miércoles, enero 18, 2006

Recuerdos del Jaime


Ayer fui a un café paceño que se llama Caligrama, buena idea, esa de darte cafecito y tener una biblioteca para leer, el problema está en que las mesas eran enclenques, las patas bailaban y la mesera solo tenia un sandwich en el menu y el dueño no le pone ganas a la idea, pero quien pueda vaya y agarre un libro y dele poesía a su cafecito.

Camine por la biblioteca, en compañía de aquella que vió las lagrimas más duras y las risas más perversas en mi rostro, de quien fue testigo de las muecas torcidas que me produce la noche y los aromas negros que destilo en sábado.
El caso es que con esta amiga, decidimos sebar un maté y conversar con agradable música de fondo de nuestro cotidiano vivir, de nuestros mudos y duros dolores. En el boliche, estaba ella, aquella chica punk, de sonrisa perfecta que toca la guitarra con furia y tiene un aire tan grunge que es difícil imaginarla en tanga, pero algo te dice que la intuyes flaca y bella. La mesera gorda, la dueña de pérfil griego, la señora aquella que se compró de un tranco toda la colección de la Mariposa Mundial, todos en el mismo pequeño café.

Ese noche, entre tanta gente y la Nina Simone llorando en los parlantes, me encontré con una edición de Bruckner las tinieblas, como debe ser, como diría el Jaime, con olor a naftalina, a nuevo, a guardado y a fierro enlozado, es decir, con olor a Hong-Kong y a manufacturas japonesas. Se estaba ahí solita y con las paginas en ictericia, en ese color que da el buen reposo de las letras.
La charla seguia, las historias iban y venian, las risas de la mesa del lado, las ganas de hacer pis y el collage original de La Palidez del Guillermo, colgado en la pared, iban y volvian entre la escucha y mi silencio.
En todo eso me acordé del Jaime, de la vez que lo conocí el 84 en la casa de aquel tío de la falange, yo adolescente, dividido entre los libros del Chaco del abuelo y la moda aún embrionaria de la cultura MTV. Hojeaba con timidez y morbo la edición del Felipe Delgado. Recordé que más niño que hombre, aquel día escuchaba una guitarra desafinada desde la sala de sillones verdes y tuvo mi encuentro con el navegante de chinganas y la noche. El Jaime "se estaba" con lentes de carey y vidrio verde con las barbas enredadas y la gorra de lana, ahí en silencio y de rato en rato bebiendo el vasito de singani.
Recordé ese encuentro y también cuando diez años después volví a él y lo conocí primero por Los Cuartos, luego por Piedra Iman y luego poco a poco fui bebiendo su obra. Luego de pagar y dejar el Caligrama, me quedé con el olor a las tinieblas y la noche en Bruckner.
Al otro lado de la noche está su palabra, acariciando con soltura el Illimaní en un largo eco, mientras en un viejo estante su poesía se está, solo eso me dió vueltas en las manos y tenía que escribirlo

Les comparto este poema de la noche


Nadie podrá acercarse a la noche y acometer la tarea de conocerla,
sin antes haberse sumergido en los horrores del alcohol.
El alcohol, en efecto, abre la puerta de la noche; la noche es un recinto hermético y secreto,
que se hunde en lo hondo de los mundos,
y no se podrá mirar en sus adentros, sino por la vía del terror y del espanto.
Además, existen ciertas afinidades con lo oscuro; y quien no las tiene, jamás podrá acercarse a la noche.
Tales afinidades prosperan bajo un signo que podría parecer inconsistente al no iniciado;
pero este signo es ya de por sí indicativo, y lo constituye un extraño y permanente temor de caer en el camino.
De ahí que el iniciado en los secretos de la noche, camine siempre con cautela,
como si de súbito hubiera enceguecido, o hubiera perdido la noción del espacio.
Y es éste en realidad un caminar en las tinieblas
—es de hecho un caminar en el seno de la noche.
Pues el iniciado habrá perdido la luz para siempre,
aunque, por otra parte, podrá encontrarla el momento que lo desee,
dispuesto como está a pagar el alto precio que se le exige.
Pues para el hombre que mora en la noche; para aquel que se ha adentrado en la noche y conoce las profundidades de la noche, el alcohol es la luz.
El que su cuerpo se vuelva transparente, y el que esta transparencia le permita mirar el otro lado de la noche, es obra exclusiva del alcohol.
La noche, Jaime Sáenz

8 comentarios:

Etrigan dijo...

Paul, ¿dónde queda el caligrama?...sería interesante visitarlo.
Saludos.

flacazul dijo...

es bueno el jaime che,
me hipnotiza a seguir, a veces, solo a la luz de la noche.
cuando vaya de nuevo para la paz, me tendrás que hacer un tour por esos cafecitos tuyos que cuentas por aquí.
un abrazo,
a.

Unknown dijo...

El caligrama queda en los bajos del Edificio Orion, en la Sanchez Lima, Ciudad de La Paz

Unknown dijo...

Flaca...avisa nomás cuando llegues que te haré un tour paceño de vinos y bohemia

Anónimo dijo...

un poema y mas se merece el alcohol, que tiene la cualidad de juntar a los amigos, y desenmascarar a los enemigos. la realidad es un estado ficticio provocado por la terrible falta de el..

Anónimo dijo...

Y tus mujeres ya no opinan? la vero, la soñadora y la otra enferma de la ergot, y tu chota el grillo?

Anya dijo...

Cuando llegue a La Paz, me encantaría disfrutar de ese cafe en "EL CALIGRAMA", que pena que la mayoria olvidemos el tesoro que puede haber en uno de esos lugares.
Un abrazo y un beso de eternidad, de esos que causan cosquillitas.

Vero Mendizabal dijo...

jajaja... anónimo... me extrañaste!!!! un beso para ti.

Hola Paul... muchos besos para ti y un abrazo inmenso!!!!

vero