miércoles, diciembre 29, 2010

Pajas de diván

Te transfiero lo que se arrastra a tientas por la alfombra, te entrego el resto que no hace ruido cuando cae y que flota en tu palabra cuando miras,
Te ofrendo la palabra que se ahoga en tu boca cuando besas.

Te transfiero ese amor que ya no tengo, un ser incompleto en la angustia de su falta
Los veinticinco sentidos que flotan en el techo cuando nombro el amor y como eco van formando la espuma del deseo.

Te entrego aquel saber supuesto, cuando recibes lo que no entrego y lees lo que no digo.

Tu a cambio, con soltura devuelves gentilezas, escupiendo con cuidado lo que tu lengua de tajo grita:

Un certero no, que afirma
Un claro no, preocupado
Un firme vete al diablo
Un languido no me dejes

jueves, diciembre 09, 2010

Soliloquios en Pijama (Paredes o Palabras)

No se trata de escribir para los demás sino para uno mismo,
pero uno mismo tiene que ser también los demás (Julio Cortazar; Lucas sus comunicaciones)



Hace tres horas- en la biblioteca- cenamos con Lucas. Ambos en pijamas comimos un plato de fideo recalentado con un trozo de carne descongelada que empezaba a tener los bordes como uñas de cadáver. Un fenómeno normal o una simple forma de saber que la carne está muerta y por más que la congeles, con el tiempo te irá mostrando en lo que inevitablemente se convierte parte de un cadáver por más que sea de vaca.

Luego de comer tuvimos una de esas discusiones sobre el valor de las metaforas en el verso libre, cosa que probablemente a ti no te hubiera interesado mucho, ya que por más que afirmabas que sólo eras un aprendiz de escritor, te encantaba presumir de tu prosa y de tus versos desparramados por los instantes de tu vida. Ve el texto completo en URBANDINA

jueves, noviembre 11, 2010

Antigua X

El caballo de madera mira de pérfil detras las rejas,
el santo perdió la corona y su iglesia el tejado
El empedrado ondulado prefiere las herraduras a neumáticos.
El volcan silenciado por nubes no me mira.
En la calle de las duelos se prohibe tocar bocina
Mi amiga panameña no sabe si comerse al Conde o al Obispo

jueves, octubre 28, 2010

FELIPA

Cuando Dios te da un don, también te da un látigo,
y el látigo es únicamente para auto flagelarse (Truman Capote)

Felipa despierta, deja la postura fetal que usó para dormir, estira los pies y patea las piernas del Marraqueta. Mueve un brazo y golpea la espalda del Buñuelo. Ambos se encuentran acurrucados, uno con la panza pegada al poto del otro. Felipa abre los ojos (rojos), se toca la panza (tibia), con los dedos como peine distribuye la grasa de su cabello. Con las uñas (negras) se rasca el cuero cabelludo en busca de eso que no sabe si es pulga o piojo, pero que cuando despierta la jode.

Felipa vive en la calle hace dos años, se siente más segura en La Pérez Velasco que en la casa de su madre. Hace tres meses que duerme en un quiosco de lata que antes era revistero. Comparte su hueco con el Buñuelo y el Marraqueta.

Al Buñuelo, que en realidad se llama José, le dicen así debido a una cicatriz de quemadura, redonda en el abdomen. . Un policía se la produjo con gasolina en una redada. El Buñuelo se encogió para defenderse, pero de una patada el “PAC” lo dio la vuelta y con un lanzallamas improvisado, hecho con un ambientador y un encendedor, apuntó a mitad de su cuerpo. El fuego prendió su chamarra de plástico, cuando trató de quitársela parte quedó pegada a su abdomen, dejándole una marca redonda alrededor de su ombligo con la forma de un buñuelo.

Al Marraqueta, que en realidad también es José, no se sabe si lo llaman así por la forma ovalada, con nariz larga y plana de su rostro o por que siempre lleva una marraqueta dura en el bolsillo, con la que se defiende de sus agresores. Dicen que el rato que menos piensan el Marra, como lo llaman los amigos, lanza un golpe con la cara anterior del pan duro al rostro de su contrincante. La costra de aquella marraqueta, produce una marca en la cara del adversario similar a la de un rastrillo.

Felipa es aymara, tiene diez y siete años y nació en El Alto. Se fue de su casa después de cumplir los quince años. Está embarazada de seis meses y no sabe si el padre de su wawa es el Buñuelo o el Marraqueta. Tiene una imagen difusa del día que pasó todo. Fue violada por ambos, que aprovecharon su estado de vulnerabilidad por el K’olo (nombre con que se llama a la droga). Felipa sabía que no era un objeto y estaba harta de que usen su cuerpo sin su permiso. Esa noche tuvo sexo por despecho, por frío, por que estaba “fumada” y creía que así se curarían las heridas que le dejó el padrastro. Al día siguiente lloró, tuvo asco y tuvo miedo. También le molestó la sangre seca y coagulada en su muslo derecho.

Felipa odia y quiere a los dos tipos que comparten el quiosco con ella. Su contradicción, reproduce la de su madre, la de su abuela, la de ser mujer en una ciudad que ni en sus alcantarillas se libra del machismo. Felipa está sola en La Paz. El Marraqueta y el Buñuelo, con el pretexto de cuidarla no la dejan irse, aunque desde que le empezó a crecer la panza no la tocan y la miran con miedo. Cuando ella se duerme antes, por turnos le levantan su chompa, para mirar como se mueve su panza y asombrarse con el tamaño que ahora tienen las aureolas de sus senos.

Felipa se escapó de la casa de su madre para evitar las palizas y borracheras de su padrastro. Su padre se fue día antes de que ella cumpliera un año. Últimamente ella tose mucho y en las noches se queja de que le duele el cuerpo. Tiene hambre, la misma que antes de estar embarazada y come un poco más que antes porque les roba su parte al Marra y el Buñuelo.

Felipa va a ser madre y le preocupa no tener una cuna para la wawa. El Marraqueta y el Buñuelo el otro día le han dicho -tranquila nomás quedate, un Toyota Caldina vamos a conseguir y los tres nos vamos a escapar a Sorata – harta marihuana dicen que hay y lleno de gringos sonsos que vienen a fumar está, fácil se les puede chorear—dijo el Marra.

Como cada mañana, Felipa recoge el cartón y el colchón de paja que los tres usan para dormir. Los dobla y deja parados en una esquina del kiosco. A las ocho va al puesto de revistas que está debajo de la pasarela de la Pérez Velasco, le pide su cajón de lustrar a la señora que ahí trabaja y que amablemente se lo guarda. Cruza la pasarela y en el Mercado Lanza pide (al debe) un jarro de café con un pan con queso. Se pone su pasamontañas, cruza nuevamente la pasarela y se sienta en las gradas de la Calle Comercio y espera.

Felipa es lustra igual que el Buñuelo y el Marraqueta, los tres son invisibles para la ciudad, son personajes que para el resto no hablan, sólo decoran la Pérez, como una especie de topos (jóvenes en cuerpos viejos) que conocen de memoria las baldosas del suelo y para los cuales el inicio y el final de su existencia se llama escobilla y apellida betún. Ella inhala pegamento tres veces al día y fuma pasta base de vez en cuando. No es que le guste drogarse ¿A quién le gusta quemarse el cuerpo? Lo hace por frío, hambre, miedo, porque le gustan las hadas y princesas, porque así se las imagina más fácil y hasta el Marraqueta parece príncipe. A ella le asusta la falta de esperanza y cuando “chinea” sus ojos se ponen rojos de alegría.

- Tienes que comer mejor y dejar de meterte sonseras, si sigues clefeando tu wawa va a nacer sonsa y con cola – le ha dicho la enfermera del Centro Piloto – Felipa se ríe, el Buñuelo es bien sonso piensa y el Marraqueta con cola se vería mejor, se dice.

La Felipa, mientras lustra los zapatos de un viejo de terno plomo lee el titular del periódico La Razón: “Rige la Ley y Periodistas Buscan Referéndum. El Primer Mandatario señaló que con la norma se eliminará toda expresión que melle la dignidad de campesinos, indígenas y los pobres del país, que ahora tendrán derecho a acceder a cualquier lugar del Estado Plurinacional porque se acabaron los privilegios que tenían unos cuantos – Nunca más nos dirán este indio huele mal, nunca más nos discriminarán y botarán de un hospital – sentenció con firmeza el Presidente al firmar la ley”. Felipa lustra despacio para alcanzar a leer todo – ¡Apúrate pues chango! le grita el cliente.

Felipa no entiende bien la palabra discriminar, le cuesta leer. Si el Presidente habla de hospitales, esa ley tal vez la ayude a que no la miren feo al entrar, piensa. Felipa quiere Volver al colegio, la sacaron porque era mujer y había cumplido siete años y era hora de ayudar a su madre a vender. Felipa, lee que los periodistas han empezado una huelga de hambre, porque se oponen a dos artículos de la ley contra la discriminación. – Lo que dejan de comer por huevadas, piensa.

La Felipa lustra los zapatos a dos chicos de mochila. – Dice que las magníficas harán huelga de hambre pero al revés, van a comer y comer hasta ponerse gordas y feas como protesta por ese otro proyecto de ley que quiere prohibir las imágenes públicas de mujeres con poca ropa—escucha. – Como esa de Cuba Libre K´ala en el lago Titikaka que tanto le gusta al Marraqueta—piensa. – No basta el periodismo ahora nos quieren dejar sin modelos – Afirma con ironía uno de ellos. – Su gordura será su mejor protesta- responde el otro.

