viernes, noviembre 18, 2016

R


Hace un tiempo conocí a R hombre delgado que ama hacer asados y comer kilos de costilla a la parrilla el fin de semana (privilegio el suyo tiene el mismo peso desde los 25 años). Alguna vez escuché que la gordura viene por dentro y eso puede ser cierto en este hombre "flemático" . Con tantos años de observar el comportamiento humano a veces pienso que Shelman tenía razón con eso de los fenotipos, lo digo yo un potencial "pícnico. El hombre es alto, flaco, espigado, melancólico y reservado. Habla con un tono de voz suave, acompañado de un aroma intenso y mal oliente que sale de su boca. Todos los días viste igual, de colores grises o cafés. Usa camisas de tela y siempre lleva cerrado hasta el último botón. No usa corbatas, solamente jerseys de cuello en V los que combinan con su piel amarillenta formol. Se asemeja a un sepulturero, al viejo Scrooge, a un cajero del Banco Nacional de Bolivia (1929). Su figura la asocio con la que tal vez fue la del padre de Gregory Samsa o a la que pudo haber tenido un cansado Joseph K. Otras veces parece un trabajador de funeraria, de esos que tanto velar la muerte se fueron secando, respirando los vapores de cadáveres, los que como todos saben más allá de producir una extraña coloración en la piel te otorgan un poder especial para enfrentar la noche.

El hombre trabaja hace 32 años archivando papeles, lo hace en silencio y con una calma que produce envidia. Las pocas veces que algo lo pone nervioso le tiembla el parpado superior izquierdo y su ojo rebota de manera graciosa, en el momento de mayor tensión hace una mueca dejando ver un canino pronunciado y vuelve a su rutina. Es un buen hombre, se levanta temprano, hace la misma tarea más de diez horas al día sin quejarse. Tiene una familia estable con cinco hijos y una mujer que también hace un trabajo estable, aunque ella es de baja estatura, risueña y rechoncha. Es honesto y sereno, reservado, tímido pero con un agudo sentido del humor. Hace unos días cumplió 53 años y me dijo que ya está en el final del camino. Le respondí: Hombre usted está en la flor de la vida. Me miró serio, y con la serenidad de un sepulturero de papeles me dijo: Estadísticamente llegaré a los 78 años, me quedan 12 más de vida laboral, no se de que flor me habla, ya ando marchitado caballero y eso de estar de salida no es motivo de asombro, es casi natural. Los papeles se reciben nuevos, se guardan y luego se desechan, así no más es la cosa.

Me olvidaba tiene una capacidad única para usar una vieja Remington y llenar formularios con cuatro copias, propios de reparticiones del Estado estancadas en el tiempo, en esa medida es de los pocos capaz de entender en este siglo la expresión "hay que saber dar vuelta la página pero también el carbónico".

"ya estoy de salida" la verdad creo que hace tiempo ya se fue y ese es su gran privilegio vivir como quien no quiere la cosa, con ese aire de tortuga anoréxica, con un caparazón duro para los golpes. Es un hombre delgado, un sepulturero de papeles. Si lo molestas mucho no le importaría acuchillarte con parsimonia y silencio. Al final ya está muerto y esa es su ventaja...