Cuando Dios te da un don, también te da un látigo,
y el látigo es únicamente para auto flagelarse (Truman Capote)
Felipa despierta, deja la postura fetal que usó para dormir, estira los pies y patea las piernas del Marraqueta. Mueve un brazo y golpea la espalda del Buñuelo. Ambos se encuentran acurrucados, uno con la panza pegada al poto del otro. Felipa abre los ojos (rojos), se toca la panza (tibia), con los dedos como peine distribuye la grasa de su cabello. Con las uñas (negras) se rasca el cuero cabelludo en busca de eso que no sabe si es pulga o piojo, pero que cuando despierta la jode.
Felipa vive en la calle hace dos años, se siente más segura en La Pérez Velasco que en la casa de su madre. Hace tres meses que duerme en un quiosco de lata que antes era revistero. Comparte su hueco con el Buñuelo y el Marraqueta.
Al Buñuelo, que en realidad se llama José, le dicen así debido a una cicatriz de quemadura, redonda en el abdomen. . Un policía se la produjo con gasolina en una redada. El Buñuelo se encogió para defenderse, pero de una patada el “PAC” lo dio la vuelta y con un lanzallamas improvisado, hecho con un ambientador y un encendedor, apuntó a mitad de su cuerpo. El fuego prendió su chamarra de plástico, cuando trató de quitársela parte quedó pegada a su abdomen, dejándole una marca redonda alrededor de su ombligo con la forma de un buñuelo.
Al Marraqueta, que en realidad también es José, no se sabe si lo llaman así por la forma ovalada, con nariz larga y plana de su rostro o por que siempre lleva una marraqueta dura en el bolsillo, con la que se defiende de sus agresores. Dicen que el rato que menos piensan el Marra, como lo llaman los amigos, lanza un golpe con la cara anterior del pan duro al rostro de su contrincante. La costra de aquella marraqueta, produce una marca en la cara del adversario similar a la de un rastrillo.
Felipa es aymara, tiene diez y siete años y nació en El Alto. Se fue de su casa después de cumplir los quince años. Está embarazada de seis meses y no sabe si el padre de su wawa es el Buñuelo o el Marraqueta. Tiene una imagen difusa del día que pasó todo. Fue violada por ambos, que aprovecharon su estado de vulnerabilidad por el K’olo (nombre con que se llama a la droga). Felipa sabía que no era un objeto y estaba harta de que usen su cuerpo sin su permiso. Esa noche tuvo sexo por despecho, por frío, por que estaba “fumada” y creía que así se curarían las heridas que le dejó el padrastro. Al día siguiente lloró, tuvo asco y tuvo miedo. También le molestó la sangre seca y coagulada en su muslo derecho.
Felipa odia y quiere a los dos tipos que comparten el quiosco con ella. Su contradicción, reproduce la de su madre, la de su abuela, la de ser mujer en una ciudad que ni en sus alcantarillas se libra del machismo. Felipa está sola en La Paz. El Marraqueta y el Buñuelo, con el pretexto de cuidarla no la dejan irse, aunque desde que le empezó a crecer la panza no la tocan y la miran con miedo. Cuando ella se duerme antes, por turnos le levantan su chompa, para mirar como se mueve su panza y asombrarse con el tamaño que ahora tienen las aureolas de sus senos.
Felipa se escapó de la casa de su madre para evitar las palizas y borracheras de su padrastro. Su padre se fue día antes de que ella cumpliera un año. Últimamente ella tose mucho y en las noches se queja de que le duele el cuerpo. Tiene hambre, la misma que antes de estar embarazada y come un poco más que antes porque les roba su parte al Marra y el Buñuelo.
Felipa va a ser madre y le preocupa no tener una cuna para la wawa. El Marraqueta y el Buñuelo el otro día le han dicho -tranquila nomás quedate, un Toyota Caldina vamos a conseguir y los tres nos vamos a escapar a Sorata – harta marihuana dicen que hay y lleno de gringos sonsos que vienen a fumar está, fácil se les puede chorear—dijo el Marra.
