Dos o tres nostalgias se acercan a la puerta, esa que empieza cerca de mis ojos, delante mis orejas. Escupen una suma de saudades, un resto de añoranzas y se duermen, en el arrullo de una Nacha Guevara, en el susurro que recuerda que te quise cómo amor, cómo cómplice, cómo todo.
Dos o tres nostalgias a su ausencia se disfrazan de soledades concurridas. No entienden de ajos ni escobas tras la puerta, que no saben de gatos, ni de mansos sortilegios para escapar de la sombra de una mujer desnuda y en lo oscuro.
Son simplemente soledades que hablan, que neuróticas clasifican la memoria y fundan el recuerdo en suma de sentires, de olores, de tactos, de sabores rancios.
Son nostalgias que añoran el rostro de vos, que han fracasado en la táctica que han muerto fieles a su estrategia y que sin embargo añoran y todavía esperan una nueva bienvenida, ser de su mano nuevamente pueblo.
Son nostalgias que recuerdan un olvido lleno de memorias. Que gritan desde el otro lado del espejo que no me salve, que no me rinda en la oficina, o en el parque, o en las sábanas.
Son memorias de las que arañan y recuerdan que de este lado todavía sigue siendo mejor llorarse las mentiras que cantarse las verdades.
(Gracias Mario Benedetti)
1 comentario:
eso de las soledades concurridas es demasiado real, te golpea, de pronto!
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