Más tarde dos personas de corbata hablan, uno le dice al otro –claro pues a este indio a palos nomás lo trataban antes, lógico pues ahora a rodillazos se quiere hacer respetar. Vamos a tener que inventar qué decirles a los minibuseros, no vamos a poder decir “tara de mierda” nos van a meter presos – Les diremos pues “Betos”, nadie se va a dar cuenta – Le dice el otro entre risas -¿No ve Beto?- reafirma la ironía mirando el pasamontañas de Felipa.

Felipa tiene hambre, ha ganado 12,50 y se ha antojado torta de la confitería “Lido Grill”, pero ahí el mozo no la deja entrar. Más tarde lustra las botas a una mujer –bien largas son, no va a querer pagar dos lucas por bota – piensa. – Flores me ha regalado ayer y hoy me va a llevar a cenar, antes que a su mujer dice que me ha felicitado — dice la mujer. Más tarde otra mujer habla de lo mismo – El día de la mujer se conmemora no se festeja, se recuerda la lucha de Adela Zamudio y en este país machista no hay nada que festejar — dice. Felipa no sabe por qué las mujeres tienen que tener un día ¿Acaso los otros son del hombre? se pregunta. No entiende eso de la inequidad de género, no sabe usar palabras difíciles, no sabe cómo se explica pero sabe como se siente.

A Felipa de niña su madre la pateaba en la cocina, con plancha le ha quemado una vez cuando al lavar tiñó la ropa de una clienta. Su padre quería que sea hombre, quería que se llame Felipe. Para recordarle que no quería otra hija mujer le puso Felipa, como forma de recordare que fue un accidente no deseado. Felipa no tuvo bautizo, su madre fue solita a registrarla. El otro día el cura de San Francisco le ha dicho que si no se bautiza, cuando muera al infierno directito se va a ir. El otro día le avisaron que su padre murió en un accidente, se enteró, así nomás, estas cosas uno se entera rápido. La Felipa no ha llorado, tampoco ha reído. Su padre era camionero y se ha caído al barranco. Borracho seguro estaba ha pensado.

El otro día “la Feli”, como le decía su abuela, ha lustrado hartos zapatos en la Nueva Plaza Camacho. Bien raro ha sido, harta cámara de tele había y harto periodista se ha sacado sangre con jeringa. “No a la ley mordaza” “No a los rodillazos a la libertad” han escrito en cartulinas con su sangre. – Si pura sonsera hablan, bien hecho – ha dicho una señora. – Este Evo así pues a la mala también quiere tratar a todos, mucho se le han subido los humos – dice otra señora.

El Buñuelo le ha contado que ha escuchado que los del diario El Extra, están renegando. — Ya no van a poder poner en su titular “maraco cogoteado”, “persona ahorcada” van a tener que decir. El Marraqueta piensa qué sonsera ha de ser, no va a tener chiste dice.

- Los periodistas llevan varias materias de ética en la universidad, les enseñan a respetar al otro pues, no sé ahora que tanto miedo tienen a esta ley – dice otra persona. La Felipa mira callada y escucha cómo otro le responde –Es que el dueño le dice qué escribir pues o que leer en la tele, el periodista su empleado nomás es y si no quiere cumplir, lo botan por eso los dueños no quieren pues asumir su responsabilidad y se oponen a la ley, más fácil es echarle la culpa al periodista que aceptar nomás que eres responsable de cómo informas – dice el otro señor.

Felipa poco entiende de periódicos y no tiene tele. – Esto de los dueños de los medios, parecido a lo que mi padrastro hacía con mi hermano. Lo pateaba cuando el auto estaba mal lavado y luego le decía al dueño “jefecito va a disculpar, culpa de este chango que bien sonso es”. Lo mismo nomás debe ser – piensa. – Igualito que cuando yo he nacido, mi culpa ha sido, por eso a mis siete me han dicho que – como era mujer – para qué iba a estudiar, si ni mi madre ni mi abuela habían terminado el colegio, por qué yo quería ser pues diferente.

Dice que ahora, con la ley, en los restaurantes no van a poder prohibir la entrada a nadie, no podrán decir: se reserva el derecho de ambición o “no cholas ni pandilleros”. Ella no sabe en cuál de esas categorías entra: pandillera debe ser ya que a veces les ayuda – al Buñuelo y el Marra – a descuidar a los gringos de San Francisco. Chola no es pero sueña con que algún día pueda serlo. Se imagina con una linda manta de vicuña, unos topos grandes y pesados en las orejas, bailando en el Gran Poder.

A la Felipa le molesta la panza, le hace frío. El otro día la Señora Elsa de “El Merlan” le ha dicho –Vas a ver hija con esta ley todos vamos a ser iguales, es hora – como ha dicho el Presidente – que nos respeten pues aunque sea a la mala. La Felipa no entiende ¿Acaso con papel escrito nomás todo va a cambiar? ¿Acaso porque diga el Presidente me van a tratar bien? No entiende, pero quiere creer.

A la Felipa le duele la espalda, todo el día encorvada lustrando le hace sentir mal. Tiene ganas de acariciar su panza en una cama caliente, ya no quiere dormir con esos dos que a la fuerza la quieren besar. Ayer la Felipa ha ido a la Plaza Murillo y a mediodía lo ha visto salir al Evo, se ha querido acercar para preguntarle sobre esa ley y ese rato dos grandotes de lentes negros la han empujado. Más tarde ha salido una diputada de sombrero de “Cochala” –haber dame campo imilla – le ha dicho. Luego la ha escuchado decir a un periodista con cara bien seria: “Esta ley es para que se revierta – aunque sea pues con látigo – la injusticia y discriminación, sobre todo aquella ejercida contra la mujer”.

Mi mamá, látigo debería haber usado contra mi padrastro para que no me pegue, igual le debería haber dicho que no me trate mal por no ser su hija y que no me toque. Yo, látigo debería haber tenido cuando borracho llegaba y a la fuerza me llevaba a su taller, me bajaba el calzón y harto me hacia llorar. Felipa piensa: Quiero que mi wawa sea doctora de la cabeza, para curar a esos que patear nomás saben. Si es mujer, ojalá que con esta ley el Evo haga que las cosas sean diferentes, aunque no creo, recién cuando fue Presidente a su hija la ha tratado bien, hasta fiesta de quince le ha hecho, además el otro día dice que a las mujeres del Chapare en un discurso les ha dicho: – ustedes mucho se quejan y sólo para bailar nomás sirven.

A Felipa le ha empezado a doler la panza en la madrugada, el Marraqueta y el Buñuelo la llevaron al Hospital porque estaba perdiendo sangre. – Igualito nomás que antes de la ley, al llegar la enfermera a gritos nos ha tratado, la Felipa – llorando – ha tenido que esperar harto, luego de sacarle sangre, dándole un calmante, le han dicho que se vaya, recuerda el Marras.

- Al día siguiente la doctora feo la ha mirado, dice el Buñuelo, ¡Para que te embarazas pues, VIH tienes!, le ha dicho. – Esa gripe del chancho debe ser, no te preocupes – le susurra el Marraqueta tratando de calmarla. Después de escuchar a la doctora, los tres salen del hospital con más calmantes y una receta.

En la noche a Felipa le volvió a doler la panza. La señora del Mercado le dio mate de cola de caballo – Tu panza está dura y estás con fiebre, por hay tu wawa se ha muerto, le ha dicho. – Para qué voy a ir al hospital, feo me saben reñir ahí, mi wawa viva o muerta mejor está aquí dentro. Otra cosa hubiera sido pues si no me hubieran sacado del colegio por ser mujer. Marra traéte traguito, alguito nos fumaremos, harto frío hace, esta noche otra vez parece que va a llover. Los tres nos vamos a estar cuidando, con wawa o sin wawa – afirma Felipa. -Aquí en este hueco de lata solitos no más nos vamos a proteger – dice el Marraqueta – mostrando desafiante su pan duro.

Felipa mira al Marra y el Buñuelo y serena les dice: -ya no me duele, ya esta pasando, chistoso es ¿No ve? mi wawa está en mi panza enredada y nosotros, igual que fetos, en este hueco de lata nos acurrucamos. Con látigo o sin látigo mañana igual a los tres nos van a mirar feo, changos maleantes nos van a decir. No sirve siempre esto de sólo hacer leyes, no sirve.

martes, septiembre 21, 2010

Walking around y que...

Poco de lo que aún guardo de Neruda, junto con Farewell y algunas de las Odas elementales es Walkin Around. Este poema escrito por el Gordo Calamar, tiene lo que luego dejó de tener el poeta, espuma en las palabras.

Va para mi y luego para ti que desde el otro lado de la silla esperas a que me cante de una vez las cuarenta.

En este hueco ajeno a ausencias cotidiano, en este baúl olvidado en un espacio intangible, caen estas letras de quien alguna vez era mi recurrencia de verso contagiando mis manos.

Ayer el primer velo fue dicho y es a partir de aquella palabra gritada frente al divan que hoy repito sucede que me canso de ser hombre.


Walking Around



Sucede que me canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
Navegando en un agua de origen y ceniza.


El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,s
ólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.



Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.
Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.

Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío
No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tapias mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.


No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.


Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.


Pablo Neruda

sábado, julio 03, 2010

Descenso de Llojeta

Te has sepultado en mis pasos y el polvo, mirándote, te recuerda y abre sus labios, sumergiendo en el frío un corazón donde se acerca la noche, para buscar su voz en el silencio, donde la oscuridad es un resplandor que desparrama las facciones del cementerio sobre los senderos.
Guillermo Bedregal (extracto de Paso a Llojeta)

Las palabras de espiral en el viento han vuelto con su aire de invierno a recordar al caminante que la ciudad aún permanece muda en el reflejo de sus ríos. Es necesario que el caminante inicie el descenso sosteniendo su congoja en la montaña que lo mira, en el Illimani que vela su vigilia.

