La mujer de muslos firmes en roble muerto ya no regala humedades al cemento, mira equilibrandose en troncos apilados. Muestra en su panza la lujuría de su glotonería como líquenes. A sus pies, ellos escapan del sol muerde cachetes y se recuestan. Entre jadeos de caminata matinal en el aire y las hormigas subiendo por sus medias besan el pasto. El, de lado, con el ojo izquierdo busca la flor que se pierde en su escote verde; ella, de frente, con las rodillas empuja al gusanito pincha calzón.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario