No tiene caso, el vino sí no se bebe muere, eso pasó con la botella, aquella de tinto, que esperó su retorno. Me pregunto sí habrá sido el hecho de colgarme de la ceguera de sus ojos, perforando mis labios, o talvez la forma en que su perfume jugaba con mi cuerpo, o quien sabe esa cortaziana forma de arrastrar las eres al hablar, no lo sé, el caso que algo me llevó a beber hasta la última gota de su copa aquella noche. Ignorando deliberadamente sus advertencias, el presagio de que no era buena idea, beber de su copa por que acabaría conociendo sus secretos.
Torpe en la insistencia, seguí acariciando su cuerpo con palabras y bebí los restos de su tinto, en la imaginería de que su brebaje me llevaría a desnudar su piel, a sentir en cada rincón oculto de su espalda, sus pensamientos, esos que por vanidad atribuí insulsamente a mi persona. Ese inevitable sentido referencial, me hizo creer que luego, en el silencio, en su ausencia, mirando el ojo triste que dibujó su pulso en un papel amarillo, empezaría a escucharla, a descifrar el golpetear de sus latidos en mi pecho y creería, si creería que su imagen estaba viva o mejor aún, que en su silencio, en su ventana muda, ella caminaría ahora en mi presencia, respirando con ansias mi fantasma de palabras.
Veamos, ¿quién te dijo, quién puso en tu patética poesía la idea de que sus secretos tenían nombre y apellido y más aún el tuyo?. La verdad, que mientras miro tu grotesca sombra chorreada en el sillón, tus manos temblando liando el cigarrillo, pienso, ¿en qué viejo puente dejaste la cordura?, ¿éra en ese lugar verde al que tanto hiciste referencia en tu prosa tartamuda, o en el portón del templo donde tus sombras bailaron con el viento? ¿dónde?.
Viejo, recordá tu pluma debe ser dulce pero tan bien tener el filo frío y seco del acero, sí la memoria aún te falla, entonces date un baño de carne, de esos que no conocen de surrealismo que no entienden de cuartetos y endecasilabos y revolcate, en una piel sin métrica, con gritos y luego, pragmáticamente viva, mirala y dile chau.
No viejo, no seás tan gil, ¿acáso no entendiste?, sus secretos eran claros, solamente necesitaba un bálsamo, de esos de palabras, un mentisan de poesía que acaricie las articulaciones de su ego, sus nostalgias y sus miedos en esta ciudad negra, ¿acáso no te diste cuenta?, ¿qué sólo esperaba cada beso tuyo en el aire, cada forma absurda en que limpiabas los adoquines a su paso?.
Pero no, tuviste que seguir en la constancia improductiva, en la actitud ineficiente del cortejo de empleado público. Métale a decirle sin decir, a dar mil rodeos para luego soltar algo así como, tus ojos son de almendra ¿y ella? lógico, serena, con uno que otro guiño silencioso en los labios cada vez que decias algo, que te mostrabas absurdamente evidente. Era fácil intuir que en las líneas tan delgadas de su piel, en sus huesos de marfil, permanecería en pie con el taco aguja clavado a la realidad, pero eso sí jugando con el aroma, con la sonrisa, con las preguntas como dardos a tus ojos, con miradas de clavo taladrando tus articulaciones de flan.
Estuvo ahí sin estarlo, con la piel de mármol, pintada de lunares, mirándote con la confianza que le daba sentirse impermeable a tu lado, lanzandote aquello de, Lo bueno de estar contigo es que no tenés estrategia, ¡ja! ¿y tu? ahí boludo, pensando que estabas escribiendo un cuento o peor aún, jugando al guión, a la botellita vieja en la arena, replicando, luego de inflarte los pulmones de alquitrán, Mi estrategia es no tener ninguna.
¿Qué querías?, ¿qué te parta la espalda a arañazos?, ¿Qué te lleve al cerro y vuele contigo?, no viejo, si tu sabias la respuesta era clara, iba a mirar el reloj. No tiene caso, te lo dije, hay veces que las palabras hacen puerto y otras son como ambientador en los poros, dejan ese aromita dulzón que en cinco minutos muere, pero no entendiste, seguiste en la rutina de escarbar en la arena, de creer que tus palabras sin norte valdrían la pena, para mojarse en sus aguas saladas, para caminar descalzo por su espalda de playa.
Eso de conocer sus secretos, no tenía nada que ver contigo, en todo caso, era sólo un cliché, algo que se dice y ya está, un último dejo de seducción que se deja tirado en la silla para que luego busqués más pistas suyas por la casa y construyás castillitos de plastilina en la noche, intuyendo falsas pistas, interpretando cada acto motriz que dejó en la huida.
Te lo dije, iban a bastar sólo unos días para que tu poesía se fuera disolviendo y su imagen se ahogue en los restos del tinto, mientras la botella respiraba, a bocanadas, el aire melancólico de tus paredes. Recordá el corcho no sirve para mantener intactos los fantasmas, los muertos no tienen más charme con el tiempo, saben mal, se pudren, ¿lo entendés?, las palabras no crean romances inmortales, peor aún sí sólo van de ida.
Pese a todo, te mantuviste ahí, escuchando su ausencia en la pantalla, en el recuerdo de su pulso tibio, en un dibujo, en las ganas de que tu juego improductivo de palabras, por lo menos hubiera hecho temblar sus parpados, le hubiera sacado algún medio suspiro con tu nombre. Que miserablemente gil, sí parecés un ratón de esos de laboratorio, esperando la bolita de harina seca que nunca llega.
Mirá, la alfombra es dura con ella o sin ella, Nina Simone, esta muerta, dos gotas de saliva suya en la copa, con el tiempo, sólo joden el vidrio, no hacen secretos, son saliva y punto.
En fin, al final era sólo cuestión de tiempo, ¿lo entendés ahora? las palabras sin piel no hacen recuerdo. Se necesita sudar los poros con carne, de esa que no piensa, que no teoriza, que tiene estrategia clara y no las pajas esas de, tu savia en mi vino, tu cuerpo en mis palabras.
Te lo dije, era cuestión de tiempo, el vino guardado, tarde o temprano se convierte en vinagre.
6 comentarios:
Yo aún quiero creer que hay palabras que pueden conservar su aroma y dulzura, como la primera vez que las servimos en la piel del amante, que más que "baño de carne" se tatúa cada centímetro en el alma.
Incendiarios saludos.
que vinagres pueden ser
algunos vinos.
la espera, los amarga.
escrito con vino en la piel.
me gustó mucho.
Cuando el vino se lo deja intacto sin abrirlo, aunque pase muchos años no se convierte en vinagre, pero si lo has abierto y quieres volverlo a guardar ahi si se vuelve vinagre. Asi es la vida cuando a esa persona la cuidas como un fragil cristal, permanece para siempre a tu lado, pero cuando a esa persona la lastimas, tarde o temprano se puede ir de tu lado.
Saludos
el vino es sangre y es vida, como toda la sangre llega un momento que coagula y se seca... es parte del proceso del tiempo y la rutina, no de un proceso de cuidado en laboratorio y desinfección... asi la cosa no marcha...
amigo jose paul, creo que debes retomar el viejo truco de la cena y luego la tarifa impositiva... boquita come, culito paga jajajja
en cuanto al vino, eso encarece los costos por lo que debería pagar con algo más... jejeje
Son sólo palabras Paul. Yo también me he quedado con ese saborcito amargo. La sangría con dulces frutas se agrió...
Publicar un comentario