Cuando el caminante empieza el descenso, lo hace poniendo en sus pasos la letanía del homenaje y el recuerdo a la mirada de otro caminante de senderos. Aquel, que subiendo y bajando las laderas, se fue desvaneciendo tras la última montaña y ya no está más, pero dejó su palabra....sigue en Urbandina

lunes, junio 07, 2010

Virgenes Mundo

Vírgenes mundos

(Fernando Rielo, de su libro “Dios y Arbol”)

I

Tarde. La luz declina. Las cosas se opacan. Las moscas, taciturnas.
Mi Padre que eterno en el cielo vive
me anima a salir a la calle.
A ella
me tiro.

Calle de ciudad. Avenida por anchura de sus lados,
nobles esquinas y edificios altos.
El cielo, un rectángulo largo
que no se acaba nunca.
La sombra, pródiga en calles.
Las fachadas, su cintura.
Una plaza... de vez en cuando.

Las calles sin golondrinas ni encinares pardos.
Sólo vecindades que caminan de prisa y miran escaparates
de cristales anchos. Unos miran; otros compran zapatos o golosinas.
Como es sábado, gentes en fila, largas filas, para cines o teatros.
El campo está lejos sin otro paisaje
que tarjetas postales y muchas revistas.
Revistas con desnudos velados. Extraño pudor.
Eso dicen con sentido distinto:

Quiénes, en púlpitos;
quiénes, en bares.

Unos las visten con algodones: son los puros.
Otros las desnudan del todo.
¡Gran creación de los ojos que miran!

Año 40 ha muerto o ha pasado. Es lo mismo.
El púlpito ha callado... por si acaso. Un concilio cumplido.
Hay ya más sotanas colgadas que bragas en las terrazas.
Chicos y chicas con trapos ceñidos en multitud hermosa.
Todo parece muy pequeño. Todo abstracto, la ciencia, el arte,
el sandwich y hasta el sexo.
La poetisa brisa ya tiene empleo. Su tarea, limpiar el cielo
de tubos de escape con su jabón de espuma.
Sí. La brisa ya no susurra ósculos celestes;
la brisa es marca barata
que en horas laborables trabaja.
El sol es un vecino más. El más distinguido, sin duda.
Lo dicen los vecinos cuando tanto le citan el día que falta.
Luna lunita la llamó el poeta. Hoy es la sabuesa de los trapos sucios
que la noche oculta y a nadie cuenta.
Las estrellas parecen gatos a la caza de terrazas o tejados.
Hay un poema de gastos que la ciudad exige
al cabo del rato de caminar por ella.
_________________

Año 40. A él vuelvo. Un viento fuerte lame como perro
cementos grises, ladrillos rojos y lámparas de cuarzo.
Los cristales vibran con pasión de astillas.
Música de fondo... el polvo que respiro y que mi labio escupe
con hojas secas y papeles rotos. La Casa de la Villa como puede recoge.
La Casa de la Villa, preciosa, por cierto, con concejales y todo.
De la ciudad hablan. Luego se marchan. Y los vecinos...
mueren entre asfaltos rotos.
Yo les perdono.

II

Me tiré a la calle. Eso he dicho.
Sí. Bajé escaleras. ¿Tú en mí? ¿Yo en Ti?...
Sé que tu sonrisa, ardiente, alante, pupiló mi mente
con muchas lágrimas que mis besos secaban
en brisas de abierto labio que, en haz de viento, se hacían...

ensueños cielos
de cristal.

Si el cielo azul se gana alejando nubes,
el amor se gana sin romperlo.
¡Cuánto quise en esos instantes de mi sueño despierto
la vida que en mi vida pusiste: una vida de mil universos
con nuevas calles, con nuevas plazas, con nuevos cielos
que yo recorrí con todas mis alas!
Oh mundos, mundos inmensos de inmensas aguas
en inmensos cielos que inmortales formas, ingrávidas, me acogieron
sin dejarme. Cielos con inmortales perros, inmortales peces,
inmortales aves, cenitales aires sin carne, tan puros, tan bellos,
tan brillantes que ni decir ni hacer yo puedo.
Sí pude, no sé cómo, cubrir distancias veloces
con escolta de luceros nuevos; y lo que eran faroles
de forjado hierro, ángeles ahora, paralelos a mí, a mi paso cierto.
Sus alas rosa y sus famas de plata me sombreaban como arcos.
A las moradas llegué, las moradas vi...
También la mía, de brillos hecha. No la vi por dentro.
Sí sus puertas... de luceros detenidos en éxtasis perpetuo.
La besé tan fuera de mí que ni llorarme pude.
Oh Padre, no pude entre tantos seres amantes.

Oh universos nuevos, nunca vistos; de hojas revestidos,
denudas hojas, libertas, de la carne que les murió en la tierra
que nacieron... De las aves vi sus almas en vuelo.
Oí sus trinos callados. Mi perro... cumplida
la esperanza libertadora de los hombres, feliz, esperándome;
reconociéndome con su ladrido de violines hecho.
Aquel mi perro muerto, por mí, entre lloros, camino de Granada,
rumbo a mi nuevo destino, en ruta de un cielo revelado,
nacido entre los besos míos, circundado entre viñedos.
Las formas puras entonces vi. No silentes, como si nada fueran.
Sí, susurrantes, como el agua de la fuente que al brocal se alza
y el hombre bebe mientras vive y mientras muere.
Todavía sus frescas auras a mí llegan
y bañan mi mente con su presencia. Y libres de su carne...
vencido el ultraje de la muerte, cesante el suspiro,
hablándome de su nuevo paraíso,
mi nombre invocan... inmortales ellas
como ventanas abiertas a jardines vivos.

Oh Padre, eran las 7 de la tarde, cuando la luz
en retirada, cobijándose tras luceros viejos,
más antiguos que la historia del hombre,
para descansar sin duda del fatigoso día,
como yo y mi pobre cuerpo,
como siempre lo hacemos,
me dijiste: Hijo, ya me retiro.

Padre,

te marchaste de mí no sin el beso de cada día,
no sin darme aquel célebre consejo
que hoy, más viejo y más enfermo,
todavía recuerdo: Hijo, tener limpias las razones de la vida
de toda escoria es el arte de ser conmigo...
una
misma
cosa

sábado, junio 05, 2010

Punto y Raya

Cuánto cuestas, cuánto vales, amor mío…

La madrugada del 19 de febrero del año 2004, en mitad de la Plaza de Puno apareció una cabeza destrozada, estaba destrozada en la parte de atrás sin embargo aún se podía ver por delante el que antes fue un rostro sonriente. Aquel bonachón que regalaba fortuna a quien lo respetara, había sido decapitado y peor aún, el autor de tan terrible hecho había meado su rostro sin cuerpo. La población en su conjunto decidió vengar con sus propias manos dicha afrenta, el Alcalde lideró los actos de justicia y hasta los niños llevaron una piedra en la mano para cobrar venganza. Aquel día no faltaron los gritos, discursos encendidos, tampoco la cerveza y menos la autentica y genuina morenada del lugar.

...continua en Urbandina

jueves, mayo 27, 2010

Este aire

Recuerdo y no recuerdo; siento y no siento; miro y no miro. Pero, ello no obstante, todo se está…(Jaime Saenz)

Hay cierto aire de homenaje y a la vez de congoja adormilada en las palabras que hoy escribo. Algo que vuelve de sopetón y me muerde por la espalda. De manera práctica, podría ser simplemente el frío de mayo, extraño estado meteorológico sin duda con lluvia y humedad a las puertas de junio. De manera meditada podría llamarse el reencuentro con la palabra que es nada y a la vez todo y rompe las ganas de ser aire.

En esta despedida al otoño con aires trasnochados de noviembre, es clara la certeza de la mano sin mano que se posa en mi espalda, dando la serenidad del hielo y de la silla y que me recuerda que para labrar la palabra aún resta trabajo por hacer, por empezar.

Sería absurdo pretender hacer ahora poesía, con la palabra gastada que por sí sola no es verso, y no por que no le dé la gana, simplemente por que los últimos años de mi vida ha estado floja, entre tanto aburrido papeleo burocrático de oficina. Por eso es que ahora la palabra no quiere salir y punto, por el sólo hecho de que se me ocurra pretender hacer poesía, como quien no quiere la cosa y decir de manera barroca y retórica “hay verbos y adjetivos que se descuelgan en mi mesa, así brillantes”

Sin embargo es inevitable no ceder ante la tentación del ejercicio de asociación libre que ahora me guía, es por eso que escribo, con la necesidad de colgarme de las palabras que son inicio y fin, y por tanto, estarán en la medida que vuelva a nombrarlas. Palabras que ante el respeto de dejarlas colgadas en algo con aíres de prosa, devendrán caóticas. Palabras que hoy nacen, cuarenta años después de aquel mi primer grito que anunció que estaba vivo y rompió la noche de una partera alemana embriagada. Mujer que ante mi llegada no tuvo mejor idea que gritar a mi madre por dañarle el día de la madre y no dejarla chupar en paz.

La necesidad absurda de buscar palabras en el aíre y tratar de tocarlas para hacer quien sabe que clase de ejercicio con aíres líricos hoy me inunda, insiste con denotada firmeza en hacerme hablar y contar quien sabe que caprichos que sólo la palabra conoce, que sólo ella va labrando, desparramándose irreverente e irresponsable por estas paredes, por esta pantalla.

Sin embargo la palabra principal que evoco tiene el color añejo del discurso diez veces pronunciado por mi abuela de 93 años hoy en el día de la madre. Tiene la serenidad en la recurrencia con la que sostuvo varias veces que era la mujer más feliz del mundo por que unos cuantos de sus hijos y nietos fuimos a su casa a comer pastelillos y empanadas en su nombre.

