jueves, mayo 11, 2006

El cuerpo


Más allá de la calamina, en esa esquina con brillo de navaja se esconde la imágen, esa que se cortó la oreja en el filo de la puerta. Se pierde en el pasillo, rumbo a la cocina, donde el viejo filtro de porcelana regala agua teñida de arcilla paceña y te da un efecto mecedora escuchar como cae, suave y cafecita.

Hay que tener cuidado con los cables que cuelgan en el pasillo y caminar en silencio, pisando firme con las chancletas de bolitas de lana y toque escoces, luego esconderse y mirar el cielo entre techos de estuco y ladrillo, jugando con esas estrellas tambaleantes.

Esconderse y escuchar el encuentro con las sombras, esas que recuerdan los versos del otro lado de la noche y despacio fumarse un puchito, en la patilla de cemento, con el respaldar de cal y piedritas, escuchando al abuelo renegando, con su coctail y sus lentes negros.

Después, cuando la ácida nube te envuelva, caminar con cuidado en el frío rojo, en esas gradas con curvita, de descanso bien cubierto, donde sentarse y sentir el frío de la arcilla es una costumbre inevitable, una escala necesaria.

Más arriba, al final de las gradas llegar y ver la puerta de negro esponjoso, como queso, perforado y visagras duras. Levantar la aldaba grande, mirar el sello en candado negro y sentir la ruidosa bienvenida. Al fondo el catre blanco en permanencia, en ansiada espera, el jarro celeste, el bacin verde y la vela en guardia muda.

Así escondido, entonces, con la luz del Hotel, tiñendo en rojo parpadeo la nuca, el cuerpo, ahí todo encorvado y envuelto en lana, esperando sentir el agua en sus labios lija..

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me recuerda al patio trasero de la casa de mi abuela, me recuerda a esos almuerzos de domingo en que luego de la sobremesa tomabamos un poco de sol, comiendo mandarinas. Los mayores hablando de la politica y la vida, los niños, jugando a romper una pared con una vieja pelota.
Recuerdo también unas gradas parecidas donde me escondía, y esperaba a que pase el tiempo, por que no queria irme a casa, por que no queria abandonar la magia de la casa de los abuelos, donde todo se resolvia con un chocolate, una historieta, unos buñuelos con miel, un rico vaso de juguito de kisa.
Los abuelos ya no están, se fueron...y yo vivo en un edificio de 20 pisos, con conserje y paredes frias, no tengo jardín y de tiempo en tiempo, escucho el disco ese de la Jeny Cardenas con boleros de caballería y miro en mi memoria la foto del Coronel Heroe del Chaco, saltando en su caballo y escucho sus broncas de guerra, lo veo ahi ya viejo con su sombrero cafe y su bastón, que hubiera dicho de tanto relajo por el gas, estos días.
Gracias por las memorias despertadas