A ti, cuando leas esto tal vez comprendas…
Ayer a las 7:30 am, un profesional lamparero extirpó las lámparas de la sala y una semilla rodó por el piso en la cirugía. Fue inevitable no recordar la noche que las colocaste. Fue agradable evocar el reflejo de la ciudad en aquel lunar -café con leche cerca de tu ombligo- que tanto me gustaba morder. Te vi parada sobre la mesa, con aquel mal humor de miel, estirando los brazos, prolongando tu estatura para sentar tu presencia transformada en la luz de mi sala. Hoy aquella luz ha cesado. Ese juego caprichoso que dibujaba sombras de la china, gaviotas del pacífico y murciélagos benianos en las paredes ya nos es más. Las nuevas lámparas tienen un reflejo más convencional, un estilo más a tono con la nueva vida que empiezo.
Hoy cambié de lugar el dormitorio, al cuarto aquel que no sabiamos bien si era escritorio, sala de video o living de segunda. El que solía ser tu refugio para la siesta de la tarde o tus mantras de kundalini solitarios es hoy mi nuevo cuarto. Creo que desde su ventana será más agradable mirar la ciudad en el insomnio y la vigilia. Estoy seguro que te gustaría quedarte colgada en el lado derecho de la cama, mirando las luces de la ciudad filtrandose por la ventana, o ayudar con algún gémido a que las rajaduras en la pared crezcan.
Hoy al cambiar de lugar la biblioteca me vino la resaca de una discusión con sabor a pasado en una plaza de Rurre, decidí conjurarte y con ese aíre de libromancia matinal, abrí La vida está en otra parte" de Kundera, en la pagina 215. Sorpresivamente en mitad de la página encontré una foto tuya que había dado por perdida hace tiempo. Tu sonrisa de Mona Liza me impidió leer el primer párrafo, di la vuelta la foto y a la altura de la primera vertebra cervical de tu espalda - esa que se contraías ante las discusiones no dichas, los traqueteos de ambulancia y las peleas de oficina- pude leer las cosas que solías decir cuando tu piel sudaba lo que solías sudar, pude ver la mirada que solías mostrar cuando por tus ojos se filtraba el aroma a mar que tu sexo solía regalar.
Comprenderás que nuevamente una broma tuya volvió para decirme que no sería tan fácil enterrar tu cuerpo y parece ser que de ves en cuando tu olor invadirá las paredes por más que estén bien pintadas.
Así es, las lámparas se fueron, la pintura de cantina en las paredes también y tu imágen en Rurre volvió como última despedida. Debo confesar que junto con tu foto, también la máscara dejó la columna hoy, junto con la pulsera aquella que dejó olvidado algún israelita en El Mosquito y decidiste regalarme. Hoy son fetiches (sabes que soy maniático) y ocuparán un lugar libre de humedad en el lado más izquierdo del ropero más lejano, del cuarto menos visitado de la casa.
Las paredes blancas y la cama en otro cuarto hoy esperan, mientras tanto es probable que esta noche vuelva a escuchar esa recurrente canción de Bebe y puede que espante a tu fantasma con este poema de Pavese
Vendrá La Muerte Y Tendrá Tus Ojos
Cesar Pavese
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
1 comentario:
hola
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