Fue tal vez la serena palabra que nos dejó el reflejo de aquella otra que en tantas noches de vigilia, pidió probablemente varías veces tocar la noche, tratando de entender el por qué aún permanece de este lado, tosiendo, con la espalda torcida y la dentadura cascabelera.

Si, ya va siendo hora de ir agradeciendo y de volver al mensaje de la abuela, aquel con aires de despedida, provocado por la evocación de una suma de imágenes difusas en su memoria que formaron aquella palabra que cobró vida sólo en su voz y se llamó “hijos”.

Será que ella ya está lista y le molesta eso de no dormir y de estar en vela, confundiendo memorias y rostros en la noche, ella tiene hoy una silla vacía en la mesa para el nombre del muerto que conoce el sentir de su pasado ante otros muertos.

Algo habrá que decir a esta hora como respuesta a lo anterior, decir por ejemplo que algo hoy ha muerto y de la realidad tiene el color de una radio regalándome jazz y el peso de algunos libros desparramados por la mesa de madera de pino de mi sala, libros que recuerdan como está el lugar que hábito, lugar en tanto físico y también en tanto elaborado de palabras y vacíos serpenteantes; los de mi panza, los de la espalda, los de la memoria, los de la boca, los de mi ombligo sin beso, los de mi beso sin espalda y sin rodilla.

Este lugar, en el que sostengo la vigilia de mirarme muerto en cuanto vivo, en el que acepto que algo ya ha sido y ha quedado en ese revuelto pasado que fueron los últimos años de mi vida. Este lugar es la respuesta serena y poco empática al discurso de la abuela.

Este lugar es la casa en la que me encuentro vivo, al percibir el sabor seco de la falta de agua en mi boca, el hormigueo en mi pierna cruzada y la flojera que me da levantarme a la cocina a tomar algo, por la terca necesidad de seguir escribiendo, quien sabe con que objeto, quien sabe para que destinatario.

Es que hoy se devela, por casual sentido, el sabor que trae la distancia, aquella que aún no ha sido recorrida y de la que Saenz habló con la lucidez de su escalpelo en Recorrer esta distancia. Habrá que decir, sin embargo, que algo ya he construido y recorrido en el entorno, en la geografía de la ciudad de altura que me habita y también sin duda en mis huesos y en los arañazos que hoy pueblan mi memoria y ese algo es lo que soy.

Si algo se devela en la necesidad de ser tacto en la palabra y en saber que no me pertenece el hueco, no me pertenece el silencio de este lugar por que son espacios que nacen al nombrarlos y no son míos. Ese algo que va goteando en la ventana, que tiene sonido de trompeta, grito de saxo, frío que recuerda el sabor de mi espalda contracturada.

Hay lo que hay y en el recuento de lo ya vivido, es algo tan simple como años en la espalda, libros sin leer. Palabras aún no trabajadas, que aún no nombran objetos, representados por la palabra capaz de ser su nombre.

Ese algo que hoy se acepta, en la serenidad del dolor de espalda, del pinchazo de ojos, del temor a cruzar la puerta, de las ganas soberbias de una borrachera. Se acepta sin remilgos lo que representa esta presencia que no existe y es mi nombre y mi presente a los cuarenta.

sábado, mayo 22, 2010

...Espejo en contratapa

El se dio cuenta que en la contratapa de aquel libro, mirando detrás la espalda de la detective anoréxica y postmoderna de Larsson, estaba el recuerdo de aquella mujer de ojos amarillos, pequeños pies y aletas en los omoplatos bailando descalza a la madrugada.

Construyendo un recuerdo lleno de ficción la imaginó al alba, con las sábanas chinas a la altura de el tatuaje en su última vertebra. El contando uno a uno los vellos blancos en su espalda de durazno, en el libro abierto de su cuerpo. Ella roncando irreverente y postmoderna.

El la va pensando entre página y página, mientras le sangra la nariz recuerda aquella vez que partió la puerta de su cuarto y la jaló de debajo la cama convenciendola que los monstruos viven en la piel, en el alma y en las neuronas llenas de cocaína y no entre los resortes de su cama.

Llora sal seca y muerde las páginas del libro, al ritmo de su corazón acelerado la recuerda, la nombra y piensa en la distancia sin tocarla. Ella se fue hace un año, luego de morderle la boca en el baño y adormecer su lengua con aquellos besos cannabílicos. Hoy trabaja de mesera en un boliche mexicano y vive de prestado en la casa de un Napolitano. Comparte el amor, la coca, los cigarros, el llanto, con él, la abuela, los hermanos, los sobrinos y tres gatos, lo cual detesta ya que en La Paz ella siempre fue la única gata.

Ayer lo llamó y le contó que el sobre de Cocaína, encima cortada, en Los Angeles vale 40 $us -barato para ellos pero recaro para nosotros- le dijo resignada. El le replicó estoy limpio pero me ensuaciaría hasta el alma si volvieras a mi lado.

Ella le pide que lo llame, él le dice que prefiere su retorno al sonido entrecortado de el celular. La besa en el teléfono y corre a buscarla en el tomo dos de Millenium. Al otro lado de la línea, ella lleva una polera que dice "I'm not stupid" El un pijama viejo y se deleita poniendo su rostro en la página 28 del libro. Le quedaría bien la polera con "...consider this a fair warning...piensa.

Aspira su recuerdo sobre la tapa del libro, prepara la soga y acelera el corazón sin salsa, mueve las lagrimas de sal y canta a su nombre...cuando el dealer me dijo que si no le dije que no...

jueves, abril 22, 2010

Garrafas

Algo ocurre cuando ciertas causalidades cósmicas congregan en un sólo espacio a entrañables y perversos héroes griegos y uno que otro triángulo amoroso en brillantes guiones de teatro.

Algo ocurre con el vino y las fotos cuando se coombinan con miradas y voces desde dentro, cuando escupen raspando al salir ese algo que duele y se calla, pero que se entiende en la burbuja de una lámpara.

Es así cuando caen las palabras en mitad del trayecto, entre dos camas disfrazadas de sofá o sofás con pretensiones de cama, como quiera entenderse. Palabras, que por su naturaleza incompleta, tienen el perverso don de producir esa falta que tanto nos gusta y añoramos en recurrentes encuentros auto eróticos, léase masturbaciones literarias, romances cibernéticos de esos de apretar el “enter” sin saber si el mensaje llegó, si el mensaje gustó.

Lo mismo ocurre con las cartas, con los amores que regalan brisa marina por entre la cordillera, cuando me da por recordar a la bahiana que hacía crujir el catre con mis huesos en Miraflores y me regaló un estatua de Jimanja a su retorno de Brasil. Lo mismo te pasa con las palabras, esas que sin duda han dejado en la mesa un retro gusto a nostalgias de vidas no vividas, de saudades con sabor a mate amargo y 30 grados.

Entonces uno va entendiendo, va hilando (con pedazos de la alfombra) los encuentros de garrafa, las tentaciones de volver a fumar, aquello de pared nueva y vida nueva, que es igual o al menos quiere parecerse a la expresión “garrafa nueva cocina mejor”. Uno en ese momento va aceptando simplemente el valor del presente en una sala y disfruta.

Más tarde se decantarán una a una: las confesiones, los escritos, las anécdotas, e irán poblando como esporas que no conocen ni de resfríos de chancho o barbijos paranoides. Irán cayendo, se irán camuflando en las gotas de vino no bebido, las palabras abandonadas en el juego previo de dos copas y el triangulo entre las dos esquinas en que se balancearon historias conectadas y afines.

Es así que me viene la risa, al evocar la espalda de un baúl tan versátil, al pasar de ser estante a mesa de sala, tan callado soportando vasos, vino, galletas, requesón delicioso y un cuchillo que jugaba a ser espejo del segundo dedo de tu pie derecho.

En fin así disgregadas viajan hoy las memorias, será el vino dicen unos, será el chaqui dicen otros, yo prefiero creer en la resolana de ausencias compartidas, en las fotos y en las memorias de Ithaca (tu gata), que aunque se va haciendo la sonsa, bien sabe lo que te pasa a la madrugada, mientras todavía unas últimas palabras se filtran por tu puerta entrecerrada o entreabierta (cuestión de perspectiva), y susurran un nos vemos pronto o más temprano que tarde.

Ayer fue un encuentro de esos que la vida no me regalaba hace tiempo y hoy el latido sincopado del vino en mi sien te trae en la memoria cantando..."yendo de la cama al living...turno off de light, tunr off the music".

PD: Feliz estreno de garrafa, hoy compraré lámparas

lunes, marzo 29, 2010

Algunas digresiones y Bolaño escupiendo a la luna

Así es Lucas se jodió el teclado, te decía que a esta hora la luna caprichosamente se posa sobre mis libros y que Sinatra suena bien en esa radio moderna que puedo poner ahora en la tele apretando sólo un botón. Ya sé, ya sé, al final a ti que te importa si permaneces ahí inmóvil y te visito tan poco.

De todas formas Lucas te confieso que me molesta este teclado, que decide cuando menos piensas ocultar el acento detras de un paréntesis, algo parecido a lo que le pasaba con la letra A a la vieja Olivetti que aparece en la película "El secreto de tus ojos" y a la que Ricardo Darin trató de homenajear, aunque sin éxito a mi gusto. Algo le faltó, algo se cayó a la pelí por entre el mal maquillaje, las pretensiones hollywoodenses (con plan de remake en inglés) y la extremadamente gauchesca actuación de Franchella. Intento de homenaje al fin que me recordó a tus devenires con tu vieja Olivetti, a tus rollos en un escritorio cuando jugabas a ser traductor de Naciones Unidas. Seguro hubieras recordado con nostalgía al ver esa escena del abogado jubilado poniendo la A manualmente, como ametrallabas párrafos que luego se convertían en historías, que luego se volvían novela, para al fin ser vida. Si Lucas la tuya se fundió las teclas en batallas que dejaron de recuerdo obra y la otra sirvió de utilería.

