jueves, octubre 22, 2015

Cordero



Deep into that darkness peering, long
 I stood there wondering, fearing, 
Doubting, 
dreaming dreams
 no mortal ever dared to dream before 
(Edgar Allan Poe)

Lanza un solo eructo, con cuidado hacia el lado de la cocina y de pie para que el sonido no sea amplificado por la presión natural, que aumenta en los músculos abdominales al estar sentado. Ha comido dos platos de estofado de cordero y está satisfecho. –No es mi culpa que me guste tanto, me hago cargo de lo que pase---piensa.  Esperó tres horas para el almuerzo, está consciente que luego de los diez minutos de placer que le produjo engullir diez pedazos de carne, en las próximas horas sufrirá los horrendos dolores que guarda en sus cavidades y tendrá que decidir.

Tiene las encías violáceas, los dientes separados y amarillos, ha escrito un solo libro de cuentos y ganó dos premios literarios. Detesta la música trova, más incluso que las monturas de carey. Lo suyo es el metal (el que se escucha, el que sostiene sus lentes), lo de la escritura para él es un suplicio del que no puede escapar. Ha sido invitado, luego de mucha insistencia, a un almuerzo/encuentro de autores por el Director General de una editorial local interesada en hacer una nueva edición de su obra. Hay mucho interés en escuchar lo que piensa sobre la escritura, en que se inspira, que hace que su pluma sea tan brillante y oscura. Se espera también que confiese que brutal obra se encuentra preparando, detrás de ese su silencio. Todos saben que es un tipo de pocas palabras, antes de ser reconocido nadie había escuchado de él, apareció de golpe en la escena literaria local e internacional luego de ganar el Premio Nacional de Cuento y un reconocido premio español de narrativa contemporánea, ambos el último año. Los escritores locales apenas lo escucharon decir frases cortas al momento de recibir ambos premios, un “gracias es un honor recibir este premio pero no me lo merezco” “estoy contento de que la obra haya hecho lo que tenía que hacer” fue lo único que repitió en los diferentes intentos frustrados de entrevista. Nunca lo han visto escribir, no conocen su letra y sin embargo esperan el momento que hable y diga lo que ha venido callando todo este tiempo. Él por su parte ha venido a escuchar y prestar atención a todo lo que de su obra se diga y espera retirarse temprano y volver a encerrarse en casa y escuchar a todo volumen a Mercyful fate, su banda de culto.

Después del almuerzo los invitados se ubican en la sala, sentados en semi círculo. Él escoge el lugar al final de la media luna de sillas y sillones dispuesta por el anfitrión. La última silla de la punta derecha ha sido la elegida, cree que ahí estará más protegido y seguro por si el malestar lo obliga a comportarse de manera desagradable. En el momento que su estómago inicia el baño ácido a los restos de cordero muerto, se sirve un vaso de ron, escuchando la primera ronda de opiniones literarias. Mientras los asistentes empiezan sus intervenciones, empieza a mover la lengua, acaricia la parte trasera de sus dientes, mientras va reconociendo las irregularidades e imperfecciones en la cara posterior de sus molares, sus ojos saltones siguen con curiosidad el partido de tenis verbal entre un poeta y un narrador – Él les hubiera mandado una parvada de cuervos para que les sacaran los ojos a picotazos--- Imagina la escena con la banda sonora de  “Live Like an Angel and Die Like a Devil” the Venom y luego se sirve el primer vaso de ron. Se sienta, vuelve a mover la lengua y se prepara para lo que está a punto de comenzar.

