sábado, julio 16, 2011

Illimani.....


Ante el silencio con que mi niña el día de ayer contemplaba el Illimani desde el mirador del Museio Pipiripi, me temblaron los ojos y se me paralizaron los cachetes pensando en su presencia, en la inmovilidad con que permanece vigilante para todos y para ninguno.

Entonces vinieron a mi memoria encuentros y desencuentros y recordé cada una de las mil veces que contemplando la robusta montaña, alabé, rei a carcajadas, mandé a la mierda, elevé plegarias o cruzé los dedos en supersticiosa ofrenda.

Ayer fue la primera vez que sentí algo parecido al júbilo que refería el poeta. El Illimani fue mirado por mi hija, mientras recibia el eco del viento en su pequeño rostro, enrojecido por el viento de la ciudad. Entonces comprendi aquello que Beltrán le dijo a Felipe Delgado:

…Beltrán habiendo trepado con gran agilidad a una banqueta adosada a la pared, abrió de un golpe las dos hojas de una especie de claraboya en lo alto de la habitación.

Delgado, con curiosidad se acercó y subió a la banqueta. Y se quedó sorprendido.

En el fondo del cielo invernal, de una limpidez impresionante, bajo un aura cristalina, con un matiz de color lila profundo, se ofrecía el Illimani.

De pronto, mirando con desconcierto a Beltrán delgado dijo>

---Claro; El Illimani.

----¿Y qué más quería usted?—repuso Beltrán con extrañeza--.

Seguramente lo ha visto mil veces, dos mil veces, muchísimas veces durante toda su vida; pero yo juraría que es ésta la primera vez que verdaderamente lo ve. Con mirarlo una sola vez como se debe, uno está salvado. Se acabó la historia (Jaime Saenz, Felipe Delgado, pagina 160).


Habiendo mirado por primera vez al Illimani visperas del 16 de julio, con la vida fruto de mi vida y con la mitad del camino transcurrido, hoy quiero creer que estoy salvado.

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