Bueno Lucas a mi la palabra novela todavía me suena a algo muy grande, parecido a una trompa de elefante, por eso de momento ando acá en mis devaneos con los cuentos y me cuesta bastante, ya que a esta hora la memoria se pone difusa, como la pantalla esta que nadie sabe bien como limpiar; unos te aconsejan alcohol, otros agua, otros saliva con café, en fin dilemas postmodernos dirías Lucas. En cambio que diferente era tu relación con el papel y tu Olivetti. Cuando las hojas se veían blancas eran blancas y punto y si no era así pues cambiabas de hoja y punto. Imagínate en estos tiempos ir cambiando monitores como hojas, delicioso derroche sin duda pero no recomendable ni para el medio ambiente ni la economía.

Lucas, a estas horas el Jazz no suena como en los párrafos de El Perseguidor, es menos claro, más real y con las distorsiones típicas que produce el teclado babeando letras desordenadas sobre la pagina 215 de Putas Asesinas de Bolaño. Esas señoritas no tan ficcionadas al fin, insisten con querer filtrarse en el libro de 15 cuentos que estoy escribiendo.

Debo confesarte me tranqué en la página 2 del segundo cuento, lo bueno que hoy concluí las fichas de una mezcla bizarra de personajes, las ordené pulcramente en un archivo de la computadora, uno de esos con letritas de diferentes colores. Seguro que no te divertiría Lucas, no es lo mismo, nunca sería igual que aquel melange de 50 hojas regadas por la alfombra que dejaste la vez que quisiste ayudar a Manuel a terminar su primer libro. Lo único que lograste fue un caos de hojas desordenadas y llenas de diagramas esparcidas por la alfombra, para ti todo estaba en orden Lucas, pero para nosotros era sólo una forma de esconder las medias a rombitos que usaba la Parisiene esa, tan Uruguaya para mi gusto, que te secó la tinta unos buenos meses y que te desvistió a mordiscos en la sala, aprovechando los 15 minutos de gloria de uno de tus arrebatos de alta líbido,entre el párrafo 5 de la página 56 y el uno de la 57. Suficiente para ti Lucas, no para ella por eso te dejó con las medias y los papeles de Mario todo pisoteados. Era conmovedor y gracioso ver como después te deshacías en disculpas y explicaciones con Mario, por la falta de tino al haber dejado que la uruguaya pisoteara con bronca a cada uno de sus personajes en la huida.

Eso ya no pasaría hoy Lucas, aunque sin duda reirías; no pasaría por que donde estas puedes saltar de Glenda a Fabienne las veces que quieras y ya no te interesan las medias. Aunque para ser honesto tampoco las podrías encontrar en una pantalla y mucho menos permitir orgías literarias de personajes envueltos en un enredo, casi pornográfico de letras. Hoy la cosa es más sistemática, tienes la posbilidad de ir alineando todo en diferentes pantallitas independientes que se reducen, se agrandan, se esconden y aparecen todas en un espacio ridículo de 50x30 cms llamado pantalla. Así es Lucas ahora puedes armar las fichas en esta maquinita sin necesidad de alfombra, es menos romántico sin duda, pero más práctico.

Ya sé que ese no es el punto, al final muy poco importan los puntos o los asteriscos o los juegos de palabras sobre puntos y comas a esta hora. Tu bien sabes que mi puntuación siempre fue digna de ganar un premio en un concurso de arañazos a la pizarra, por tanto no hablaremos de temas vergonzosos. El punto es otro y yo lo llamo pequeñas delicias de la vida no conyugal, a jugar a llenar de burbujas y palabras el silencio con unas suma de textos mal labrados. También tiene su lado serio cuando me concentro en entender los 69 puntos en Carnet de Baile de Bolaño. Arbol, desorden y caos para los Bolañitos postmodernos, tan aburguesados por culpa de las huellas que dejó el Opus Dei en su formación en Colegios bien de el Norte de Santiago donde Machuca no tenía cabida. Aunque te comento que algunos como Fuguet se metieron a hacer cine como una forma de hacer algo más interesante que ser recordados por una asociación de sus letras con hamburguesa con eso de Generación Mac´Ondo, pero esa es otra historia Lucas, podríamos seguir dan vueltas en ella, pero ni tu tienes ganas y ni yo tengo tiempo.

Lo que trataba de decirte es que necesito ayuda para ordenar el fichero, un esquema de esos que tan bien solías construir a las 3 am sobre la alfombra, pero esta vez en la maquina y no sé por donde empezar cuando me dan ganas de sólo teclear y teclear y que la cosa vaya saliendo, pero esta vez es en serio y por eso cada palabra tarda tanto en quedar, por eso el editor sigue esperando, por eso no firmo contratos con nadie Lucas. Si, un esquema ayudaría como esos que armabas con un singani para calmar las muelas, esas que como decía Jaime Sáenz duelen por amor o por que sale la luna, y hoy Lucas hay una luna grande que empuja esta ventana y entonces ese es el problema, no me deja organizar, empuja, empuja y acaba derramando las letras los esquemas por la mesa, pero sin medias, sin la flaca aquella que en silencio dejaba su huella en la almohada y contaba y contaba las ovejas en la pared antes de irse del cuarto.

No Lucas, no hay ni medias, ni papeles por la alfombra, ni singani, sólo hay una luna que incomoda, el libro de Bolaño sopapeándome talento en la cara y que no me deja pensar, por eso te molesto Lucas pero tu no dices nada y ahí me tienes pensando en como volver a poner en un orden coherente a una travesti, al coreano, a falangistas y el suicidio de Germán Busch, así todo junto en 1998 para que parezca uno de esos cuentos “hit” que le gusta publicar al amigo que vende libros con un loguito de un tipo cagando. No es que yo no cague Lucas, pero mis íntimos placeres son míos y leo en el baño, igual que tu y no tengo por que compartirlos con nadie más aún si en mitad del acto se filtra la imágen de la chica esa de caderas de manzana que jugaba a lanzar monedas, en aquel inodoro que el Mustafa puso en el Stand de la Feria del Libro. Estarás de acuerdo conmigo que sería vergonzoso Lucas, pero esa es otra historia.

Así es Lucas, esto podría ser peor pero no lo es tanto, mira que tenemos Jazz, algo de vino y vivir en la punta del cerro después de todo es tranquilo, sobre todo cuando desaparece el sueño y a uno le da por contar y contar cosas, en desorden como una especie de afán de salvar a la literatura boliviana del terremoto en Chile. Ese Chile en el que nacieron Huidobro, Bolaño y Neruda, Pongo al medio al flaco de rulos para que no se peleen esos dos, ya sabes esas arrogancias y conflictos no desaparecen en el purgatorio.

Si Lucas, ya tu paciencia debe tener forma de cubo a punto de desarmarse y yo que meta y meta con no dejarte ir; a propósito me acuerdo de aquella noche que a La Flaca le mostraba el esquema del cuento, sabiendo que tenía la cabeza repleta hasta las orejas de Fernet con Coca y yo meta a leerle a las 7 de la mañana, esforzandome en balbucear de manera coherente las 17 paginas del primer cuento. El efecto fue obvio ella en la pagina 8 me mandó al carajo y puso I Put a Spell on You en la voz de Nina Simone, me quitó la ropa y entonces yo todo avergonzado preferí coger que seguir leyendo.

Es así Lucas volviendo al principio todo empezó por que necesitaba una pausa, por que me dolían los hombros en el teclado y no se me ocurrió mejor estupidez contra la contractura que mandarme todas esas cosas en la pantalla y molestar tu eterna lucha con la hidra en la pagina 227 del libro 8 del último piso del primer estante del librero.

Lucas, en todo caso gracias por el aire y la pausa, ahora debo volver al texto y al fichero, ya tengo listos los 15 personajes, estarías orgulloso, aunque me dirías que tu golpeabas las teclas de la Olivetti de un tirón y sin errores ja! mientras que yo escribo un párrafo al mes. Una cosa me sigue costando Lucas después del desahogo, tratar de combinar este reflejo de mierda de la luna en la ventana con la pantalla y la extraña idea que tuve de releer a Bolaño en mitad del caos, buscando la frase esa como hilo para coser mis palabras, te gustaría Lucas te la copio: “Las mujeres son putas asesinas, Max, son monos atterrados de frío que contemplan el horizonte desde un árbol enfermo, son princesas que te buscan en la oscuridad, llorando, indagando, las palabras que nunca podrán decir…”

Si Lucas creo que por ahí irá la cosa, por el camino de indagar lo que nunca podrán decir en la muerte, en el beso, en el tajo en la panza, en el dolor compartido, aunque no es fácil Lucas y tu lo sabes eso de combinar princesas con putas, pero también ambos sabemos que una no vive sin la otra, como la luna esta en mi pantalla y yo que la quiero espantar, es así más o menos el tema, por ahí creo que irá saliendo la historia.

¿Sabes cuál es el problema Lucas? cuando algo parece quedar claro al ordenar las fichas, surge otra vez el enredo, el caos y la admiración del texto ese Carnet de Baile. La verdad para las digresiones hay que tener clase Lucas, para jugar al árbol e irse con las ramas y dejar luego el tronco a la vista, hay que saber Lucas y el tipo sabía, más que de cigarros de letras y eso que fumaba harto Lucas, pero sabía.

