sábado, abril 26, 2014

Alex y sus actos de fe



Alex volvió a escribir, la verdad dos notas suyas en una semana me sorprendieron. Me habló de su ateísmo confeso, el cual siempre estuve convencido que nació de un inmenso acto de fe. Recuerdo la vez en la que discutíamos y ella se desgañitaba inhalando y me retrucaba. Dios no existe, es un constructo del hombre para explicar lo que no entiende, antes todo era obra de Dios, hasta el poder, “En el principio era el verbo” y  cuando la ciencia sea capaz de explicar “el verbo” se acabará tu Dios me dijo.

Las veces que conversé de religión con Alex, siempre fueron intensas, como intensa la presencia de las sustancias que acompañaban la vigilia. Anarquista y Atea confesa, de familia burguesa y machista, además graduada de un colegio católico, Alex representaba sin duda la contradicción generacional de su época, en realidad su nombre real es María Alejandra, pero se lo cambió a Alex porque, según ella, llevar el nombre de la mujer que a todos veneraban como la madre de un psicótico que se hacía llamar Dios no era coherente con sus valores. Por otro lado Alejandra la sometía doblemente, al repetir el nombre de su madre, casualmente torturada noche tras noche de su infancia por un tal José. En esa medida fue que a los diecisiete se convirtió en Alex y luego dejó a sus padres y se fue a vivir a la casa de su abuela, una especie de Emma Goldman orureña mezclada con Chávela Vargas. Fue en casa de la abuela que se introdujo en la obra de Bakunin, la de Trotsky y amó a Virginia Wolf hasta mojarse los calzones y definió los siguientes cinco años de su vida, hasta el acto de coherencia que hoy la tiene escondida.

Alex sin embargo no pudo dejar nunca a Alejandra, ella llevaba la marca del padre, esa que pese a los sabios consejos de la abuela, la tenía atrapada buscando en cada hombre al golpeador que la salvara a patadas de sí misma. Golpes recibió, pero a ella le importó un carajo eso de la virtud como a la Justine de Sade, sus actos fueron más los de un personaje de Lars Von Trier. Sin embargo hay que reconocer que fue coherente en algo, Alex asumió como un acto confesional su a partidismo y su ateísmo. Decidió creer en ella misma y fue ese el camino que la llevó a estudiar letras y a devorar en la cama, antes de conocer a Nikki, a su docente de literatura “Un Doctor en Letra, experto en la obra de Barthes y Perec y graduado en Paris con honores. Aquel hombre amaba la Torah, La Biblia y el Corán como grandes libros poéticos, decía que tenían elementos literarios increíbles para encontrar ideas para construir personajes desde la sumisión, la perversión, la culpa y el derrotismo. A diferencia de Alex el sí creía en un único Mesías James Joyce.

Volviendo a la carta, Alex me escribió indignada para decirme que si Dios existe se encargó de recordar al mundo que detesta las estatuas gigantes usando la imagen de su hijo, además inclinadas como tótem o falo semi erecto en acto de poder. Al principio no entendí y luego supe que se refería a la foto de la prensa en la que un gran crucifijo erguido en Italia, en homenaje a la canonización de San Pablo Segundo se derrumbó y mató a un hombre. Me dijo que esa paradójica señal podía ser interpretada como un mero acto de azar para alguien agnóstico como ella “la persona incorrecta en el lugar incorrecto debajo de una obra mal hecha que cedió por los fuertes vientos de la época en los Alpes”

Por otro lado me dijo: “desde lo místico que a ti tanto te gustado, podría leerse  como una señal de rechazo divino al show mediático de mañana, algo así como el enojo con los mercaderes del templo y la contundencia con que Jesús criticaba a los fariseos”

Sin embargo (sigue la carta) si fuera creyente diría que es el rechazo a la santificación del humano por parte de otro humano. Creo que si el hombre de la cruz que asumo si existió hubiera estado vivo hubiera dicho “no morí para que me conviertan en un ídolo arrogante y gigante, lo hice como un acto de humilde entrega por todos ustedes y así deberían entender mi mensaje” Por otro lado me preguntó ¿Quién le da el poder a un hombre para decir que otro hombre es santo?

Luego de ese cuestionamiento, se despidió dejándome como siempre lleno de preguntas “la crisis me tiene en un café internet gastando las últimas monedas para escribirte”. Además me recordó que desde la clandestinidad no podía usar una misma dirección ni enviar mensajes desde la misma máquina. También me contó que se cortó el cabello estilo Noomi Rapace “En la segunda parte de la trilogía Millenium” y que últimamente se siente Lisbeth Salander lo cual le genera una deliciosa adrenalina “vivir huyendo de los cerdos me dio una nueva razón para vivir, más fuerte que mi amor a la cocaína”.

