miércoles, diciembre 09, 2009

X


X está aquí, mirando al escenario con algo que no tienen sus pupilas. Llegó a este lugar para arrodillarse ante su guitarra, convencido que de alguna manera ella agradecerá en silencio su compañía.
X necesita contar cosas y estar rodeado de gente, así puede pasar desapercibido. Tiene corneas solitarias a las que les gusta mirar: cejas, manos, dedos largos, uñas sin esmalte, rodillas (con o sin pantalón que las cubra), empeines, si acaso algún ombligo, pero sobre todo clavículas, de preferencia las del lado izquierdo. Detesta eso si mirar cuellos cubiertos sobre todo por aquellas chompas “Beatle”; detesta esa palabra ya que le recuerda a la nariz de Ringo Star y a la Peta en la que murió accidentado el poeta que escribía a la altura de esta ciudad. Si no queda otra opción, X prefiere hablar de cuello tortuga, aunque para él sea un competidor que obliga a sus ojos elegir entre el caparazón que esconde sus parpados o la lana tapa cuello y lunares de la flaca de guindo.
X mira el reloj, sabe que faltan 47 minutos para la función, lo cual lo reconforta por que 4+7 da 11 y 1+1 da 2. Para X lo anterior no es casual, está convencido que guarda una directa y estrecha relación con sus dos ojos, sus dos parpadeos por segundo y sobre todo con lo que soñó las dos últimas noches. X recuerda que en aquel sueño balanceaba sus parpados en la almohada junto con los de aquella que hoy cantará canciones de amor que el no pide.
X está convencido que algo más que el azar determina las sumatorias, cree que ella esta noche le reclamará, a cien parpadeos por minuto, sumatorias compartidas cuando su voz rasgue los 18 focos dispuestos en el lugar.
Cuando ella saluda al público y se acomoda la guitarra en el muslo derecho a X no se le ocurre mejor cosa que volverse araña y esconder, con un profundo escapismo, sus ahora 8 ojos en el estante lleno de libros usados que se encuentra en la esquina derecha del lugar. X a fin de evitar la mirada de ella, saca uno de sus ojos y lo pone en un cenicero, los otros siete los guarda en el bolsillo, esto tiene una sola explicación X por más temor que tenga necesita mirar para seguir vivo.
Aquel único ojo bambolea sobre el cenicero y su mirada acaba sobre el bar, mirando cosas inofensivas como el taburete de madera de enfrente, las 35 bolitas de lana que asemejan un bosque de olivares justo a la mitad del abdomen de una francesa resfriada, la aureola del pecho derecho de la mesera del bar, que asemeja un timbre debajo su camiseta blanca sin mangas. Por último descansa en la colección de huesitos encontrados cuando se refaccionó el lugar, esos que están en un huequito con vidrio para que los turistas los vean, huesos de quien sabe quien, de quien sabe cuando, que sin duda son un refugio más seguro para sus ojos que la mirada de la que pronto cantará.
La mujer que X teme mirar y a la vez añora desesperadamente con sus corneas empieza a cantar. X reza por no ser mirado y piensa que su oración producirá algún extraño efecto en el lugar, algún conjuro protector el momento que ella cante aquello de que si rezas no amas o algo parecido. Sin embargo ocurre lo contrario cuando ella canta sus ojos no le obedecen y miran con unas ganas de ser como en el sueño de hace dos noches: ojo en sus cabellos, pupila en sus dedos y sin duda lo más riesgoso pestaña formando arpegios en su ombligo.
X escucha la primera canción y sabe que no hay escapatoria, en ese momento evoca los encantos de aquella cena imaginada salpicada de ají y vino, el sabor canela de la piel de la cantante al amanecer. Mira y se sorprende al sentir el calor en sus mejillas, sabe que hace 70 segundos que empezó la canción y hace 90 que despertó por segunda vez del sueño aquel que no debió traer al concierto.
Las cosas en este punto se han complicado bastante y X siente como altamente probable que ella puede escuchar sus sueños, razón por la cual busca refugio en la mesa. Mira el cenicero, el cigarro, los catorce fósforos alineados en dos filas en una cajita y trata inútilmente de encontrar entre el público una clavícula, unas costillas que le sirvan de cueva en la huida.
