miércoles, diciembre 13, 2006

En la ciudad oscura

Al Peter y su cometa

Una noche en una calle bajo la lluvia en lo alto de la ciudad oscura con el ruido a lo lejos es seguro que suspirará, yo suspiraré. (extractos del Poema, Al pasar un cometa, Jaime Sáenz.)

El había caminado mucho los últimos años, buscado demasiado por las calles de esta ciudad. Aquella noche, con los tobillos hinchados como pepa de palta y contra toda indicación del amigo médico, decidió trepar la serpiente de cemento hacía el bosquecillo. Abriéndose paso entre muros de ladrillo y perros lame muerto iba llegar al lugar. Mientras trepaba, a cada paso volvía el recuerdo de sus gritos negros en la madrugada, despertando al cuerpecito adormilado y frágil que empezaba a latir sobre su polera de "Los Ramones".
Esquivando flashbacks, arañazos y maldiciones trepa. Alentado por los aplausos de la brisa en el bosquecillo, sube. El pecho a mil, esa costilla charladora y el queloide, hijo de una punta oxidada en el hombro izquierdo, no lo dejan toser en paz. En el último escalón da la vuelta, mira la mancha de luces temblorosas a sus pies, estira los brazos, saluda a la bruma y bebe los gritos de la ollada.
Al otro lado de la ciudad, ella esperaba en mitad de la avenida. Iba vestida con una bermuda acaricia muslos, corsé de encaje y un abrigo negro que a cada paso besaba las venas azules de sus tobillos. Todo el atuendo negro y unas botas hasta las rodillas con cierre largo. Mirada violeta en pálidos ojos delineados con lápiz negro, puerta abierta a su profundidad de hechicera. El cuello envuelto en un collar con puntas de metal, esconde aquel de perlas que juega con su pecho. En el bolsillo izquierdo del abrigo, un peluchito al que llama "mi hijo". Su dulzura dark, hipnótica, envuelve el viento con sus ojos. Eclipsadora de sombras, Lilith reencarnada en Chuquigago, espera en el bullicio del centro. Su mirada busca en los cerros y no encuentra el suspiro. No escucha el crujir de costillas rotas, el corazón entregando sus días como decía el poema. Suspira, bebe bocinazos y piensa en la mentira de sus versos. Lo añora sin rostro y camina.
Ya en el bosquecillo, él mira la ciudad de pie. Lleva un impermeable negro que juega con el pantalón igualmente negro, mientras el viento patea sus canillas. Las botas de soldado de caballería del Chaco, punta de metal y cordones hasta la rodilla, recuerdan la anestesia en los pies que llegaba luego de entregarse al metanol en el antro dark y los empujones en el concierto punk. Los gritos de ella, ojos rojos en delineado negro, pidiendo besos, gritando que se vaya que iba a doler.
Ya no nieva, como en la canción que el Felipe bebía (...nevando está...), en la melodía turbia del licor. Sólo la brisa de la altura mece las tarjetas navideñas en el Cementerio. En el eco de Villancicos a pilas arrulla muertos, espera el último sorbo. Las risas de los cuates muertos, Juantwotree, el Polcos lo llaman desde la vieja riel. Cuenta los escalones, no escucha sus pequeños suspiros como decía el poeta. Se corta una mano, se araña un brazo, espera el vuelo de su risa en la cola del cometa y no llega.
Estira las piernas, saca del bolsillo derecho el recuerdo. Mira el dibujo en la parte de atrás, es un círculo abollado en el parietal derecho con dos ojos y una boca en mueca. Es su propio rostro, lo sabe por que le cuenta el viento y la imagen de su manito tibia de niña dibujándolo, que vuelve, que lo toca, que grita.
Ella se sienta, se quita las botas besando la punta de flecha con los pezones fríos y arropa a "su hijo" antes de leer a Kafka. Suspira y tose tabaco ya no dibuja círculos abollados. La noche tiembla más que de costumbre, la puerta negra no devuelve su risa, el nombre del padre. Patea la vieja foto de su madre, apaga la lámpara y duerme.
El moja la garganta, termina el vaso. Diecinueve años sin ver a su hija son muchos piensa, si sólo nevara se dice. Da la vuelta el recuerdo, en el anverso una foto. Mira y besa el pecho iluminado con un tibio haz de luz. El cometa no llega, entonces se lanza y vuela. Su impermeable acartonado detiene el impulso, no el impacto certero que hunde el parietal derecho y dibuja en su boca una mueca. La tierra de esponja bebe su sangre. Suspira adormecido y mira su cuerpo, el retrato en su mano le muestra a la mujer de corsé negro, collar de perlas y ojos de hechicera. Con el pecho adormecido respira y al pie de la foto lee. "te aman, tus princesas".La luz se vuelve negra, el suspiro llega y cesa. No existe en la muerte, su preciosa compañía.

6 comentarios:

Estido dijo...

El mítico onetwothree. ¿Será el mismo que recuerdo? Es, o era, el del parque Riosiño, ¿no?
Rico relato, viejo; repleto de imágenes. Un abrazo.

PD: tu puntuación provoca lo mismo que el sonido de la tiza nueva arañando la pizarra.

Unknown dijo...

Es el mismo onetwothree, que murió en su ley, lo encontraron en las rieles de pura pura, el mítico de la Riosiño, amigo del Polcos y del Basco que en una mesa de "las yolas" se hacía el dormido para luego destrozarte la cara con una marraqueta dura que tenía en el bolsillo.

PD: lo de mi puntuación es crítica?

Unknown dijo...

mi puntuación de texto escrito de un tirón fue corregia con unas comitas menos, ahora suena más suavecito.

Estido dijo...

Mmmmm, aún hay algunos horrores de puntuación; pero se entiende, en el blog uno escribe de un tirón, como dices, y así siempre se escapan detalles.

Unknown dijo...

trato de no escribir siempre de un tirón, en todo caso, se agradecen tus comentarios para mejor el texto.

rondeldia dijo...

la chapa es JUAN TWO THREE, por que se llamaba Juan y por que era puño sellado, no sabía nada de la marraqueta dura, supongo pensaban eso cuando en realidad era su puño cerrado...

chupaba de amanecida en las calles de la evaristo valle...

tu historia bien delca me recuerda a algunos amigos hace unos 10 años ...

saludos,
r