Me pregunto como hizo Bolaño para dar un sopapo a Neruda con tanta clase, al final no soy quien para juzgar, pero el gordo si que la pasó bien a costa de la poesía. Es que Bolaño, tenía tanto de ti Lucas, por eso te molesté de nuevo para leerlo juntos, mira que mandarse eso de 69 puntos de un posible relato para terminar en un homenaje sutil y crítico a la poesía chilena y por que no latinoamericana.

Lucas en el fondo todo este relato era para confesarte que estoy aprendiendo a bailar y para eso necesito Carnet, por eso se me ocurrió releer este texto. Si lo hubieras leído antes que yo Lucas, pero tú ya estabas lejos, sin duda hubieras encontrado tantos guiños a tus soliloquios y juegos como los que, a quien sabemos, le encantaba poner en el Libro de Manuel.

Por otra parte te hubieran dado bronca los armazones interminables y las digresiones, no te podías permitir un giro maleducado y no borgiano en la verborrea y que luego se pinte de real, no Lucas para ti la cosa era más seria por eso los 69 puntos te hubieran parecido nada remarcables y hubieras encontrado presuntuosamente egocéntrico el juego de lo que algunos llamaron el alma de Bolaño en ese texto.

En fin no te aburro más Lucas, algo de desafiante todavía me queda en el desorden para molestarte y dejarte sin sueño antes de irme a la cama. Ya el cuerpo no es el mismo Lucas ya me canso más fácil y a esta hora me dan ganas de matar a la luna, a Bolaño, a la francesita de tus páginas y a aquella que finge arrogancia y no vuelve por sus medias. Hablando de medias Lucas, las ganas que tengo de besarla así desnuda e invisible y sin piel, pero ya no vale la pena Lucas, es mejor construir el caos en el desorden en estas mis intimas delicias literarias no conyugales.

Un abrazo Lucas te dejo con un brinco de párrafos así mal bailado por las páginas de Carne de Baile:

18. En algunos escritos Bataille dice que las lágrimas son la última forma de comunicación
52…….toda comunicación es imposible pero se debe hacer el intento?
62 Si Neruda hubiera sido cocainómano, heroinómano, si lo hubiera matado un cascote en el Madrid sitiado del 36, si hubiera sido amante de Lorca y se hubiera suicidado tras la muerte de éste, otra sería la historia. ¡Si Neruda fuera el desconocido que en el fondo verdaderamente es!
69. Nuestra casa imaginaria, nuestra casa común (Si Lucas…esta silenciosa y firme biblioteca en la que habitas)

viernes, marzo 26, 2010

Aquellos tiempos

Hubo un tiempo bordeando el coqueteo de los 20 en el que le escribía versos debajo la almohada, llenos de una timidez acongojada y suplicas chillonas a una adolescente que en ese momento no sabía como ser amante, pero se las daba de la Matahari del barrio, haciendo llorar a más de un guitarrista o poeta en pañales. Recuerdo que en aquel momento escribía mis poemas en libretas, con una necesidad imperiosa de rimar melancolía con cerveza y nalgas con Serrat, en un poema que llevaba por título el numero de mi CI.

Luego llegó el segundo tiempo, ahí por los 25 cuando creia ser un "real visceralista" (de esos de Bolaño) en el Ave Sol de la calle Goitia. Inflaba el pecho por que un cuate había publicado en una revista literaria un poemita mio y otro amigo, en una farra, había aplaudido mi entonación para leer versos de inodoro al abandono. Si en ese segundo tiempo fue el ego malcriado y disonante el que habló y me hizo creer que cualquier paja que escribía era digna de ser publicada (ojo que es muy fácil quedarse en este segundo tiempo). Este también es el tiempo en que decides lanzarte lanzarte a todos los concursos y premios literarios, con la certeza de que eres el que dona su gran obra al concurso. Cuando pierdes y sólo recibes el silencio de los jurados tu arrogancia afirma, como defensa pública, que los premios son para las roscas, y que nadie valora tu talento. Al mismo tiempo, en la intimidad derrotado vuelves a escribir poemitas lastimeros entre las sábanas y los escondes para que nadie los vea, así como el personaje de Kundera de "La vida está en otra parte".

Hay un tercer tiempo, ese en el que algo de trabajo logró barnizar de técnica el talento, ese es el momento en que te das cuenta que no es mala idea leer lo escrito con más pausa antes de publicar cualquier cosa. Es cuando empiezas a otorgar el lugar que merecen las reglas gramaticales y dejas de forzar poemas en los que aparezca la prosa de Sabines, Shimose y Saenz en una ensalada, sólo por que te parece buena idea. Aquel es el momento que algo mejor va quedando por ahí y estas a punto de hacer obra hasta que llega un editor por ahí y te tienta al ofrecerte publicar tu primer libro, entonces otra vez el ego se confunde y vuelves a la idea de publicar por publicar y entregas a la editorial una juntucha de poemas, prosas, prosemas, alegorías, greguerias y pajas sin hilo conductor pero no te importa por que quieres aplausos, por eso te lanzas al éxito. Esta vez junto al silencio, habla también la crítica, que te entrega entrevistas y sonrisas en público, destruyendote por atras, por que realmente mereces ser destruido. Sin embargo este es también el tiempo de las invitaciones a publicar en revistas, suplementos literarios, antologías, etc. Tiempo que acaba con la publicación de un segundo libro "fiel a la juntucha" lleno de poemas, crónicas y relatos aunque ya más depurado y con una tímida voz propia.

El tercer tiempo ya no trae el ego adolescente, sino la farándula, el derroche de vino en páginas colectivas, las largas madrugadas hasta las 6 de la tarde. Este tiempo trae una nueva forma de disfrutar las letras con amigos. Es un tiempo lleno de encuentros literarios en la sala, acompañado de guitarra, libros, quena, guitarra, libros, charango...vida. También se llena de gargolas femeninas para espantar demonios, gargolas que deciden con vehemencia irrumpir en tu cuarto y sacar uno a uno de la almohada los acentos mal puestos por alguna musa y tocar uno a uno con sus senos los ombligos regados por tu cama para espantarlosn. En este tercer tiempo te embriagas, ries, lloras, aplaudes, te aplauden y repites que Warhol tenía razón y lo mejor de todo que la pequeña fama puede durar más de 15 minutos...y sólo con dos libros te repites.

Entonces llega el cuarto tiempo, cuando pasa la resaca, cuando el libro deja de hacer eco, cuando tienes una crísis, cuando dejas de leer por meses, y sólo escribes memorandums y listas del mercado. Ese momento hay que saberlo manejar, por que o produce un desencanto y te vuelve un burocráta que vuelve a usar corbata y que sólo decide leer Cosas o te pega un sopapo y te lleva nuevamente al ruedo del verbo.

Si pasa la segunda cosa habrás ganado y al salir de la orgía literaria y la farandulita te mirarás en el espejo, te arañarás las cobardías no dichas y decidirás entonces leer, por tiempo indefinido más de lo que lescribes y lees y lees, con hambre y gula. Es el momento que dejas de lado los ejercicios surrealistas de escritura exquisita y empiezas a delinear a cuenta gotas palabra por palabra algo más minimalista, más lúcido. Es ahí donde si persistes, puede surgir una voz propia y un proyecto de libro sistematicamente delineado. Debes estar consciente sin embargo que es muy probable que pasen meses sin que puedas pasar del primer relato y debas rehacer 20 veces la primera historia antes de hacer algo bueno.

En el cuarto tiempo es también común que te invada algo de la agorafobia de Salinger y decidas tener largos periodos de reclusión en la casa, temiendo a la gente, odiando a la gente, huyendo de la gente. Periodos en los que puedes pasar interminables horas de ocio frente a la television, leyendo 5 paginas al día, escribiendo 5 parrafos al mes y viendo 5 teleseries simultáneas en una hora.

Este para mí debo confesar es el momento más delicioso, por que hoy habito en él, momento en que disfruto de largos silencios mirando al papel o al monitor en blanco, momentos en los que voy entendiendo que ya no es necesario escribir como purga, como desnudez pública, como acto voyeur de mostrar letras caóticas y poco pulcras al mundo. Son momentos en los que ya no me duele la mano de tanto llenar libretas y lo agradezco.

Este cuarto tiempo ha llegado y me entrega menos caos y más cansancio los viernes por la noche, es un tiempo en el que Peter Pan tiene canas y en el que voy entendiendo que es mejor leer, calllar y trabajar en silencio la obra sin hacerla pública, por que ya no interesa el ego, por que entendí que la farandula no alimenta el oficio sólo la pereza y el descuido de la obra.

Si hoy con serenidad entiendo que prefiero la comodidad de mi silón y la agradable vista de mi ventana a las 2 de la mañana, más que la silla dura de madera de un bar. Con calma voy abriendo la puerta a este cuarto tiempo que me arrulla y me deja grandes y meditados silencios que luego hablarán en agotadores ejercicios semánticos y poéticos o talvez simplemente en el eco de la oración nocturna.

Si, está llegando y me alegra que me vaya dando más serenidad y menos farándula, más paz que egolatras lecturas literarias por los bares. Hoy disfruto el saxo de "Bird" las obras de Adrian Patiño y a Sabina cantandole a Carmela y lo agradezco con plenitud y júbilo.

Vacío y negro sería sin embargo este cuarto tiempo sin la presencia de mi hija, sin el eco que sus risitas creciendo y acompañando, preocupándose por mis cansancios y las dimensiones de mi barriga; dando su mejor sonrisa los viernes por la tarde y mostrandome, parafraseando el poema de Saenz, que las costillas no se me acaban para darselas y que cada vez que me abro el pecho y le entrego mi mejor sonrisa los viernes por la tarde, ella me devuelve con creces aquellas miradas como las que estremecían a Silvio Rodriguez en la canción "mujeres".