Como cada mañana, Felipa recoge el cartón y el colchón de paja que los tres usan para dormir. Los dobla y deja parados en una esquina del kiosco. A las ocho va al puesto de revistas que está debajo de la pasarela de la Pérez Velasco, le pide su cajón de lustrar a la señora que ahí trabaja y que amablemente se lo guarda. Cruza la pasarela y en el Mercado Lanza pide (al debe) un jarro de café con un pan con queso. Se pone su pasamontañas, cruza nuevamente la pasarela y se sienta en las gradas de la Calle Comercio y espera.
Felipa es lustra igual que el Buñuelo y el Marraqueta, los tres son invisibles para la ciudad, son personajes que para el resto no hablan, sólo decoran la Pérez, como una especie de topos (jóvenes en cuerpos viejos) que conocen de memoria las baldosas del suelo y para los cuales el inicio y el final de su existencia se llama escobilla y apellida betún. Ella inhala pegamento tres veces al día y fuma pasta base de vez en cuando. No es que le guste drogarse ¿A quién le gusta quemarse el cuerpo? Lo hace por frío, hambre, miedo, porque le gustan las hadas y princesas, porque así se las imagina más fácil y hasta el Marraqueta parece príncipe. A ella le asusta la falta de esperanza y cuando “chinea” sus ojos se ponen rojos de alegría.
- Tienes que comer mejor y dejar de meterte sonseras, si sigues clefeando tu wawa va a nacer sonsa y con cola – le ha dicho la enfermera del Centro Piloto – Felipa se ríe, el Buñuelo es bien sonso piensa y el Marraqueta con cola se vería mejor, se dice.
La Felipa, mientras lustra los zapatos de un viejo de terno plomo lee el titular del periódico La Razón: “Rige la Ley y Periodistas Buscan Referéndum. El Primer Mandatario señaló que con la norma se eliminará toda expresión que melle la dignidad de campesinos, indígenas y los pobres del país, que ahora tendrán derecho a acceder a cualquier lugar del Estado Plurinacional porque se acabaron los privilegios que tenían unos cuantos – Nunca más nos dirán este indio huele mal, nunca más nos discriminarán y botarán de un hospital – sentenció con firmeza el Presidente al firmar la ley”. Felipa lustra despacio para alcanzar a leer todo – ¡Apúrate pues chango! le grita el cliente.
Felipa no entiende bien la palabra discriminar, le cuesta leer. Si el Presidente habla de hospitales, esa ley tal vez la ayude a que no la miren feo al entrar, piensa. Felipa quiere Volver al colegio, la sacaron porque era mujer y había cumplido siete años y era hora de ayudar a su madre a vender. Felipa, lee que los periodistas han empezado una huelga de hambre, porque se oponen a dos artículos de la ley contra la discriminación. – Lo que dejan de comer por huevadas, piensa.
La Felipa lustra los zapatos a dos chicos de mochila. – Dice que las magníficas harán huelga de hambre pero al revés, van a comer y comer hasta ponerse gordas y feas como protesta por ese otro proyecto de ley que quiere prohibir las imágenes públicas de mujeres con poca ropa—escucha. – Como esa de Cuba Libre K´ala en el lago Titikaka que tanto le gusta al Marraqueta—piensa. – No basta el periodismo ahora nos quieren dejar sin modelos – Afirma con ironía uno de ellos. – Su gordura será su mejor protesta- responde el otro.
Más tarde dos personas de corbata hablan, uno le dice al otro –claro pues a este indio a palos nomás lo trataban antes, lógico pues ahora a rodillazos se quiere hacer respetar. Vamos a tener que inventar qué decirles a los minibuseros, no vamos a poder decir “tara de mierda” nos van a meter presos – Les diremos pues “Betos”, nadie se va a dar cuenta – Le dice el otro entre risas -¿No ve Beto?- reafirma la ironía mirando el pasamontañas de Felipa.
