Ejercicios literarios, crónicas, miradas a la ciudad, relatos, poesía (de vez en cuando) y todo lo que este aprendiz de escritor produce en el camino a encontrar su propia voz (Al final Borges la encontró a los 70 años)
lunes, septiembre 28, 2009
Pavese y la Diosa Blanca
El suicida es un homicida tímido (Cesar Pavese)
El 9 de septiembre de este año se cumplieron 101 del nacimiento de Cesar Pavese y el 27 de agosto 59 años de su muerte. Hace un año habría cumplido 100 años, lo cual hubiera sido biológicamente poco probable aunque tal vez alcanzable, con una vida rigurosa y aburrida. Pavese, no quiso ese tipo de vida y decidió adelantar la cuenta de los años en una pequeña habitación de un hotel de Turín suicidándose a sus 42 años.
Como era de esperar hace un año Francia, Italia y España reeditaron con pompa y homenajes sus libros rescatados del olvido. Los centenarios siempre son un buen pretexto para la farándula, una excusa para llenar páginas con referencias al autor.
No es idea de esta nota realizar un ensayo literario sobre la obra poética de Pavese, tampoco tomar como pretexto su muerte para una apología o crítica al suicidio. Para lo primero están los literatos hábiles y lúcidos, quienes hablarán con mayor rigurosidad de su obra. De lo segundo y lo tercero que se encarguen los curas o los surrealistas.
Aquellos que no saben o no quieren vencer la soledad interior deciden irse antes, Pavese lo sabía; la nada, la muerte fuente de su vocación, eran también su condena. “Para todos tiene la muerte una mirada decía” pues él prefirió mirar sus ojos antes que, adormilado por la vejez, sea la parca quien se los muestre.
Pavese prefirió morir en completa lucidez y plena conciencia de sus actos, cuentan que el día de su muerte dejó de manera significativa, como una reliquia enigmática sobre la mesita de noche del hotel, un ejemplar de su obra “Diálogos con Léuco” (de la cual sólo tuve la suerte de leer unos pasajes citados), junto a su conocida nota final de despedida: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Va bien? No chismeen demasiado” Dicen que ese día también llevaba consigo su diario personal “El Oficio de Vivir”, un cuaderno con sus últimos poemas y 16 frascos con pastillas para dormir. Antes de irse hizo tres llamadas telefónicas, para invitar a comer a tres diferentes mujeres, ninguna quiso, ninguna pudo.
Pavese murió por que supo que tenía que irse, encerrado en un hotel luego de haber recibido un premio literario por su libro “El bello verano”. Una muestra más de que su muerte era el punto final a su obra, es que Pavese no encajaba en el perfil del suicida dependiente que se mata por el amor no correspondido hacia una musa. Encarnaba, en su melancolía a cuestas la angustia (esa Sartriana) hacia la nada y que se expresaba en frases como “Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata por que un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada”
El oficio de vivir, bajo la sombra de la muerte en Pavese, era el reflejo de una relación con la gente que lo agotaba, una forma de ver la vida que plasmó en toda su obra. La decisión de Pavese de marcharse fue absolutamente personal y meditada, en extremo coherente con su desesperanza. Al final el suicidio fue, en él, un acto de completa coherencia para poner punto final a su obra.
Pavese se fue por que quería, reconociendo, ya desde sus 40 que el suicidio estaba presente de forma insistente como única posible forma de enfrentar la muerte. “Todo esto da asco, basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.”, dijo Pavese en las páginas de su diario que concluyó 9 días antes de morir. “El suicida es un homicida tímido” también había dicho, para reivindicar magistralmente el acto de irse, por voluntad propia.
Pavese hasta el día de su muerte creyó en la fuerza del mito, en la medida de que este era un lenguaje, un medio expresivo, no algo arbitrario, sino un vivero de símbolos, al que pertenece como a todos los lenguajes una particular sustancia de significados (1)
Pavese se valió del mito como forma de expresar simbólicamente su realidad, el mito traspasó la ficción para instalarse en su vida, no fue por azar que el día de su muerte dejó el libro de sus coloquios míticos “Diálogos con Leucó” como bien dice García Gual, …” como un testimonio de sus inquietudes sin respuesta, como un recorrido por un paisaje antiguo, como un paseo entre sombras y fantasmas de otros tiempos, entremezclados los ecos de la infancia y las siluetas de diosas y héroes de una cálida y ambigua familiaridad, voces antiguas para expresar angustias y dudas de siempre…”
Pavese no sólo como poeta y novelista, sino como ensayista e intelectual se preocupó por leer varios tipos de mitologías, pero probablemente la griega, por la riqueza de esa mitología, con una larga literatura que la transmitió, era incomparable y de una gran “madurez mítica” para él ¿pero por qué Diálogos con Leuco?.