Antes de despedirme me dijo que se le está acabando la plata y si le podía prestar unos pesos para escapar a Argentina por la frontera. “Estas en deuda conmigo hermano yo te conté mi historia y la publicarás pronto en un libro, así que lo menos que puedes hacer es pagarme los derechos de autora si no quieres ser el segundo Nikki ja. Yo te diré cuándo y dónde dejarme la plata" Escribió en párrafo amenazante

 “Siento que si llegó a Buenos Aires estaré a salvo”  Buscaré a Alexia y juntas tal vez nos animemos a vender chucherías en San Telmo o quien sabe, tal vez le enseñe a cantar y armemos una banda Punk y si nada de eso funciona, pues aún queda el viejo recurso de la Magdalena.

Como era natural me volvió a escribir de un correo electrónico creado para la ocasión, mismo que luego des habilitó, para que no la  “trakeen” como dice. En todo caso sé que me lee en este sitio, o al menos eso creo y sólo puedo decirle que no tengo respuesta para sus cuestionamientos religiosos, en la medida que soy un hombre creyente y sin duda, hacerlo entraña una batalla diaria para fortalecer el camino en la fe en cuanto certeza de lo que no se ve y mantenerse en el creer y esperar, alimentándose de oración. Eso sí debo confesar que al igual que Alex a mí las canonizaciones siempre me hicieron un ruido molesto. En relación al incidente de la cruz, creo que hay que tomarlo como lo que es un accidente y punto. Desde mi postura confesional solo puedo decirle que a Él no hay que pedirle señales, solo leer las que nos entrega. En cuento a los nuevos santos sin duda fueron grandes hombres, coherentes con la misión encomendada en su momento pero también humanos llenos de errores, uno de ellos en particular por su intolerancia a la teología de la liberación (acordémonos su relación con Monseñor Romero)  y el supuesto encubrimiento a actos de pedofilia. Sin embargo ¿quién soy para juzgar o nombrar santos?

Si todo lo aquí escrito hubiera transcurrido en una conversación cara a cara, Alex sin duda no hubiera estado de acuerdo conmigo lo sé y yo me hubiera quedado mudo ante la contundencia y lucidez de sus argumentos y luego hubiera contado una a una sus pecas en el pecho, deseando besar su lengua hecha de solo carne y perderme en sus pupilas dilatadas de gata. Si hubiéramos logrado dormir juntos ambos hubiéramos coincidido que la cópula es la sacralización del cuerpo, por algunos minutos. Luego probablemente cada quien hubiera vuelto a su creencia. Ella tumbada en la cama, durmiendo puro materia y yo flotando en el techo con el alma llena de preguntas. Al final creer o no creer es no más un acto de fe.

jueves, abril 24, 2014

Alex y sus displiscentes palabras

Hoy te leí, me contaste en una carta de puño y letra que te estás cansando de catres alquilados, que buscas refugio, que la boheme a pasado, que la clandestinidad te tiene presa y a la vez enamorada de la libertad que desborda en tu encierro.

Aún te espero, me dices que volviste al yoga y que tu bondad es excesiva, en relación a la amistad desinteresada que te ofrezco y hay un límite en insistir retomar el nexo. Al final de los finales, como decías cada vez que tomabas el último trago a las tres de la tarde gritando "me falta una mujer, me sobran seis tequilas".

Debo decirte, aunque no leas este sitio, dejarte pistas para que me encuentres y si estás dispuesta a decirme donde estas, al llegar no te garantizo el absurdo aquel que le llaman felicidad, sino la realidad compartida, cruda en la que sabes matar y se como reclamar un buen crimen.

No me busques dices, yo te encontraré, de momento Adeu (copiando al Catalán aquel que conociste en tus noches de la Manzana Tóxica)...Adeu y no te jodo.

sábado, abril 12, 2014

Alex en el espejo de Alexia



Ayer Alex caminando la ciudad encontró en la pared del Katanas un mensaje de Alexia y le sacó una foto, la reconoció inmediatamente por la letra, era la misma con la que jugaron a escribirse poemitas truchos en servilletas a las 7 de la mañana, la madrugada que se conocieron en el Café Ciudad. Ambas muriendo de frío, una con las manos secas por cera y gasolina y la otra con las uñas negras de tanto acariciar cabezas de ebrios. Solas en el mismo café, las conectó que casi tenían el mismo nombre. Hablaron de sus vidas, de los gustos en común, ambas con la misma edad y la misma mirada penetrante de ojos negros.

