Y creyó una vez más que eran brisa, caricia tibia trayendo certezas y nuevos aires.
Y creyo tercamente que eran piel teñida de alabanzas y de confesiones ciertas
Y entendió una vez más que eran burla, fiesta de vientres, veleta al viento
Y entonces nuevamente, en la madrugada, con besos de cebada comprendió que no eran nada.
Despertó en humedades rojas, recostado en la nieve paceña y en el mandala de sangre creyo ser nuevamente alguien.
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