domingo, enero 29, 2012

Sobre el combate de palabras (Con Salinger, Saenz y Bukowsky en el corazón)




¿Si no es ahora, cuándo? Repite la voz que me susurra al oído izquierdo, recordándome el tortuoso mandato de escribir con plazos y estructura, con la única diferencia que esta noche me encuentro lejos de la resaca liberadora, lo cual impide un fluir más a tono con "la boheme".

Displicente con mi propia palabra, escribo olvidándome de la técnica de mecánico, esa que recuerda: usa giros de tuerca, vueltas de elipsis, omite todo oxímoron. Que te exige poder la maleza de un cuento y jalar la cadena, para que se vaya por el inodoro el excremento de diez barrocas páginas, depurando la reencarnación de Ema Zunz en una mujer de El Acre (que agravio diría Silvina Ocampo).

Vuelvo al formato liberador que me da el blog, aquel que estaba de moda hace siete años atrás y llevó a más de uno a colgar sus chismes de cocina, sus poemas de amor, sus recetas financieras en algún sitio que hoy es basura en el ciberespacio. He vuelto para ver hasta donde se puede llegar en este formato, en tiempos en que la economía de palabras del twitter regula a poetas, periodistas y chismógrafos.

La pasta recalentada tiene buen sabor, más aún si no es en micro ondas. Como y mi ojo derecho mira, con una mezcla de júbilo y serenidad, a mi hija de ocho años, me acompaña frente a su propia computadora. Juega mientras yo escribo, crea un desfile de modas para Barbie, lejos de los libros que quiero que empiece a leer y aún no quiere abrir (que sea lo que quiera pero libre, pienso) Su presencia ilumina esta sala y sus risas espantan a los demonios que tan a gusto estaban en mi soledad, como añoran los malditos, aquellas madrugadas de desperdicio, de tóxica pluma y aguardentoso canto. Añoran derrotados porque saben que este lugar los exorciza con la presencia del amor que salva.

¿Qué pensaría J.D. Salinger de mi falta de agorafobia y reducidos encierros que han derrumbado mis esfuerzos de ermitaño? No sé, tal vez tendría envidia. Ayer veía una foto suya en el Facebook, lo mostraba en sus tiempos de gloria, con el cabello bien cortado, un elegante traje gris, eso sí ya conjuraba las miradas con una cortina de nicotina. Buena foto pero nunca igualará a esa que le sacaron en al salir de hacer compras en sus últimos días. Hay viejo J.D. debo confesarte que las últimas veces que fui al supermercado insulté y mordí igual que tú. Hace un año estaba seriamente convencido de recluirme para seguir tus pasos, pero ya ves la vida me sorprendió este nuevo año con grandiosas bendiciones y me salvó de la jaula, para regalarme los fines de semana llenos de la presencia de mi niña en casa. Si me hubieras visto hoy plantando margaritas a su lado en el jardín y curando con cuidado el tallo de una rama, si J.D. te hubiera sorprendido la magía en la mirada de la infancia, quien sabe talvez te hubiera salvado o terminado de condenar.

Hablando de la paternidad y las letras, se me ocurre que habría que jugar ouija y preguntarle a Jaime Saenz, ¿qué piensa hoy muerto de su poema al pasar un cometa? ¿le servirá de algo desde la tumba cortarse las costillas con serrucho para entregar el corazón a su hija. Tal vez respondería, en su estílo, que que "la muerte es una cosa bien muerta" y por tanto no hay corazón seco que lata en la mano de su hija desde el otro lado de la noche. Quien sabe tal vez con Jourlaine a su lado hubiera escrito menos y amado más, o ni una ni otra cosa.

En fin, me pasa muy seguido ya vez, que empiezo a narrar con la firme intención de hacer un diario, con la clásica formula en primera persona, que me acabo desviando, como en este instante que me acuerdo de de aquel poema del viejo Chinasky que decía:

y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.
si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay,
está bien
igual.


Termino de leerlo y me espanto frente a los cinco meses que me puse de plazo para concluir mi libro, ese que hablará de los Ajayus de mujer víctimas de violencia. Entonces se que no puedo perder esta pelea.

Debería hacer como decía Isak Dinesen “escribir todos los días sin esperanza ni desesperación” y algo saldrá o como decía Bukowsky con harta cerveza. Sin embargo me desespero rápido y no tengo cerveza.


Creo que debería volver a mis perros viejos que pelearon tan bien: Cortazar, Saenz, Hemingway, Joyce y tomar más cerveza, aceptando que escribir en domingo no se me da muy bien.


En honor a la verdad de mes en mes, añoro ser un poco más como el viejo Salinger y un poco menos como Benedetti, pero ya ves acá estoy entre la necesidad de una tregua y las ganas de volver a leer The Catching in the ride, para luego seguir dándole duro a este teclado, duro en mi solitario combate, eso sí con mi hija a mi lado.

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