lunes, febrero 20, 2006

No te mueras sin...

Lunes, día de esos en que la corbata se resiste a escuchar a tu garganta, me preparo para la batalla burocrática con mil papeles. A media mañana, mientras leo una de esas cadenitas que llegan por correo electrónico, pienso en eso de ¿cómo será mi propia muerte? En ese momento recibo la visita de una señora, mi asistente me comenta que es un caso complicado y, como se dice, “me pasa el muerto”.

La persona se presenta como Inés y me indica que es la apoderada de la esposa de don Justo, ex funcionario de esta organización, y que vino a reclamar la pensión que en buena ley le corresponde a su cliente.Doña Inés, hábil notaria de cabello crespo, llegó con actitud firme mostrando en sus ojos esas ganas de negocio y morder una tajada a la pensión.

Al indagar más sobre la situación, dejó de fruncir el ceño y dijo en actitud un poco cómplice que la señora era la tercera esposa de don Justo, pero como fue quien soportó sus aires de picaflor hasta el día de su muerte, le correspondía recibir cualquier beneficio que él en vida hubiera estado percibiendo.

El señor murió el año pasado a sus 85 años y me pregunto por qué esta señora, un año después, decide reclamar su derecho. ¿Acaso será una forma de cobrarse la cuota de sus años de cuidado o simplemente será porque decidió reclamar justicia de don Justo? Valga la redundancia.

Entonces de aquel fólder verde, con liguita china, salen a mis manos certificado de defunción, certificado de matrimonio, carta notarial, poder firmado por la señora, certificado de salud y como última carta ahí entre todas las cosas un memorial redactado leguleyescamente.

Me mira con la reafirmación que dan los papeles y las leyes, desde ese saco a cuadritos negros que me exige atención. Se acerca y me repite, don Justo tenía muchas mujeres y al final se casó con ella y como no tuvo hijos y fue la última persona ligada a él en vida, le corresponde recibir su dinero.

La burocracia y las normas se pelean con mi empatía y le voy explicando suavito, para que no duela, los procedimientos internos, los formularios que se llenan, los números con que la gente se registra mientras vive. Por último que luego de 27 años la información es eliminada de los archivos y que en pocas sus papeles son hoy polvo junto con sus huesos y que la señora, por más heroica compañera que haya sido, me parece que no recibirá nada.

Mientras hablo me duelen las rodillas y me acuerdo que el médico me dijo que es probable que a los 60 use bastón si no me cuido, y pienso si alguien reclamará con tanta vehemencia, poderes y cartas notariadas mis libros y discos.La señora habla con calma y me dice gracias, si al final pudo vivir casi un año sin la plata podrá uno más.

Tal vez el negocio se le evaporó de las manos, tal vez tuvo un baño de realidad, no lo sé. Ella guarda en el fólder papeles, dardos, sapos y cebollas, mientras voy pensando en que no hice gran cosa, sólo escuchar. Ella se va resignada y yo me quedo con la moraleja de no te mueras sin decir dónde pusiste tus papeles.

La Prensa, 19/02/06

4 comentarios:

Soñadora Insomne dijo...

A propósito, aún no tengo muchas cosas materiales por las que alguien pueda pelearse o querer reclamar, pero me he prometido que en el transcurso de este mes haré una especie de testamento (en caso de algo me suceda).
En mi cuarto se pueden encontrar curiosidades que eventualmente pueden llegar a valer algo o que para mí son sentimentalmente importantes. Sobre todo los libros.

Julio Suárez Anturi dijo...

Buena descripción de la burocracia que no se compadece, y de las personas que hacen tonteras sin saberlo, sino mucho después, cuando ya no hay nada qué hacer.

[i] Isabel La Fuente Taborga dijo...

como será morirse? y sobretodo que haran con nuestras cosas cuando no estemos? particularmente no tengo tantas cosas por las que pelearse o reclamar pero me pregunto que hace la gente con las cosas cotidianas de las personas que aman y mueren... su chompa favorita, sus discos, sus lentes, en fin esas cosas de todos los dias... si me pasara algo ahora me imagino que mi mamá se quedaría con todo (con todo lo que llegue a sus manos, claro) y probablemente repartiría entre los amigos que asi lo quieran algunas cosas, de esas que se dejan como "suvenir" cuando la gente se muere.

Vero Mendizabal dijo...

Creo que la muerte de quienes amamos resulta mas angustiante cuando salen a la luz esas cosas favoritas, cuando yo me muera no quiero que quede nada que angustie a mis hijos, quisiera que todo desaparezca conmigo... que queden solo los recuerdos de lo que vivimos y que queden mientras se pueda.

en fin, la muerte no es mi tema favorito...