Durante toda la semana estuvo pensando que no era buena idea asistir a este encuentro, el rato menos pensado las cosas podrían salirse de control, entonces trata de tranquilizarse tarareando mentalmente “As a being now possessed of a human body In this world I swear to give my full Allegiance to it's lawfull”master"

 Está a punto de hablar pero se calla, el cordero muerto nuevamente ha tomado el control y solo piensa en resolver el detestable suplicio de los pedazos de fibrosa carne hervida incrustados entre sus muelas. Le molesta en particular unos trozos gruesos entre su primer y segundo molar izquierdos. Mientras la conversación literaria, empieza a transformarse en un acalorado debate sobre la vigencia de la narrativa latinoamericana, sus ideas, las buenas y las malas, se han evaporado en su sangre y no lo dejan imaginar la de los asistentes. Toda su energía y lucidez han cedido paso a los dilemas bucales, en este momento ya no es un vehículo para la palabra y ha empezado a convertirse en una encía inflamada, sabe que si no interviene pronto, su boca empezará a hincharse irremediablemente y en la noche, además del viento y la certeza del sonido en la ventana, deberá enfrentar insoportables dolores maxilares los cuales no lo disgustarían en absoluto si no fuera porque tiene que escribir al menos cien páginas al retornar a casa.

La carne muerta de cordero hervida por horas es blanda y fibrosa como los despojos de los pecadores en las cuevas del infierno. Su boca asemeja la caverna en la que imagina pasará la eternidad, oscuro lugar compuesto de fluidos ácidos y legiones de demoníacas bacterias capaces de disolver cualquier alimento, cualquier beso. Sin embargo contra las fibras de cordero no puede, esos pequeños troncos de musculo, más allá de su delicioso sabor, en bocas como la suya tienen la capacidad de sellar el espacio entre las muelas, prolongando intensamente la forma de su encía. Mutan y se vuelven parte de su ser, tomando control de su interior. Él lo sabía, todo menos cordero le había dicho la voz, el cordero significa sacrificio y no se sacrifica nada por nadie.

Estofado de cordero, buena elección para una reunión de escritores y a la vez una trampa perversa. Termina su vaso de ron y respira, disfruta el hormigueo que le produce la sangre acumulada en sus extremidades, siempre le gustó mantener su pierna izquierda durante mucho tiempo en la misma posición, jugar a la gangrena, a la podredumbre del músculo, a tener una prótesis y luego caminar rengueando. Perder la sensibilidad en la pierna lo relaja y siente que algo de muerte lo controla. Se levanta rengueando y camina los cinco pasos que lo separan de la mesa del comedor, improvisado bar formado por las diferentes botellas de alcohol, gentileza del anfitrión e invitados.  Se sirve el segundo vaso de ron, una medida de cuatro por cuatro, como una forma de acompasar de la forma más básica la musicalidad de su suplicio. Cuatro dedos de ron, cuatro hielos, cuatro dedos de Coca Cola, cuatro pasos de ida, cuatro pasos de vuelta.

Vuelve a su silla, bebe el primer trago. Hace buchadas, enjuaga toda su boca esperando el alivio en sus encías y que la fibra muscular de la carne de cordero, las células fusiformes, carentes de capacidad contráctil, se suavicen y su boca encuentre alivio. Bebe y espera el ron no hace nada, decide hacer un recorrido bucal con la lengua, empujando con vehemencia las fibras musculares entre las muelas pero es inútil, pese a minutos de agotadora batalla no logra moverlas ni un milímetro, peor aún lo único que ha logrado es incrustarla más al fondo ---Las muy malditas tienen tenazas o ventosas de pulpo. Piensa, antes de presionar las mandíbulas con furia.

En unos minutos terminará la exposición del narrador más importante del encuentro, aquel que escogió el diván guindo de la sala para apoltronarse y mirar a todos con gracia (ventajas de pasar los sesenta años). El pequeño hombre expone de forma apasionada las similitudes narrativas y psicológicas entre James Joyce y Jaime Sáenz, sosteniendo que La Paz y Dublín son equivalentes, en cuanto rescatan a la ciudad como personaje. La exposición termina y piensa “Esto de escribir es cosa seria”.  