Felipa tiene hambre, ha ganado 12,50 y se ha antojado torta de la confitería “Lido Grill”, pero ahí el mozo no la deja entrar. Más tarde lustra las botas a una mujer –bien largas son, no va a querer pagar dos lucas por bota – piensa. – Flores me ha regalado ayer y hoy me va a llevar a cenar, antes que a su mujer dice que me ha felicitado — dice la mujer. Más tarde otra mujer habla de lo mismo – El día de la mujer se conmemora no se festeja, se recuerda la lucha de Adela Zamudio y en este país machista no hay nada que festejar — dice. Felipa no sabe por qué las mujeres tienen que tener un día ¿Acaso los otros son del hombre? se pregunta. No entiende eso de la inequidad de género, no sabe usar palabras difíciles, no sabe cómo se explica pero sabe como se siente.
A Felipa de niña su madre la pateaba en la cocina, con plancha le ha quemado una vez cuando al lavar tiñó la ropa de una clienta. Su padre quería que sea hombre, quería que se llame Felipe. Para recordarle que no quería otra hija mujer le puso Felipa, como forma de recordare que fue un accidente no deseado. Felipa no tuvo bautizo, su madre fue solita a registrarla. El otro día el cura de San Francisco le ha dicho que si no se bautiza, cuando muera al infierno directito se va a ir. El otro día le avisaron que su padre murió en un accidente, se enteró, así nomás, estas cosas uno se entera rápido. La Felipa no ha llorado, tampoco ha reído. Su padre era camionero y se ha caído al barranco. Borracho seguro estaba ha pensado.
El otro día “la Feli”, como le decía su abuela, ha lustrado hartos zapatos en la Nueva Plaza Camacho. Bien raro ha sido, harta cámara de tele había y harto periodista se ha sacado sangre con jeringa. “No a la ley mordaza” “No a los rodillazos a la libertad” han escrito en cartulinas con su sangre. – Si pura sonsera hablan, bien hecho – ha dicho una señora. – Este Evo así pues a la mala también quiere tratar a todos, mucho se le han subido los humos – dice otra señora.
El Buñuelo le ha contado que ha escuchado que los del diario El Extra, están renegando. — Ya no van a poder poner en su titular “maraco cogoteado”, “persona ahorcada” van a tener que decir. El Marraqueta piensa qué sonsera ha de ser, no va a tener chiste dice.
- Los periodistas llevan varias materias de ética en la universidad, les enseñan a respetar al otro pues, no sé ahora que tanto miedo tienen a esta ley – dice otra persona. La Felipa mira callada y escucha cómo otro le responde –Es que el dueño le dice qué escribir pues o que leer en la tele, el periodista su empleado nomás es y si no quiere cumplir, lo botan por eso los dueños no quieren pues asumir su responsabilidad y se oponen a la ley, más fácil es echarle la culpa al periodista que aceptar nomás que eres responsable de cómo informas – dice el otro señor.
Felipa poco entiende de periódicos y no tiene tele. – Esto de los dueños de los medios, parecido a lo que mi padrastro hacía con mi hermano. Lo pateaba cuando el auto estaba mal lavado y luego le decía al dueño “jefecito va a disculpar, culpa de este chango que bien sonso es”. Lo mismo nomás debe ser – piensa. – Igualito que cuando yo he nacido, mi culpa ha sido, por eso a mis siete me han dicho que – como era mujer – para qué iba a estudiar, si ni mi madre ni mi abuela habían terminado el colegio, por qué yo quería ser pues diferente.
Dice que ahora, con la ley, en los restaurantes no van a poder prohibir la entrada a nadie, no podrán decir: se reserva el derecho de ambición o “no cholas ni pandilleros”. Ella no sabe en cuál de esas categorías entra: pandillera debe ser ya que a veces les ayuda – al Buñuelo y el Marra – a descuidar a los gringos de San Francisco. Chola no es pero sueña con que algún día pueda serlo. Se imagina con una linda manta de vicuña, unos topos grandes y pesados en las orejas, bailando en el Gran Poder.
