Hay un cierto escozor en los pies en el correteo previo, este ritual en la terminal de buses trae consigo expectativa, ansiedad, paranoia y aromas raros. LLego, el taxista me dice va a alcanzar, esquivando dos inglesas de pantalon de aguayo y nariz en escarcha, por el sol paceño, el cristal blanco en las fosas, quien sabe.
En la ventanilla, pido el pasaje, con torpeza me mira y me muestra un tablero con asientos ocupados. Aquella mujer de nariz también roja, entre soplidos de resfrío me dice que no insista. La resignación me lleva al bus de siempre, ese que pasa Rambo y Capulina a las once de la noche y matiza la soledad de viaje con exitos de José José. Me mira la cara un gordito come empanada y pone el precio, en función a las reglas del mercado y a mi ansiedad, 120 me dice y muerde el queso que chorrea.
Camino por el lugar, amplio pasillo lleno de bancas de madera, en fila la gente viendo jugar al Real Madrid, en diferido en la tele local. Decido hacer tiempo, tengo dos horas antes de abordar el bus, 18 antes de llegar a destino. Todo está en la preparación psicológica le decía a la amiga de la oficina antes de salir, todo está en el viaje.
Asumir la carretera como una forma de mirarse de fuera sentado en la fila 35 lado derecho, delante del baño, es una cabala. Entender el silencio entre una novela leida a tropezones en el asfalto mordido y de rato en rato escribir unas líneas al tiempo, así debe ser la purga.
Puse a Fito en el Discman con eso de Rollinga o Miranda Girl y me acordé de aquella cambita, a la que le gritabamos collinga como un título honorario que le daba el Illimani, la que vino a La Paz con la plata del viejo motoquero que murió de infarto. Ella decidió vivir sus veinte años en un cuarto en la Plaza Avaroa y jugar a ser modelo en una ciudad aburrida y de piense como dice.
Detrás de la cortina que da a la esquina del baño espera ella, cartera de oso panda, made in china y recibe en silencio el empujón de aquella pelo amarillo y tacos aguja que grita en la cabina su charla para que todos aplaudan.
Insisto, esta espera purga la ira, la incoherencia y te pone frente al viaje, al camino, al encuentro con lo que reclama el corazón. No hay poesía en este juego, sólo silencio compartido con miles de viajeros apresurados, así es como debe ser este silencio, así es como debe ser.
Esta noche es propicia para la lectura, mirar las estrellas del altiplano escupiendo en la ventana su pureza, mientras ella al otro lado durmiendo, en su espera, reclamando el encuentro.
Por ahora tengo sed de beber este lugar, estas miradas de llegadas, de retorno, de separación, estos llantos de carretera.
Más tarde llegará él de ojos rojos y respiración de pegamento a contarnos algún chiste, una canción desafinada de los Kjarkas, a vendernos maté de ruda, té de tilo, uña de gato para el colon y la prostata.
Por ahora, me llega el reflejo de aquella de gorra roja y lenguaje a señas que tiembla unas letras a la Asociación de Sordos. Sus yemas no sienten la ansiedad del golpeteo en el teclado, ni los rumores de olas negras de este lugar. Da besos a su niño que en respetuoso silencio espera y de rato en rato un guiño le lanza.
En una hora hay que abordar, se me acabo el agua, el sol tiembla y La Paz me da su manto de atardecer como amuleto de despedida.
9 comentarios:
Bueno... Qué cantidad de imágenes. Vienen a mi memoria los recuerdos de momentos que he vivido en tránsito. Los viajes, aunque sean cortos y con pronto retorno, nos ponen estas imágenes delante y nos hacen pensar y sentir. Pensar en quien dejamos o lo que dejamos. Sentir profundas melancolías, nudos en la garganta, a veces incontenibles, con o sin motivo. por ahí sólo estás yendo a Coroico por el fin de semana.
Y a la vez esa emoción incomparable de estar en un bus, especialmente de noche, mirando al cielo vomitar estrellas. O aterrizar en La Paz, también de noche, con un maravilloso espectáculo ahí afuera: los cerros contaminados con luces y casas a manera de un bordado inmenso de oro. Mejor si el vuelo llega temprano, a eso de las 5 am. Illimani, amanecer y cielo de anaranjados y celestes que no existen en una paleta de colores.
Todo viaje es una experiencia, desde que te subes al bus o avión, hasta que llegas a destino y viceversa.
La Terminal es una maravilla, desde el mimso hecho que haya sido Eiffel el que la diseñara, hasta que sea un microcosmos en el que las ausencias devinene precencias, y viceversa, mediadas por el recuerdo/olvido en lo que dura la espera. Buena crónica, vijeo. Espero impaciente la que corresponda al retorno.
Un abrazo.
Fe de erratas: donde dice "precencias", debería decir "presencias". (¡Yaaaaaa!)
uhhhhh que error mas grave...lo corrijo al tiro..
por ahora primera escala santa cruz, segunda escala Cochabamba...
El viaje de La Paz a Santa Cruz por tierra es hermoso. Uno va viendo de a poquito los caprichos de la naturaleza: del altiplano y su paisaje casi geométrico, donde el viento canta libremente, hasta la sinuosidad de los árboles y la vida a borbotones que empieza llegando al Chapare pasando por el valle, el punto intermedio e ideal.
cuándo vas a estar por cocha?
ahora nos toca el vino aquí...
avisá pues!
Che estido, que gil, lei veinte veces el texto y no encontraba presencia con c, había sido en tu comment recién me fijo che..
Aca de momento en la llajta donde LA CLIMA es bien...
Saludos
No hay lío, viejo, no es por gil, es que estás en Cocha....
aaahhh.... qué hermoso es viajar y ver los contrastes de cada región, cómo va tomando la vegetación presencia en el paisaje...
la espera en la Terminal es también interesante... cada personaje es una historia distinta, no sólo en la Terminal de La Paz, sino en todas las terminales!
Saludos
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