Alexia en realidad es Alex en el otro lado del espejo, ambas caminaron la noche a voluntad. Alex sabe de Alexia lo que ella de Punk, es decir nada, sin embargo las dos disfrutaron esa mañana cantando “no me arrepiento de este amor” de Gilda en la versión Ataque 77.  Bastó con mirarse aquella madrugada, llorar juntas fumando un porro y susurrarse al oído “dale loca que se puede”. Alexia fue una niña de papá, Alex no conoció al suyo. La  primera dejó Palermo a los diez y siete para irse a vender chucherías en la feria de domingo en San Telmo y luego tomo un “bondi”,  escapó a provincia con un colombiano. El resto fue pura inercia llegó a La Paz, conoció una “paragua” en un alojamiento, tenía hambre, poca plata y aceptó trabajar bailando en un tubo.

Alex por su parte dejó a su madre porque no aguantaba al baboso del padrastro que la manoseaba y se marchó a casa de su abuela y se metió a estudiar literatura, ambas “clase medieras renunciando a lo “concheto” de su pasado.  Alex sobrevivió de la manga de la abuela y Alexia de la sed de cuarentones, al menos hasta el día que Alex conoció a Nikki y Alexia se cansó del Gordo.

Para Nikki  Alex se desnudó mil veces, hizo todas las estupideces que le pidió, durante dos años, hasta lo que ella considera la única cosa coherente que la liberó. Por invitación de Alexia fue dos noches al boliche, vestida todo de negro, solo un par de veinte añeros le invitaron una cerveza y luego los mando a rodar, se dio cuenta que no tenía talento y menos estomago para ser mercancía. Alexia por su parte disfrutaba bailando y emborrachando a los tipos, como le decía. Alexia sabía que eso era falso, parte del cuentito que una siempre se cuenta como auto consuelo, a ninguna mujer le gusta ser puta, eso lo saben todas en el Katanas pero ninguna lo dice en público.

Alex no volvió a ver bailar a Alexia, la última vez que entró al boliche se fumó un nevadito y  se imaginó como un personaje de “Machete” matando a tiros a todos los babosos del lugar y luego saliendo triunfante en un bus rumbo a Coroico con todas las chicas cantando la vieja canción de OM en versión de Llegas “Ya vamos llegando a la cumbre ay mamá” y de ahí saltando al vacío juntas como en una especie de homenaje colectivo a Telma and Louise, pero no fue así, cuando se le pasó el efecto de la torcida  a las diez am se dio cuenta que la realidad es más apestosa, abrió los ojos en el cuarto de Alexia y vio a su lado a tres chicas destruidas y semi desnudas roncando como viejos tuberculosos a su lado y entendió que fantasear drogada  sobre ser una heroína de la prostitución no tiene nada de romántico.

Alexia y Alex se respetan, las dos son de ley, saben vivir y también matar con clase. La gaucha, como le decían en el Club, desapareció luego de pildorear a un gordo banquero en un motel, al verlo tieso se asustó y le metió a la fuerza cocaína para que reaccione y fue peor el tipo trató de vomitar y se atragantó, quedando tieso en la cama. Alexia, aparentemente serena, llamó por teléfono pidió la cuenta, se vistió y pasó los billetes por el torniquete del cuarto con una propina extra, luego pidió un taxi y salió sola del "telmo". Se asustó obviamente y antes de escapar tomó lo que pudo de la billetera. Luego se enteró que el gordo había muerto. En realidad fue un tema de mal cálculo, ella sólo lo quería dormir, no se imaginaba bancándoselo durante una hora encima suyo, pero a las 6 de la mañana una no sabe calcular la dosis exacta y menos conoce cuantos triglicéridos tiene un gordo para que su corazón bombeé intoxicado sin detenerse.

Cuando Alexia le contó la historia a Alex, ella le confesó como se deshizo de Nikki y entonces se hicieron amigas, ambas odian a los cerdos, aunque el de Alex era anoréxico y pesaba 60 kilos y el último cliente de Alexia un obeso. En total se vieron tres veces en un mes una en el Café Ciudad y dos en el Katanas.

La mañana que Alexia decidió retornar a Argentina paró en la puerta del Club y con un lápiz de ojos que sacó de la cartera escribió el mensaje al que hace una semana Alex le sacó una foto y me la mando. La pena que apuntó mal, y justo donde dice “a todas mis ex compañeras” está la sombra de su mano. Ambas saben que están donde deben estar y que deben seguir reconstruyendo su camino.

 Alexia ya no teme, está libre de los cerdos, al menos por un tiempo, mientras vuelve a Buenos Aires en Bus se pregunta si eso del hijo pródigo también aplica a las hijas putas. Alex aún espera el momento exacto para reconstruirse,   de vez en cuando me manda un correo de algún café para que deje claves en esta página que nadie lee, para que su abuela sepa que sigue viva, esperando retornar y empezar de nuevo eso sí en cualquier lugar menos la Manzana Tóxica o el Katanas.