Cinco minutos después es el turno del poeta que ganó un importante premio en Estados Unidos, quien compartirá su vivencia sobre el proceso creativo y las excursiones por Norteamérica. El vate cuenta los detalles de su obra recientemente publicada al inglés y que fue considerada un poemario magistral por la crítica estadounidense, el tema: Geese monogamic behaviors and perversity of Canadian hunters o algo así como La monogamia de los gansos y la perversidad de los cazadores canadienses para acribillarlos con escopeta. --- La violencia inesperada del más fuerte, despluma el amor, afirma antes de reflexionar sobre el triste destino de desorientadas gansas viudas, las que, luego de perder a su compañero, regalan un vuelo errático lleno de imágenes aladas, que llaman a poetizar sobre la inmanencia del ser, la fragilidad del cuerpo, la levedad de las plumas y la poca gracia de los perdigones penetrando el musculo. Otra vez el maldito músculo piensa, mis encías están latiendo, siente --- Die by the sword! Les gritaría pero tiene la boca hinchada y solo atina a mirar y mover su calva cabeza como esos perritos de taxi, lo que causa sin duda una sensación de aprobación en el poeta y alegría en el anfitrión.

Podría usar sus dedos, aprovechar que la mujer de botas cafés y buzo negro dejó de mirarlo y emprender un decidido acto de arrancar de entre sus encías hasta el último pedazo de carne. Sin embargo dos cosas se lo impiden, sus manos son gordas y de dedos pequeños, lo que dificulta formar una pinza efectiva y por otro lado esa mujer ha penetrado en el aire que respira en sus entrañas y no quisiera mostrarse desesperado en frente suyo, a decir verdad su presencia es de las pocas cosas, que hacen que permanezca en el encuentro. Melissa, you were mine Melissa, you were the light, le cantaría arrodillado ofreciéndole el sacrificio Melissa, can you hear me? Melissa, are you there? Le dice desde sus implorantes silencios. Para ella el prácticamente no existe, lo miró tres veces: una cuando le pasó el cenicero, la segunda cuando se agachó para amarrarse el zapato izquierdo y la tercera cuando estornudó y su saliva, sabor a musculo de cordero, formó una grotesca mancha sobre el vidrio de la mesa. Esas tres miradas lo convencieron que ella era la encarnación de Melissa, la hechicera a la que le cantaba Mercyful fate, sin embargo para ella fueron un simple acto reflejo, está encandilada por las lúcidas ideas de su pareja, un novelista con apellido de fruta y con un solo cachete inflado por un enorme bollo de coca, al que vendría bien clavarlo a una estaca. --- ¿Si masco un poco de coca, se debilitará la carne de cordero y mis encías verdes se sentirán aliviadas? Piensa, justo en el momento que la chica de buzo negro, frota con la uña pintada de negro de su pulgar izquierdo una ligera mancha blanca en su sudadera. Él imagina que ese acto, debe ser una forma de limpiar las huellas que producen las explosiones del amor masculino, sin embargo para ella es simplemente un ritual para mantener la atención en la sesuda intervención del siguiente autor, un escritor de dientes de porcelana y crespos cabellos. 

El escritor de blancos dientes devela en público el argumento de su última novela, algo muy a tono con los tiempos actuales en los que toda la literatura del mundo puede ser encontrada en internet --- Estuve pensando que pasaría si alguien copiara a mano una colección de los más famosos cuentos del siglo XX y les cambiaría el  final para luego volverlos a subir a la  red, simulando que son los manuscritos originales, celosamente custodiados por la biblioteca de la Universidad de Nueva York  ¿Se generaría una confusión en los lectores, cambiaría el futuro de la literatura?  Él escucha y recuerda las veces que tuvo que transcribir sin respirar las historias dictadas a la madrugada y las ganas que tuvo de al menos aportar uno que otro detalle al final pero no le fue permitido, porque todo se trata de un tema de obediencia, de seguir el mandato, de ser un vehículo.

