Ejercicios literarios, crónicas, miradas a la ciudad, relatos, poesía (de vez en cuando) y todo lo que este aprendiz de escritor produce en el camino a encontrar su propia voz (Al final Borges la encontró a los 70 años)
viernes, enero 06, 2006
Sopocachi Social Club
Llegamos a la 1:30 y Compay Segundo está llorando, sabor a caribe en la garganta de un pata peruano de 50. Las congas revientan y salpican con furia las gotas de sudor que salen del techo. La atmósfera me regala nubes de dulce perfume y lluvia de sudor. Mis manos juegan con el Whisky y van tanteando a cada paso, el juego de texturas en pieles de jueves, esas de más de treinta, que huelen a divorcio, a rebelión de secretarias, a solterio buscado, a viudez en caipiriña
Manuel, juega con la mano en la camisa persa de Claudia, ella frunce el seño y arquea la espalda para evitar las agujas del son cubano en sus poros, para no mecer sus senos en su camisa.
Yo me detengo en el cuerpo de Andrea, en la tensa forma en que mueve los hombros y le regalo un baile teórico, sin feeling, esos de uno, dos, ahora vuelta, uno dos, ahora giro. Mi mano rompe obstáculos en el camino tibio de su espalda, jugando con ritmos afros, atropello mis sentidos. Ella, se convulsiona, con aires disco en un ritmo habanero, yo dejo que los pies sientan la arena, Andrea en epilepsia horizontal, en tenso uno dos, espanta el erotismo de sus muslos.
Incoherente, ácido, liquido, encuentro de lluvia de pieles y aromas, de sudores escondidos de escotes que piden ser bebidos. Sigue el baile, Mariana entra en escena, mira, de reojo, guiña y penetra con almendras mis pupilas rojas, mientras un cubano con maestría le muerde el arete en cada giro.
De pronto nos vemos todos juntos, las pieles ya no se quejan, Mariana sitúa de frente sus pantalones a cuadros en mis ojos y empieza un meneo suave hasta el suelo. La miro, la sigo, me levanto. Andrea, reclama con ojos de vidrio lágrimas para esta historia, gotas para sus pupilas y las convulsiones son ahora tensa espera, celos sin sentido.
Mariana, regala la textura de su mano izquierda y se pierde luego en un abrigo, Manuel, juega a las cosquillas en un sillón naranja. Me pierdo en la murga, Andrea baila, ríe, regala la miel de sus ojos, mis brazos rodean su cuello, mi boca se acerca a la suya, un salto un giro, otra convulsión y me evita, solo la caipiriña besará su piel esta noche.
Marley, anuncia la despedida, el humo verde infla mis pulmones, La Paz espera con fina niebla, caminamos, reímos y en un taxi nos espera Marco Antonio Solis….”pero recuerda, nadie es perfecto y tu ya veras..”, Andrea me regala un abrazo tibio, Mis Marruecos, se pierde en la noche con Manuel, yo juego con las luces paceñas, buscando a Mariana en Sopocachi Social Club.
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4 comentarios:
Pero a veces uno no encuentra a quien espera en Sopocachi Social Club y sólo queda tomarse un traguito en su nombre.
a veces uno espera a aquella persona y el destino hace que decida ir a otro lugar el mismo dìa
el destino, a veces, hace lo que le da la gana.
yo ya no busco. tampoco espero.
no quiero esperar.
ya vendrá.
si amigo, pero a vces también una persona lo espera a uno, cuando decidimos ir a otro lugar ese mismo dia.... o no?
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