Tienes que entender que acá lo que trajiste de fuera no importa mucho, dijo Adrián, un espectro gris con melena de canas blancas. Poco a poco te irás acostumbrando a esto de que llueva en tus ojos de madrugada en verano, a esto de que una ventana con vista al Illimani, es algo que solo está en la memoria, en los viajes agónicos que emprendes a las tres de la mañana, entre temblores y humo denso en la garganta y al final verás como lo cotidiano se acá dentro se vuelve agónicamente deseado.
Sebas, vuelve sin pensarlo a las palabras de aquel, compañero, quijote o simplemente preso viejo que alternó suelo y catre con él y uno que otro viaje a la muralla. Recuerda como sus ojos se secaron de tanto dibujar en el estuco la cara de Camila. Ya no está, aunque cada noche venga a tocar la misma melodía con su imagen, tiene hoy las orbitas llenas de gusanos y los pechos rosa que algún día ofrecieron su néctar, no son más que pasas huecas donde las hormigas y cucarachas juegan a las escondidas.
¿Quiere algo más? Ya vamos a cerrar, la verdad que no sé…le aviso. Su aroma vuelve por el viento, esa risa optimista y esa manía de burlarse de mis libros y mi angustia, son otra vez piel y no está, la busco y no se calla, no lo hizo en cinco años, ¿por qué tendría que dejar de hablar acá afuera?. Dos mujeres mayores entran a pedir una empanada y vuelvo a los ojos secos de doña Ema ahí detenidos en la aguja rasgando viejos boleros del Chaco y bailo, como aquella noche, bailo.
Adrían solo escucha, como el delirio juega en los ojos de los presos y me mira de reojo, ahí sentado en el suelo esperando que ella llegue. Toma hermano, te va hacer falta, me regala un rosario de madera, de algo servirá en este encierro, algo podré hacer con mis manos.
Lunes, 7 de Agosto del 95, día de la bandera, acá no importa mucho, aunque cuando llegué de un palazo me hicieron formar y cantar el himno. Noche, las risas son fuertes en el pasillo, los guardias dejan que la joda siga, es mejor así nadie se queja del rancho a 1.50 y luego es más fácil calmarlos.
No se cuanto tiempo que estoy sentado en esta esquina, las bisagras de la puerta jodidas por la humedad, el candado es mental, si doy una patada esta puerta se cae. Es cuestión de horas para que sepan que soy nuevo, no comí nada y por más que trató mis intestinos están vacíos, debo pintarme el cuerpo y apestar, debo evitar ser tocado.
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