Esta noche espero que el quinto tiempo traiga una obra pulcra y lúcida. Espero también con más cordura y fe aprender eso de "creer, amar y esperar", de esa forma el resto llegará por añadidura, de esa forma no me asustará aquel estribillo de la canción de Sabina a su hija: "cuando quemes tus naves no me pierdas las llaves del cielo" .

Si hoy espero el quinto tiempo como aquel en el que pueda ver que mi hija tenga derecho a elegir un novio poeta o un banquero (creo que los segundos no son tan malos después de todo), a quemar sus naves hasta que se le acaben los fósforos, por que así se crece, así se vive. Espero que pierda las llaves del cielo las veces que quiera; mientras, yo esté ahí con la mirada de acero mal limado por los años y con la panza de cerrajero, ayudando a destrabar entuertos, buscando en la libreta, en los libros marcados, la llave maestra para abrir sus sueños y retornar.

Ahíí estaré para asegurar sus labios con una buena llave de versos, dandole el diccionario para detener las balas y mi palabra vivida como antidoto contra la amargura, aquella que hoy de tiempo en tiempo se disfraza de Fernet con Coca y derrama por la casa sus palabras en la alfombra, pinchandome la esperanza en aquellas madrugadas en que vuelvo al tercer tiempo.

miércoles, febrero 17, 2010

En la Escalera

Si sólo se trata de quedarse en el pasillo, frente a la puerta y mirar las vidas que pasan, oler las bolsas de mercado, las carteras de oficina, limpiar con un estornudo los tacos afilados y llenos de barro, las puntas de paraguas en la lluvia.

Si se trata de entender que las personas se van a diario y permanecen en la huella, en la memoría del objeto que queda olvidado en el descanso entre dos pisos. Se trata de creer que la vida cotidiana de 9 familias en el edificio que habito, se entrelaza con igual o mayor numero de otras vidas pasadas y teje en los instantes, en las cosas, en las palabras una historia sin completar un rompecabezas que no encuentra la última ficha hasta la muerte del último habitante del lugar. En fin, Perec lo dice mejor....


Sí, podría empezar así, aquí, de un modo un poco pesado y lento, en ese lugar neutro que es de todos y de nadie, donde se cruza la gente casi sin verse, donde resuena lejana y regular la vida de la casa. De lo que acontece detrás de las pesadas puertas de los pisos casi nunca se percibe más que esos ecos filtrados, esos fragmentos, esos esbozos, esos inicios, esos incidentes o accidentes que ocurren en las llamadas «partes comunes», esos murmullos apagados que ahoga el felpudo de lana roja descolorido, esos embriones de vida comunitaria que se detienen siempre en los rellanos Los vecinos de una misma casa viven a pocos centímetros unos de otros; los separa un simple tabique, comparten los mismos espacios repetidos de arriba abajo del edificio; hacen los mismos gestos al mismo tiempo: abrir el grifo, tirar de la cadena del water, encender la luz, poner la mesa, algunas decenas de existencias simultáneas que se repiten de piso en piso, de casa en casa, de calle en calle. Se atrincheran en sus partes privadas —que así se llaman— y querrían que de ellas no saliera nada, pero lo poco que dejan salir -el perro con su correa, el niño que va por el pan, el visitante acompañado o el importuno despedido-sale por la escalera. Porque todo lo que pasa pasa por la escalera, todo lo que llega llega por la escalera: las cartas, las participaciones de bodas o defunciones, los muebles que traen o se llevan los mozos de las mudanzas, el médico avisado urgentemente y el viajero que regresa de un largo viaje/ Por eso es la escalera un lugar anónimo, frío, casi hostil. En las casas antiguas había aún peldaños de piedra, barandillas de hierro forjado, esculturas, grandes hachones, a veces una banqueta entre piso y piso para que descansara la gente mayor. En las casas modernas hay ascensores con las paredes llenas de graffití que quieren ser obscenos y escaleras llamadas «de socorro» de cemento desnudo, sucias y sonoras. En esta casa, en la que hay un ascensor viejo, casi siempre averiado, la escalera es un lugar vetusto, de una limpieza sospechosa, que se degrada de piso en piso siguiendo las convenciones de la respetabilidad burguesa: dos espesores de alfombra hasta el tercero, uno luego y ninguno en las dos plantas que están debajo del tejado.

Sí, empezará aquí, entre los pisos tercero y cuarto del número 11 de la calle Simon-Crubellier. Una mujer de unos cuarenta años está subiendo las escaleras; viste un largo impermeable de escai y lleva en la cabeza una especie de gorro de fieltro en forma de pan de azúcar, algo parecido a la imagen que se suele tener de un gorro de duende, dividido en cuadros rojos y grises. De su hombro derecho cuelga un gran bolso de tela recia, un bolso de esos en los que cabe todo. Un pañuelito de batista está atado a una de las anillas de metal cromado que une el bolso a su correa. En toda la superficie de este último se repiten con regularidad tres motivos pintados como un estarcido: un reloj de pared, una hogaza partida por el medio y un recipiente de cobre sin asas.

La mujer mira un plano que lleva en la mano izquierda. Es una simple hoja de papel, cuyos pliegues visibles aún prueban que estuvo doblada y que está sujeta con un clip a un grueso folleto ciclostilado; es el reglamento de copropiedad del piso que va a visitar esta mujer. En realidad, en la hoja se han bosquejado no uno sino tres planos; el primero, arriba y a la derecha, permite localizar la casa más o menos hacia la mitad de la calle Simon-Crubellier, la cual divide oblicuamente el cuadrilátero que forman las calles Médéric, Jadin, De Chazelles y Léon Jost, en el barrio de la Plaine Monceau del distrito diecisiete; el segundo, arriba y a la izquierda, representa la sección del edificio, indicando esquemáticamente la disposición de los pisos y precisando el nombre de algunos vecinos: señora Nochero, portera; señora de Beaumont, segundo derecha; Bartlebooth, tercero izquierda; Rémi Rorschash, productor de televisión, cuarto izquierda; doctor Dinteville, sexto izquierda, así como el piso deshabitado del sexto derecha que ocupó hasta su muerte Gaspard Winckier, artesano; el tercer plano, en la mitad inferior de la hoja, es el del piso de Winckier: tres habitaciones en la parte delantera, que dan a la fachada, una cocina y un lavabo que dan al patio de luces y un cuarto trastero sin ventana.

La mujer lleva en la mano derecha un gran manojo de llaves; deben de ser las de todos los pisos que ha visitado hoy; algunas cuelgan de llaveros fantasía: una botella miniatura de Marie Brizard, un tee de golf y una avispa, una ficha de dominó que representa un doble seis y una figura octogonal de plástico en la que hay incrustado un nardo.

Gaspard Winckier murió hace casi seis años. No tenía hijos. No se sabía si le quedaba aún familia. Bartlebooth contrató a un notario para buscar a sus eventuales herederos. Su única hermana, Anne Voltimand, había muerto en 1942. Su sobrino, Grégoire Voltimand, cayó en el Garellano cuando el hundimiento de la línea Gustav, en mayo de 1944. El notario tardó varios meses en descubrir al descendiente lejano de un primo suyo; se llamaba Antoine Rameau y trabajaba en una fábrica de sofás modulares. Subían tanto los derechos de sucesión, a los que se agregaban los gastos ocasionados por el reconocimiento de la línea sucesoria, que Antoine Rameau lo tuvo que subastar todo. Hace unos meses que los muebles andan dispersos por los depósitos municipales y unas semanas que una agencia compró el piso.

La mujer que sube las escaleras no es la directora de la agencia sino su ayudante; no se encarga de los asuntos comerciales, ni de las relaciones con los clientes, sino únicamente de los problemas técnicos. Desde el punto de vista inmobiliario, el negocio es bueno, el barrio correcto, la fachada de piedra, la escalera se halla en buen estado a pesar de la vejez del ascensor; y la mujer viene ahora a inspeccionar más detenidamente el estado del piso y a hacer un plano más preciso de sus partes, distinguiendo, por ejemplo, con líneas más gruesas las paredes de los tabiques, y con semicírculos y flechas en qué sentido se abren las puertas, prever las obras y preparar un primer presupuesto del acondicionamiento total; será preciso derribar el tabique que separa el retrete del cuarto trastero, lo cual permitirá instalar un aseo con polibán y water; habrá que cambiar las baldosas de la cocina, sustituir la vieja caldera de carbón por otra mural de gas ciudad mixta (calefacción central y agua caliente) y quitar el parquet de espinapez de los cuartos, extendiendo en su lugar una capa de cemento, que se cubrirá con un revestimiento de arpillera y moqueta.

Ya no queda gran cosa de aquellos tres cuartitos en los que vivió y trabajó Gaspard Winckier por espacio de casi cuarenta años. Desaparecieron sus pocos muebles, su banco de trabajo, su sierra de calar y sus minúsculas limas. Sólo queda, en la pared, frente a su cama. Junto a la ventana, aquella tela cuadrada que tanto le gustaba: representaba una antesala en la que estaban tres hombres. Dos permanecían de pie, vestidos con levita, pálidos y gordos, con unos sombreros de copa que parecían atornillados a sus cráneos. El tercero, también de negro, estaba sentado al lado de la puerta en la actitud de un hombre que espera a alguien y se ponía unos guantes nuevos cuyos dedos tomaban forma con los suyos.

