jueves, julio 16, 2015

Alex despúes del 9 de julio

             
                                                                                  


 La Paz, 16 de julio 2015

Pinche escritorcito, tu obsesión por la ficción aún te impide ver la realidad que evades con tus manos. Si al menos hubieses entendido, de una maldita vez, que nunca será buena idea construir puentes entre los personajes de papel y de la vida real, quizás no estarías ahí todo hecho al “book star” celebrando el nacimiento de tu libro. O lo que es lo mismo, tal vez  no estaría viva en las páginas de este tu Acto de Agua, que en tu caso, conociéndote, sería algo así como la ducha que te das cada quince días. Debes saberlo, ninguna de las personas que fueron a la presentación del libro tendrán el valor de decírtelo. Jamás, escucha bien, jamás  estarás a la altura de  la ofrenda húmeda de Ofelia, de la caminata acuática de Virginia, del poema hecho olas de Alfonsina o del digno silencio de Manuela con el rostro aplastado en la escarcha de agua en el lecho de un rio.

No mi narrador, yo te hablo, desde estas páginas que hoy volaron, para decirte que escuches más y escribas menos, que grites, aunque sea mudo, pero que lo hagas por mí, por todas, que por tener la mandíbula rota a palos, no pueden ser grito ni denuncia.
Después de show debo recordarte una vez más lo que le dije a Nikki. La gente de carne y hueso siempre será más cruda, imperfecta, impredecible, indomable. Más dura que cualquiera de los personajes que matan dentro de tus párrafos. Si pinche bolañito, por más que trates, que sangres, que llores, que escribas, que vomites, que sacudas el pecho de palabras heridas en la palabra, jamás, llegarás a conocernos.

Cuando todo esto acabe, sabrás que, más allá de la ficción en la que te engolosinaste por casi cinco años, en los  que me besaste y maltraste a palabrazos,  los huesos de Cesárea Tinajero  nunca existieron, pero sí los de las cientos de mujeres asesinadas en México, el mundo y en Bolivia: Niñas indefensas, jóvenes trabajadoras, abuelas, colegialas: violadas, mutiladas, degolladas, acuchilladas, estranguladas, descuartizadas; son y seguirán siendo las dueñas de los huesos que se secan en el desierto al que hiciste referencia en estas páginas, sin siquiera conocerlo, las que se pudren en el altiplano que tanto te molesta.

Sí, mi escritorcito, recuerda que siempre será mejor mirar de frente, hablar de frente. Eso debiste hacer el día que decidiste conocerme y no insistir en la absurda táctica de conquista intertextual con nuestros autores favoritos, muy onda Doccera, muy del Edmundo ¿no?

Recuerda lo que tantas veces te dije, cuando miraba de reojo tu escritura. Las palabras tarde o temprano se pierden en un colchón lleno de ombligos y yo, estoy más allá del tuyo. Si al menos hubieras sido más coherente, un poquito más sincero, no hubiera estado tan mal, hasta me hubiera gustado eso de hacerme someter con un látigo lleno de azúcar, pero no fuiste capaz. Ahora vuelvo a la página 23 donde habito. Recibe un buen puñetazo en el centro de tu ego y acepta que a partir de hoy deberás pagar el precio por lo que dejaste en estas páginas, por mí, por ellas y en caso que te olvides, la noche que menos pienses me encargaré de recordártelo.

Suerte en la farándula

Nunca tuya

Alex.

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