martes, noviembre 21, 2006

tac, tac, tac,



Hoy presionan tus yemas la fila de cubitos alienados, con suaves masajes, esos que esperan nacer en palabras y antes eran tatuajes sin retorno cayendo por mi piel. Tus dedos no saben de escribir contratos o pagarés, menos memoriales o informes, son unos palitos saltarines que dibujan alegría, bailotean con el Jazz y dan un juego perfecto de percusión al blues que eleva por el techo en cada soplido.

Antes había que tener puntería, golpear la vieja Rémington y patear con fuerza esa telita teñida de tinta, a veces negra a veces bi color como pañoleta de guerrillera del ELN, para que tus gritos se graben en la espalda. Hoy la sandinista está muerta, como la ruidosa maquina del amigo de barba y Gitane negro, esa que lo acompañaba en sus vueltas al día en tantos mundos.

Tus uñas bien pintadas hoy regalan perfume a esos cuadraditos de plástico ocho horas diarias, a los cubitos muy rígidos, muy snob que producen algo digital, en una piel virtual. No sabes de cartas de despido y de memorandums con carbónico, aunque de mes en mes te gusta bailar en las teclas y jugar a la Remington, es ahí cuando me preparo y respiro la nicotina en tus uñas y la cerveza tibia en tus labios. Tú, sólo miras por la ventana, las gotas panzonas de lluvia reventando el Choqueyapu, pretendiendo que es Paris en esa nostalgia tan bleu que pinta tus palabras.

Juegas, no con el golpe seco que le gustaba al Chinasky, o el Borbon tiñendo el papel grueso. Te gusta sentir este tímido tartamudeo que producen tus articulaciones de seda, te gusta por que sabes que mis poros buscan el dolor detrás de cada anuncio. Saltas, golpeteas y te ríes de sus uñas onicofagicas y chatas que responden un cursi yo también del otro lado.

Te confieso, aún prefiero; por ese andar melancólico que me caracteriza, los redonditos fríos que activan martillos tipográficos, tatuando a fuerza en blanco y negro. El volar, con estampilla en la derecha y agua de Jazmín tapando una lagrima en la cuarta f de la fila 6. Extraño: la resolana por la ventana hueca de Sopocachi, tu bambolear pausado de la alfombra al cuarto, tu vientito en mi espalda, cuando corres de la chimenea a la mesa, que desvistas mi piel y teñirme del humo que rebota en lámpara, mientras un seco tac tac, tac, me patea y escribe un te odio en mi espalda blanca.

6 comentarios:

Ambarviolenta dijo...

Hago tac tac de preferencia en la Olympia de mi abuelo. Una que iban a botar a la basura y que gracias a mi curiosidad, pude rescatar de un camión de desperdicios.
El viejo escribió sus memorias en esa máquina, que hoy celosamente atesoro, al lado de mi mac y la uso de vez en cuando para escribir versos de arena, que después soplo en mi jardín, para que viajen a su gusto.

Unknown dijo...

y ¿dónde van? ¿cómo vuelan?

Juan Perez dijo...

pero están ahí... siempre que los necesitas, con tus sentimientos...!!! con el frío, el calor... se detienen con tus dudas, y se alegran con tu sonrisa...!!

PAXX

Estido dijo...

En todo caso, debe ser mejor, nomás, que te golpeen los martillitos un "te odio" en la espalda, a que te escupan en la cara un chorro de tinta para imprimirte, en Times New Roman tipo 12, entre las arrugas de la frente: "¿Quién eres?"

Sakura dijo...

esos pequeños martillos... aliados de todos aquellos que alguna vez pasaron por un amor furtivo y distante... o simplemente no encontraron otra forma de decir lo que la voz no pudo pronunciar

mmmmm... sólo que con estampilla a la derecha tarda mucho... mejor por mail!!! =)

Anónimo dijo...

El tema es que la historia como la entendi la escribe una hoja de papel sado masoquista, que añora las manchas de lagrimas en su tinta, el viajar por correo con estampilla y le gusta la tinta de maquina más que de computadora
Interesante texto con reminiscencias cortazianas, aunque es un relato con pobres pretensiones de querer ser cuento