La mujer sube las escaleras. El viejo piso se convertirá pronto en una coqueta vivienda, living doble + habit., conf., vista, tranq. Gaspard Winckier ha muerto pero la larga venganza que urdió con tanta paciencia y tanta minucia no ha acabado de cumplirse todavía. parecieron sus pocos muebles, su banco de trabajo, su sierra de calar y sus minúsculas limas. Sólo queda, en la pared, frente a su cama, junto a la ventana, aquella tela cuadrada que tanto le gustaba: representaba una antesala en la que estaban tres hombres. Dos permanecían de pie, vestidos con levita, pálidos y gordos, con unos sombreros de copa que parecían atornillados a sus cráneos. El tercero, también de negro, estaba sentado al lado de la puerta en la actitud de un hombre que espera a alguien y se ponía unos guantes nuevos cuyos dedos tomaban forma con los suyos.

La mujer sube las escaleras. El viejo piso se convertirá pronto en una coqueta vivienda, living doble + habit., conf., vista, tranq. Gaspard Winckier ha muerto pero la larga venganza que urdió con tanta paciencia y tanta minucia no ha acabado de cumplirse todavía.

martes, febrero 09, 2010

La vista sin bella

El poeta se moja en la ladera, el barro lame sus palabras y las hace bolitas, ahuyentando a sus musas sucias. Imagina el aguacero de Paris y a Vallejo tomando vino en un “fauteuil” y busca los restos de sus muebles en los escombros.
El poeta no duerme espera en el insomnio con su verso tembloroso a que caiga la última piedra sobre el resto de sus libros.
El poeta borra a la Bella con cenizas y deja a Vista desnuda en la montaña, odia el barro en sus palabras.
Al poeta no le da la gana de ir hoy a las 12:00 a El Prado a escuchar a otros poetas de versos secos, hablando de la lluvia en sus poemas.

miércoles, febrero 03, 2010

Sobre el resultado del amor


..."El amor nace del deseo de hacer repentino lo pasajero"...dice la greguería de Gómez Serna que aparece como epígrafe en el afiche de la peli. Subiela nos regala una película cargada de personajes propios de su universo poético (locos, prostitutas, soñadores, burócratas). También nos pone unos guiños con maquillaje de realismo mágico en “La Villa” (Vírgenes y Cristos, cómplices y castigadores, que lloran sangre o ríen en la cruz).

Mabel, la niña, payasa, prostituta, interpretada con una soltura admirable por Sofia Castiglione, sabe permanecer y dejar que permanezcas en la sonrisa, poniendole una nariz de payaso a la vida. Es capaz de hacer ademanes chaplinescos a un Cristo Crucificado o poner cara llorona a una virgen que la premia o la castiga.

Es que las mujeres de Subiela saben llorar con el Jazz, jugar con la manguera en la tina y esta en especial mueve sus caderas de hilo con un buen cuartero cordobes, igual que en un andamio alegrando a niños enfermos desde una ventana.

Mabel es convincente y sabe como enamorar a un personaje vestido de pajarraco (Guillermo Pfening) y al solitario de la fila 9 asiento 9 que escribe esta nota.

Si, Mabel o Clavelina, tu decides con quien quieres quedarte, es una de esas mujeres que gustan por su irreverencia y -muy a lo Girondo- que saben volar y hacen que te importe un pito el tamaño de sus senos o la exactitud de sus caninos.

Esta peli vuelve a recordar la magia, evoca y celebra a Benedetti, rescata a Gomez Serna en un colchón lleno de ombligos, con un juego delicioso de Greguerías en la cama. Vale la pena verla, es una buena metáfora del amor y de aquello que es más fácil predicar que hacer “darse al otro”.

Sin duda la Peli prenderá mejor en los corazones menores de 25 (esos que no vieron El Lado Oscuro del Corazón) que en los de casi 40. Lo anterior nada tiene que ver con el guión está claro, sino es más producto de las miradas y lecturas más curtidas que -a los que disfrutamos a ese poeta perdedor y solitario encarnado por Grandinetti el 93- nos dieron los años y los palos de la realidad. Tal vez sea por eso que la iconografía y la prosa de Subiela, en varios pasajes de la película, tuvo sabor a cliches ya repetidos, a frases hechas y tantas veces dichas.

Por último y no me imprta decirlo "sobre el resultado del amor" me llenó de esa cursilería y al final, por más que me haga al duro, me sigue gustando, la sigo esperando, por que aún evoca, parafraseando a Vinicious de Moraes, eso de el amor es eterno hasta que se acaba.

jueves, enero 21, 2010

LAZARO.,...(J. Sabina)

Lázaro, levantate y anda,
ponte el apellido,
vuelve del olvido,
engánchate a la oferta y la demanda
Eh, flaco,
esto es un atraco,
págale a la vida
más de lo que pida,
eh, viejo,
jugate el pellejo.
Aquí te esperan
las ojeras
del mar,
el recibo del gas,
la gorda de la esquina,
y el Clarín y el Prozac
y crecer y subir y bajar
y el otoño, el café, la rutina
y Tom Waits y Edith Piaf...
Y volver a volver a empezar
a volver a empezar, a volver a empezar.
Eh, loco,
contrólate un poco,
mira que las musas
no aceptan excusas,
Eh, pibe
despiértate y vive.
Eh, socio,
que esto es un negocio,
échame una mano,
siéntate al piano,
Eh, Fito,
que te necesito.
Aquí te esperan
las tijeras
del sol
el asfalto, el smog
y el perfume mas caro
y el jazmín y el caviar y el reloj
y el granizo, la ley, los disparos
y el azul y el carbón.
Y el amor después del amor
después del amor, después del amor
Eh, Lázaro, levántate y anda.

martes, enero 19, 2010

Sin adjetivos

Alguna vez unos me llamaron poeta, otros me descartaron por exceso de comas en los versos.

Los menos tomaron vino a la madrugada y en sus recurrencias usaron de cenicero uno que otro de mis poemas alucinados.

Los más pasaron de largo estornudando su carrera en mis palabras.

Ya con la mitad del camino a cuestas me valen madre las etiquetas. Escribo y punto y se que me faltará vida para leer todo lo que quiero leer, me faltará sangre para pulir todo lo que quiero pulir, para aprender todo lo que quiero aprender. No importa algo de mis palabras irá quedando en la gente sencilla.


Oda a la Crítica
(Pablo Neruda)

Yo escribí cinco versos: uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres, las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron
paredes, pisos, sueños,
En una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
Comieron mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera,
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
Entonces, llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
y entre todos se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y
otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a distupar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura.
Porque no fui bastante
popular para ellos
o impregnados de
dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas,
se retiraron todos y entonces,
otra vez, junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres,
de hicieron fuego,
construyeron casas,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron relámpago y anillo.
Y ahora, perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.

miércoles, enero 06, 2010

PASE 163

Ella ha vuelto, es una especie de elipsis de paño con vinagre blanco, una pastillita, un susurro divino, un ya no te espero, un sin embargo haces eco.

En este silencio es una forma de lavar gritos, mordiendo esas saudades exquisitas con sus ojos. Es todo menos: la modorra, la astenia, la apatía, la anedonia, la abulia y otras tantas cosas que me hacen llamarla en reverberantes estornudos. Ella es al final mi antídoto sopocachense.

Ella ha vuelto y ríe con el foco lila en su cuerpo y me muestra su lengua ya sin piercing negro, me besa la panza con ese par de alas tatuadas en su cadera y celebra a mi lado estar a punto de terminar la carrera de medicina.

Infla el pecho orgullosa y me invita a "challar” sus nuevas y asiliconadas tetas en mis labios. Sabe de medicina lo que yo de letras y cuando no cascabelea el coxis en este colchón, cierra todas las puertas de su cuerpo. Cuando no trabaja en el 163 pasa sus días en el hospital psiquiátrico metiendo su inofensivo e inservible dedo meñique en la nariz de los toxicómanos. Penetra sin pagar los tabiques perforados por la cocaína y les reprocha con un guiño en el rostro su absurdo romance con la blanca.

Ella me besa rompiendo códigos amatorios, burlando a su alcahuete me susurra—quiero ser tu mejor fiesta- Sin permiso deja a mi cuerpo despertar en sus caderas, conjura prosa barata con aquel anillo de plata que un napolitano le regaló en miraflores, artilugio que ahora duerme celebrando la nada en su mano izquierda, cual amuleto espanta rosas.

Ella ya no baila en el tubo, por que dice que le paspaba los sueños, y sólo le raspaba el bolsillo. Ganabba poco en el escenario por eso prefirió ser su dueña, ganando 200 por hora. Celebra con sus piernas exactas ahorcando mis tobillos haberse comprado un auto, haberme reencontrado luego de 3 años, estar a punto de ser doctora y sin ningún hijo a cuestas.

Al hablar de paliativos químicos me dice que no gracias, que no quiere ser baile en Tiquipaya ya que le aburre la marihuana. Dice que canta mejor con Jack Daniels y en su fantasía en borbón se convence que ser puta es bueno.

Ella nuevamente ha reído, con el precio justo, con el beso en labios, cosa ya de por sí anti ética y confianzuda para este rubro. Nuevamente arañó en cabalgatas el viejo tambor de grasa que ecológicamente protege mis genitales.

Ella quiere volver a su valle, por que odia el lubricante barato, el foco violeta de marca china. Detesta la textura de las sábanas almidonadas y sobre todo aquel gobelino sintético, con una amazona casando un tigre, mal clavado en el techo que tiene que ver en mitad de las caricias torpes de algún borracho de mandíbula desencajada.

Ella me confiesa que por nada del mundo quiere volver a emborracharse sola en este lugar. Sabe que por más que se resista “El Tio” del boliche cuando duerma le bajará otra vez los calzones y hará de las suyas, esparciendo azufre en su entrepierna. Lo peor no es que a ella no le guste, lo insoportable es que nuevamente lo hará sin pagarle un peso.