Dos horas después del almuerzo, siente que el espacio que comunica su boca con su tráquea se ha ido cerrando, la inflamación fruto del cordero muerto ha tomado la parte alta de su paladar y es probable que en menos de dos horas se le cierre la tráquea. Los efectos del alcohol han empezado a elevar el tono de voz de los asistentes, la actitud reflexiva y las risas del inicio han cedido lugar a las carcajadas irreverentes e irrespetuosas. Si pudiera hablar, la insoportable hinchazón de sus encías no lo dejan, les diría lo que sabe, que la única forma de re inventarse, para no caer nuevamente en el inevitable costumbrismo barroco, es hacer como los nuevos escritores de la generación perdida de los noventa en Argentina, aquellos que se parecen más miembros de una banda de death metal que a literatos y que disfrutan su actitud despreocupada y desafiante, hacia el mundo literario. Es necesario escribir desde el hígado, desde las vísceras, con odio e indiferencia, despojándose del miedo y la culpa. Escribir y decir lo que el otro quiere que sea dicho. Escribir y aceptar que uno está ausente de este mundo y liberarse.

La muerte es una atracción repulsiva, más aún si se cuela debajo tus encías y perfora tus huesos, llega a tu cerebro. Lo sabían Allan Poe y H.P. Lovecraft, por eso es necesario escribir en primera persona sin clemencia, sin pensar. De manera fluida, feroz, descontrolada e invocando la oralidad de lo cotidiano. Los personajes deben ser lo más malditos posibles, mirar desde el lado de un perverso cabrón, ser un delicioso cabrón y divertirse, ser libre al escribir, aunque hace tiempo seas esclavo de tu propia mano. 

Decir eso sin duda captaría la atención de los presentes y abriría una nueva vía para el debate, pero calla, ellos no entenderían que el descenso al infierno no entiende de buscar la redención desde una linda historia, desde la moraleja, no saben que los personajes más ciertos y humanos viven al lado de su casa o peor aún en sus entrañas y no en su borgiana memoria. Si, tiene poco tiempo para hacer entender que se debe escribir desde el cuerpo y no desde la pose intelectual, a pura tripa, para hablar por el demonio que nos posee y sacarlo a flote – Ellos no tienen idea y yo solo quiero molerlos a palos. Piensa.

Tratar de escribir lo mejor que puedas, seguir y seguir convencido que el punto final no resuelve nada, solo da una breve pausa a la agonía, pero nadie tiene idea de lo que es tener las encías sangrantes y escribir la tortura eterna de otro hasta amanecer.  Si dejarían de reír, de mirarme con cara de “di algo maldito jorobado” y abrí la boca, les contaría que a veces es bueno enaltecer a las sustancias, narrar desde los tóxicos, mandarse un cuento de un tirón luego de cinco gramos de cocaína, celebrar un ácido poema largo con peyote, un surrealista capítulo de novela reposada en cannabis, pero ellos no saben lo que significa ser un espíritu menor en la legión del mal, no tienen idea, si al menos podría hablarles, pero mi boca ha empezado a envenenarse.

Dos poetas, tres narradores, un canta autor, una novelista, dos editores, una diseñadora, un diagramador, todos menos la mujer de buzo negro (Melissa) están ebrios. Él hombre de las encías ha sido capaz de mimetizarse en la esquina, lanzando una que otra risa, un carraspeo de garganta. El grupo se ha ido disolviendo, el anfitrión está más preocupado en raspar el fondo de un recipiente plástico de gelatina rosa con alcohol que en moderar lo que en algún momento nació como un coloquio gastronómico literario y no es más que una simple borrachera de mundanos escribanos. El hombre de las encías ha repasado mentalmente la ponencia preparada en casa, las ideas que iba a exponer ante la creme de las letras de la altura, pero no encontró el momento, peor aún está convencido que no vale la pena y que la agónica batallas con los restos de vida animal lo han salvado. Parece que podría escuchar como las bacterias de cordero muerto se ríen mientras se filtran en su sangre, penetran bajo sus encías y lo llevaran tarde o temprano a la muerte que tanto anhela.

