Algo ocurre cuando ciertas causalidades cósmicas congregan en un sólo espacio a entrañables y perversos héroes griegos y uno que otro triángulo amoroso en brillantes guiones de teatro.
Algo ocurre con el vino y las fotos cuando se coombinan con miradas y voces desde dentro, cuando escupen raspando al salir ese algo que duele y se calla, pero que se entiende en la burbuja de una lámpara.
Es así cuando caen las palabras en mitad del trayecto, entre dos camas disfrazadas de sofá o sofás con pretensiones de cama, como quiera entenderse. Palabras, que por su naturaleza incompleta, tienen el perverso don de producir esa falta que tanto nos gusta y añoramos en recurrentes encuentros auto eróticos, léase masturbaciones literarias, romances cibernéticos de esos de apretar el “enter” sin saber si el mensaje llegó, si el mensaje gustó.
Lo mismo ocurre con las cartas, con los amores que regalan brisa marina por entre la cordillera, cuando me da por recordar a la bahiana que hacía crujir el catre con mis huesos en Miraflores y me regaló un estatua de Jimanja a su retorno de Brasil. Lo mismo te pasa con las palabras, esas que sin duda han dejado en la mesa un retro gusto a nostalgias de vidas no vividas, de saudades con sabor a mate amargo y 30 grados.
Entonces uno va entendiendo, va hilando (con pedazos de la alfombra) los encuentros de garrafa, las tentaciones de volver a fumar, aquello de pared nueva y vida nueva, que es igual o al menos quiere parecerse a la expresión “garrafa nueva cocina mejor”. Uno en ese momento va aceptando simplemente el valor del presente en una sala y disfruta.
Más tarde se decantarán una a una: las confesiones, los escritos, las anécdotas, e irán poblando como esporas que no conocen ni de resfríos de chancho o barbijos paranoides. Irán cayendo, se irán camuflando en las gotas de vino no bebido, las palabras abandonadas en el juego previo de dos copas y el triangulo entre las dos esquinas en que se balancearon historias conectadas y afines.
Es así que me viene la risa, al evocar la espalda de un baúl tan versátil, al pasar de ser estante a mesa de sala, tan callado soportando vasos, vino, galletas, requesón delicioso y un cuchillo que jugaba a ser espejo del segundo dedo de tu pie derecho.
En fin así disgregadas viajan hoy las memorias, será el vino dicen unos, será el chaqui dicen otros, yo prefiero creer en la resolana de ausencias compartidas, en las fotos y en las memorias de Ithaca (tu gata), que aunque se va haciendo la sonsa, bien sabe lo que te pasa a la madrugada, mientras todavía unas últimas palabras se filtran por tu puerta entrecerrada o entreabierta (cuestión de perspectiva), y susurran un nos vemos pronto o más temprano que tarde.
Ayer fue un encuentro de esos que la vida no me regalaba hace tiempo y hoy el latido sincopado del vino en mi sien te trae en la memoria cantando..."yendo de la cama al living...turno off de light, tunr off the music".
PD: Feliz estreno de garrafa, hoy compraré lámparas
2 comentarios:
"(Imagina en este comentario un rubor sin rostro)Abro una página de pavese in memorian (una hecatombe para lemanjá...)"
Abro la última página de cualquier libro (in memorian) y dice: fin (enjoy the silence, see ya in hell)
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