Leucó es un diminutivo de Leucótea “La diosa blanca”, cuando uno se entera quien era Leucótea, probablemente encuentra la verdadera razón que escogió Pavese, un apasionado por la Odisea, para el título del libro, obra que lo acompañó de manera simbólica hasta su muerte.
Leucótea “la Diosa blanca”, era una, divinidad menor, lejos de los grandes dioses del Olimpo. Tiene una sola una aparición importante en la en la Odisea para auxiliar a Ulises, zarandeado en su balsa por una furiosa tempestad enviada por Poseidón. Aparece de pronto del mar como una gaviota, habla con Ulises y le dice que abandone su balsa y se lance al mar, embravecido por la tormenta, sólo usando su velo mágico como abrigo y nade. Ulises, algo desconfiado obedece a Leucó y dos días después llega a nado a Feacia.
En “Diálogos con Leuco”, Leucótea aparece dos veces, en los coloquios en que Pavese, inspirado en Ulises y la Odisea, trae el motivo recurrente de la inmortalidad divina enfrentada a la existencia mortal, ambas condiciones se revelan como insatisfactorias .
Leucótea, he aquí tal vez el nexo de el mito con la vida de Pavese, era una mujer mortal que, desesperada, se suicida lanzándose al mar, sin embargo los dioses le conceden el extraño privilegio, de salvarla de la muerte. Leucótea es redimida por capricho de los dioses y emerge luego del fondo del mar en condición de diosa para ayudar a Ulises.
Pavese recurrente en vida con el hecho suicida, pareciera que hubiera escogido el mito exacto, de aquella diosa para expresar sus propias inquietudes y angustias. Es este juego entre la inmortalidad divina y una existencia mortal, ambas insatisfactorias, que recoge Pavese en la historia de Leucótea, para plasmar su relación con la muerte. Una mujer, que insatisfecha con su vida, decide matarse lanzándose al mar; sin embargo no muere queda entrampada en una existencia eterna como diosa cuyo destino es salvar de la muerte a otros, existencia eterna que es a su vez, es un mandato y un castigo.
Pavese recurrió a los mitos griegos como si en esas imágenes y en sus destinos trágicos hallara un medio para dar curso a esos anhelos sin respuesta.
Sin duda los mitos pueden ser usados, como forma de simbolizar la realidad, pero no son la realidad en si misma, rescatando de ellos la historia, la simbología para significar una realidad que más de una vez perturba, que más de una vez no se entiende.
El velo mágico de Leucó, fue usado por Ulises como un salvavidas para evitar el naufragio. Pero sólo por un tiempo; al final cuando éste, a salvo, nuevamente se enfrenta a la inquietud cotidiana, es decir a la realidad, por último a vivir. Quedarse con el velo en el agua sería morir, uno debe usar el velo para lo que ha sido hecho y continuar, permanecer en el mito es a su vez no vivir. Al final vivir es real y no tiene nada de la lírica o épica del mito. La realidad se nutre de la ficción, pero desprovista de esta duele, como el hecho de vivir. Ante esta certeza más de uno prefiere quedarse flotando en el agua, aferrado al velo de Leucó o lanzarse al mar con la esperanza de que los dioses lo rediman mediante una inmortalidad.
Tal vez Pavese en su relación con la vida prefería el mito, tal vez por eso “diálogos con Leucó” era la obra que mejor lo definía, llegó a escribir poco antes de su suicidio– que era su “carta de presentación ante la posteridad” , tal vez por eso dejó junto a su cadáver el libro de aquellos coloquios míticos con la mitología griega, como un testimonio de sus inquietudes sin respuesta.
Algo sin duda buscó en el último instante de vida, en la última charla con Leuco, tal vez buscó una puerta al mar de Leucó, en el que esperaba ser recibido por sus aguas, quien sabe deseando la misma tortuosa inmortalidad de la Diosa Blanca. Tal vez Pavese decidió el día de su muerte fundirse con ella, como última esperanza de redención, acompañada del acto de pedir perdón. Dicen que hasta en el acto más agónico del suicida hay un soplo de esperanza, tal vez por eso, cuenta la superstición católica, que si el suicida un segundo antes de morir se arrepiente se salva.
Pavese probablemente buscó antes de morir que el mito sea testigo de su muerte y que sean los ojos de Leucó” los que miren como dejaba este mundo. El encuentro con el mito como forma de abrochar su vida, con la simbología que uso para soportarla, fue el juego, el símbolo último que nos dejó.
Pavese escogió el mito de una suicida que luego devino en diosa para entablar un diálogo en vida con la muerte y dejar que sea ella, desde “Diálogos con Leucó”, la única testigo de la verdadera razón de su partida.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo.
Tus ojos serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así lo ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
Cesar Pavese
(1) Extracto de Diálogos con Leuco (Ensayo sobre Cesar Pavese por Carlos García Gual)
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