El poeta se moja en la ladera, el barro lame sus palabras y las hace bolitas, ahuyentando a sus musas sucias. Imagina el aguacero de Paris y a Vallejo tomando vino en un “fauteuil” y busca los restos de sus muebles en los escombros.
El poeta no duerme espera en el insomnio con su verso tembloroso a que caiga la última piedra sobre el resto de sus libros.
El poeta borra a la Bella con cenizas y deja a Vista desnuda en la montaña, odia el barro en sus palabras.
Al poeta no le da la gana de ir hoy a las 12:00 a El Prado a escuchar a otros poetas de versos secos, hablando de la lluvia en sus poemas.
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