lunes, julio 23, 2007

Mandatos

Vuelvo a este lienzo negro, luego de un silencio auto impuesto, una de esas mordazas a la palabra que se dan cuando la cabeza se ha saturado de burocracia y papeleo de oficina pero que hay que aguantar por que dan plata para que la panza disfrute un platito y la sangre agridulces adicciones.

Vuelvo, después de un mes en el que mi alma se nutrió de vida y del palpitar puro de aquella sangre de mi sangre. Me reencuentro con la bruma, luego de tardes y noches de parques, de jugar a las escondidas, al mar de tiburones debajo la cama y repetir una y mil veces la misma canción infantil y no cansarme.

En este retorno, encuentro mi pluma limpia de incoherencias y el alma vacía de mierda. Desde el otro lado del espejo, reflejo el eco de lo que en la memoria y en los ojos resiste. En el retorno evoco hermosos tumultos de banderas “cabildeando” en mis pupilas y también molestos y “medio lunáticos” vientos en gritos separatistas en la oreja.

Estoy en Santa Cruz, tierra que me recibe con la memoria de los abuelos, con el eco de antiguos besos y que mece en su brisa casi siempre tibia, casi siempre húmeda a mi niña amada. Escribo desde el llano de mi país, desde la terminal de buses, en una silla de plástico arañada por mil nalgas peregrinas, esperando el bus de las 18:00 que me devolverá al hueco y a las montañas donde habito.

Hace frío, el extraño y desconocido frío húmedo para la piel de un paceño. La brisa del viento, como escupitajo de alfileres, me recuerda que sigo en este camino y el retorno a mi ciudad, de sol parte cachetes y sequedad enfría poros, es innegable.

Es necesario el reencuentro con la palabra, aunque los dedos luego de teclear unos parrafos tengan macurca. Me duelen las yemas por haber callado pero mi cuello y articulaciones tienen el rechinar dulce a miel de la risita de mi hija en la cabeza. Volver a la melancolia toma su tiempo pero no interesa, cuando su mirada dulce al mundo es escudo firme en la batalla.

Tengo pereza en la cabeza y las palabras se mueven lentas y entiendo una vez más que la fuerza del hábito moldea las letras. Sin embargo tengo claro que callar y dejar que la palabra se nutra de silencios recicla y que limpiar las venas del devenir de la noche es un ajuste recomendable de tiempo en tiempo.

Vuelvo entonces con el hígado y los pulmones remozados, las yemas de los dedos sin ampollas, las neuronas llenas de agua, los ojos y el pecho con mil imágenes de pureza y parques. ¿Suficiente impulso para la batalla?, no lo sé, simplemente siento que es tiempo de volver a sumergirme en la noche y dejar que su aceite de calamar enclaustrado tiña una a una las puras memorias que hoy laten.

Es hora de afirmar que el sentido de la unión de sangre, mástil para estar en pie es necesario y único pero también de gritar, como lo hizo el poeta, que el retorno a la noche es un mandato ineludible.

2 comentarios:

Vania B. dijo...

Las risas de nuestros niños - sangre de nuestra sangre - pueden iluminar totalmente la oscuridad más terrible, y elevarte a la pureza del cielo, la inocencia de las nubes, limpiar tu alma de todo tipo de impurezas y con una mirada hacerte sentir niño de nuevo.

Hermosa tu enanita.

Yo llegando y vos yéndote. La próxima que estés por la ciudad de los anillos avisame.

Un gran abrazo, y la próxima que la veas a tu hermosa, le das un beso de mi parte en su cachete rosado.

Sakura dijo...

Bienvenido a la Hoyada!!!, por lo visto con las pilas recargadas con la energía más hermosa que puede haber: Familia.

Espero nos podamos encontrar pronto...

Abrazos =)