engañoso recurso de pieles, que le petit morte, dure lo que un buen estornudo. Ya que suele ocurrir, la mayor parte de las veces, cuando las sábanas vuelven a estar quietas, cuando las pieles vuelven a estar secas que retorna el sabor a mareo y el vacío late más grande. Entonces cuando el hueco vuelva a demandar una respuesta surge una de diez veces (las otras nueve se ronca) la pregunta existencial ¿miramos el techo o hablamos?

Yapa: Queda el consuelo científico que luego del acto, viene la resolución y otra vez podemos poner un curitas a las dudas existenciales.

domingo, febrero 03, 2013







Hay una especie de abandono en este presagio, un no aceptar que el hpy no se alimenta de miradas del pasado, sin embargo hace un tiempo que la añoranza tiene la certeza de tu rostro, por eso sin apuro hoy te convoco.


Se que llegarás y cuando lo hagas, no serás Penelope, lo harás pronto, tal vez envuelta en aire o quizás en forma espuma, o simplemente humana,  para el caso es lo mismo, tu retorno suavizará el aura languida de este espacio que te nombra.

Llegarás, ni más cauta, ni más clara, ni mas firme, así con tus lados tan mundanos, con tus afanes cotidianos y con algo de ese mutismo que tanto dice.

Es probable que cuando lo hagas recogas cada uno de tus silencios incrustados en el techo, arranques cada una de tus risas clavadas en la ventana y quien sabe tal vez como última ofrenda me convoques a la sal de tus rincones.