A la Felipa le molesta la panza, le hace frío. El otro día la Señora Elsa de “El Merlan” le ha dicho –Vas a ver hija con esta ley todos vamos a ser iguales, es hora – como ha dicho el Presidente – que nos respeten pues aunque sea a la mala. La Felipa no entiende ¿Acaso con papel escrito nomás todo va a cambiar? ¿Acaso porque diga el Presidente me van a tratar bien? No entiende, pero quiere creer.
A la Felipa le duele la espalda, todo el día encorvada lustrando le hace sentir mal. Tiene ganas de acariciar su panza en una cama caliente, ya no quiere dormir con esos dos que a la fuerza la quieren besar. Ayer la Felipa ha ido a la Plaza Murillo y a mediodía lo ha visto salir al Evo, se ha querido acercar para preguntarle sobre esa ley y ese rato dos grandotes de lentes negros la han empujado. Más tarde ha salido una diputada de sombrero de “Cochala” –haber dame campo imilla – le ha dicho. Luego la ha escuchado decir a un periodista con cara bien seria: “Esta ley es para que se revierta – aunque sea pues con látigo – la injusticia y discriminación, sobre todo aquella ejercida contra la mujer”.
Mi mamá, látigo debería haber usado contra mi padrastro para que no me pegue, igual le debería haber dicho que no me trate mal por no ser su hija y que no me toque. Yo, látigo debería haber tenido cuando borracho llegaba y a la fuerza me llevaba a su taller, me bajaba el calzón y harto me hacia llorar. Felipa piensa: Quiero que mi wawa sea doctora de la cabeza, para curar a esos que patear nomás saben. Si es mujer, ojalá que con esta ley el Evo haga que las cosas sean diferentes, aunque no creo, recién cuando fue Presidente a su hija la ha tratado bien, hasta fiesta de quince le ha hecho, además el otro día dice que a las mujeres del Chapare en un discurso les ha dicho: – ustedes mucho se quejan y sólo para bailar nomás sirven.
A Felipa le ha empezado a doler la panza en la madrugada, el Marraqueta y el Buñuelo la llevaron al Hospital porque estaba perdiendo sangre. – Igualito nomás que antes de la ley, al llegar la enfermera a gritos nos ha tratado, la Felipa – llorando – ha tenido que esperar harto, luego de sacarle sangre, dándole un calmante, le han dicho que se vaya, recuerda el Marras.
- Al día siguiente la doctora feo la ha mirado, dice el Buñuelo, ¡Para que te embarazas pues, VIH tienes!, le ha dicho. – Esa gripe del chancho debe ser, no te preocupes – le susurra el Marraqueta tratando de calmarla. Después de escuchar a la doctora, los tres salen del hospital con más calmantes y una receta.
En la noche a Felipa le volvió a doler la panza. La señora del Mercado le dio mate de cola de caballo – Tu panza está dura y estás con fiebre, por hay tu wawa se ha muerto, le ha dicho. – Para qué voy a ir al hospital, feo me saben reñir ahí, mi wawa viva o muerta mejor está aquí dentro. Otra cosa hubiera sido pues si no me hubieran sacado del colegio por ser mujer. Marra traéte traguito, alguito nos fumaremos, harto frío hace, esta noche otra vez parece que va a llover. Los tres nos vamos a estar cuidando, con wawa o sin wawa – afirma Felipa. -Aquí en este hueco de lata solitos no más nos vamos a proteger – dice el Marraqueta – mostrando desafiante su pan duro.
Felipa mira al Marra y el Buñuelo y serena les dice: -ya no me duele, ya esta pasando, chistoso es ¿No ve? mi wawa está en mi panza enredada y nosotros, igual que fetos, en este hueco de lata nos acurrucamos. Con látigo o sin látigo mañana igual a los tres nos van a mirar feo, changos maleantes nos van a decir. No sirve siempre esto de sólo hacer leyes, no sirve.
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