Grises como el eco de sus caderas en mis intestinos salen estas palabras mientras de frente cae blanco el futuro, aquel que con sabor a sabanas de lino guardará sus olores en la cama 24. Ese con aroma a destierro, en catre de resortes gritones que albergará sus gritos, los recuerdos de un pasado de carne temblorosa.
Blancas serán las medias de la enfermera que gritará desde el pasillo del hospital de moho. Que no responderá al tembloroso golpeteo en el aparatito lleva gritos de sus uñas secas. Pálido el sueño que besará sus cejas tatuadas de gris, mientras vuelva a sus amantes, a las sábanas teñidas en vino, al golpetear de sus caderas en tanta púpila roja.
Blanco el papelito limpia bocas, en el que anticipo sus estertores de piel de lija, pidiendome que no rasgue sus poros floreados con mis reflejos negros. Aquel que mientras escribo, pide que lo deje en su rutina toca besos, en su naturaleza respira café. Pide que no arañe con tinta su textura, que no ponga el nombre de muerte en su piel guarda besos.
El papel se rompe, entonces mis ojos espantan al espectro y mi memoria le cuenta que blanca también es la mirada por la que laten mis palabras. El toque de almas, el telón ritual que nos protege ahuyenta a la sierpe canela, no conoce de texturas por que su pureza trasciende sus colores.
Al otro lado de esta historia permanece ella. Gris por dentro, inundando sus fosas nasales en cristales blancos, no anticipa, no conoce aún la marcha de chulupis por el techo, el reflejo blanco de jabón patría de la cama 23 que le espera. No escucha los estertores al final del pabellón por que está seca, cómo el vapor turbulento en sus venas. Envuelta en la arrogancia canela de sus huesos está hueca.
Blancas serán las medias de la enfermera que gritará desde el pasillo del hospital de moho. Que no responderá al tembloroso golpeteo en el aparatito lleva gritos de sus uñas secas. Pálido el sueño que besará sus cejas tatuadas de gris, mientras vuelva a sus amantes, a las sábanas teñidas en vino, al golpetear de sus caderas en tanta púpila roja.
Blanco el papelito limpia bocas, en el que anticipo sus estertores de piel de lija, pidiendome que no rasgue sus poros floreados con mis reflejos negros. Aquel que mientras escribo, pide que lo deje en su rutina toca besos, en su naturaleza respira café. Pide que no arañe con tinta su textura, que no ponga el nombre de muerte en su piel guarda besos.
El papel se rompe, entonces mis ojos espantan al espectro y mi memoria le cuenta que blanca también es la mirada por la que laten mis palabras. El toque de almas, el telón ritual que nos protege ahuyenta a la sierpe canela, no conoce de texturas por que su pureza trasciende sus colores.
Al otro lado de esta historia permanece ella. Gris por dentro, inundando sus fosas nasales en cristales blancos, no anticipa, no conoce aún la marcha de chulupis por el techo, el reflejo blanco de jabón patría de la cama 23 que le espera. No escucha los estertores al final del pabellón por que está seca, cómo el vapor turbulento en sus venas. Envuelta en la arrogancia canela de sus huesos está hueca.
Me mira con lentes de sol “made in China”, rechazando la paz de algodón que provocan los besos de sangre, escupe sus rimas de chantaje en dientes amarillos y escapa. Se pierde, esconde las pupilas y me muestra sus pinchazos de jeringa, luego se disuelve en el bambolear de higos secos de su andar.
Escupe algo de basura en éste lienzo y su carcajada tiñe el viento. El telón que nos protege ríe, no siente su tacto negro, en la serenidad que más temprano que tarde mis intestinos, devolverán su gris en la risa del blanco inodoro.
2 comentarios:
oxkxaViejo, no sé porqué, pero tu texto me ha hecho dar miedo. En serio, jodidamente. ¿Será que mi subconsciente ha relacionado blanco y hospital con muerte y fantasmas? En fin, buenas letras. Un abrazo.
Tus letras siempre transportándome a un mundo paralelo donde en vez de mirar, sentimos nomás.
Un abrazo Ganjar.
Publicar un comentario