---Estoy atrapado entre la incoherencia de literatos ebrios y la inflamación insoportable en mi boca, no debía haber comido cordero, si no muero hoy tendré que comprar hueso de chancho en polvo para rellenar mi mandíbula podrida, tengo que escribir al menos cinco libros más, por ahora no puedo parar aunque quiera. Cinco gramos de hueso en una farmacia valen cien dólares, podría hacerme rico, sería un negocio más rentable que vender cocaína, dada la mala higiene dental de los bolivianos, está decidido si salgo de esta seré un bone dealer. Se dice antes de tomar una decisión radical.
Le han empezado a latir los pómulos, ya no puede soportar la mundana pretensión, cinco vasos de ron no hicieron nada. Evalúa las posibilidades para salir del problema, cualquiera implica levantarse y dejar su silla, volver a cojear, tener que acercarse al viejo doberman que hace guardia en la puerta del baño y, peor aún enfrentarse a la posibilidad que el rato menos pensado la reunión vuelva a su cauce inicial, las risas cesen y el anfitrión diga que es su turno y él no esté. 

Finished with my woman 'cause she couldn't help me with my mind. People think I am insane because I am frowning all the time, tararea recordando la guitarra de Tony Iommi. Hablar despierta a los demonios y puede exponerte a que la gente te tilde de enfermo y se ría de tus fantasmas. Paranoia, frente a esto escribir es la única forma de mantener a raya el pánico, de contener la crisis que produce permanecer en esta infame lugar.  

--- ¿Quién les ha pedido que escriban?  dice el novelista con apellido de fruta a modo de interpelar a los ebrios asistentes. Esa es la señal, sé que es el momento de hablarles, pero luego pienso en la maldición que me obligó a venir aquí y encima que me quieran condecorar como autor boliviano del año.  Ellos no tienen ni idea, solo pretenden escribir, no han hecho el pacto nocturno, solo emulan la imagen de la imagen de la muela que sangra y no se animan a enfrentarse con quien los habita, ese que les haría más malditos, mas satánicos, mas ángeles. Ellos no conocen el horror y el espanto que hay luego de hacer caso a los demonios de la escritura. Ellos ríen y yo lo he visto todo con estos ojos que se comerán los gusanos, todo hasta el más terrible de los castigos, he sentido el sabor de la sangre del cordero degollado, he comprobado que El Cuervo no era mentira y sé lo que pueden hacer los restos de carne muerta en tu sangre, yo lo he vivido, yo lo vivo.

No están preparados y nunca estarán para la verdad. Me pasó a mí antes de la maldición del cordero, la que evito y que me llama. Nadie está preparado, se dice mientras se dirige a la cocina en búsqueda de una caja de mondadientes, pero encuentra algo más efectivo. Entonces grita, desde el fondo del mal que lo habita grita.

¡Escribir es una maldición! Increpa con una voz gutural a los asombrados asistentes. El pánico se ha apoderado de todos, ha despertado el narrador con gota que alaba a Joyce y creía haberlo visto todo, el poeta que ama a los gansos tiene la piel de gallina, la mujer de almidonada sudadera negra acaba de mojar el buzo, el novelista con apellido de fruta ha desparramado hojas de coca por el suelo, el narrador de dientes de porcelana tiembla emitiendo un ruido de castañuelas huecas. 
Nadie dice nada, solo una boca ensangrentada emite sonidos guturales y confiesa, escupiendo pedazos de muelas y restos de cordero muerto. 

---Déjenme ir, yo no quería estar aquí. Él escribe no soy yo, Él escribe y quiere su premio de vuelta. Él escribe…