Ella escucha sus miradas, lo sabe por que está cantando sobre ojos, en ese momento a X no se le se le ocurre mejor ejercicio que contar las cerámicas del piso cada una de 20 x 30 centímetros. Sabe que si termina de contar todos antes de que termine la canción su mirada estará a salvo, el sueño permanecerá intacto y lo mejor de todo ella lo seguirá ignorando. Sin embargo Por más que se esfuerza intuye que el tiempo no le alcanzará razón por la cual multiplica el ancho por el largo del lugar. 24 baldosas de largo x 11 de ancho, dan 264, las cuales en total suman 12 y la descomposición de esta suma 2+1 da 3. En ese momento se da cuenta que su formula ha fallado, el sueño se derrumba y X se asusta, al darse cuenta que la suma no da numero par. Según X esto puede deberse a que ella piensa en otra persona lo que le produce pánico peor aún puede significar que si balancea miradas con la cantante de la unión de ambos podría nacer un tercero, lo que le asusta aún más. En ese momento se esfuma la pequeña burbuja del sueño en su cabeza. X mira su billetera en busca de un preservativo, la mesa en busca de una calculadora y sus ojos planean la ruta de escape.
Han pasado 2 minutos de la canción, X quiere escapar, recuerda enfadado que sus ojos sólo son capaces de mirar sueños y canciones, no pupilas reales. X no sabe si volverse ojera o parpado comatoso para poder lograr una huida decente del lugar sin que nadie se entere.
X es en honor a la verdad un cobarde. No sabe mirar más que con los parpados cerrados, de esa manera puede imaginar que su mirada se encuentra con la de ella y sus pestañas se estiran para intentar descansar en sus negras cejas. X se asusta y en ese instante empieza a repetir compulsivamente aquella canción de Serugiran que escuchaba hace mas de 20 años, canta en su cabeza aquel estribillo de …”con los ojos cerrados me ves mejor” y realiza un total de 25 parpadeos para disolver las miradas de reojo que produce cada acorde de la guitarra.
X ha contado cada uno de los movimientos en sus ojos durante la canción, también cada una de las veces que bajó la mirada, cuando estuvieron a punto de cruzarse con los de ella. De más está decir que también sintió cada uno de sus temblores de pierna, hormigueos de pie, adormecimientos púbicos y rubor en los cachetes cada una de las veces que en la canción ella habló de ojos.
X está en el lugar, detrás de alguna mesa, encima de alguna silla o tal vez mirando de reojo desde la puerta corrediza del baño, esa que tiene una aldaba de baúl. Sin duda aquel lugar sería el mejor, ahí X podría imaginarse siendo una marioneta encerrada en algo que-más que baño- es un ropero.
La canción ha terminado, en ese momento X empieza a dudar sobre si contar con serenidad cada una de las manchas y líneas en la madera de la mesa o dar alaridos para que ella lo escuche, lo mire y lo esconda en su guitarra.
X es un ojo, una pupila, una pestaña, un parpado, una ojera de baja autoestima, una ceja de cortina, todo eso y más cuando ella responde a su mirada, en este instante X quiere ser sueño, mirar cuando ella duerme, acompañar con caricias de pestañas y velar con leves parpadeos su canto.
X sin embargo está en este lugar, entre el público y se cansa de ser ojo cada vez que mira el techo de catacumba. Hay 12 ladrillos por fila y 15 filas donde la suma da 180, lo que a su vez suma 9, X se angustia por que no sabe si ese 9 necesita un 6 para algún juego erótico, o es un presagio del número de canciones que faltan para sacar el colirio de su bolsillo.
Si X es simplemente un par de ojos sin boca, unas pestañas sin manos, un hombre sin H. Es cobarde por que es ojo parchado.

X está convencido que al final del concierto ella le dirá:

-Hola que bien que viniste ¿te gusto? Che Xavier tus ojos estan rojos la próxima ves ponte lentes ydeja de fumar tantas macanas, ah por cierto tu timidez me está matando.

(Texto para la canción tus ojos de Andrea Figueroa)

1 comentario:

claudia dijo...

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