lunes, agosto 18, 2014

Cotidiane I (de espuma y asfalto)


I

 Poeta te haces llamar y no eres capaz ni de mirar la uña encarnada en tu pie, que late hace días para decirte que estás hecho de carne. Debes recordar al viejo Chinasky y entender que el asunto no es tan lírico, ser prosaico incluso es un homenaje a la realidad. En esa medida la poesía puede ser creada desde el más  humilde hueco,el más cómodo sillón o el más apestoso nicho y debe hablar también de lo cotidiano, de lo que es el devenir en la existencia en la que músculos y huesos se van pudriendo.

Debes entonces empezar a escribir con humildad, en silencio y sin algarabía, frecuentar menos coloquios, ferias del libro, mesas literarias y encerrarte para que revienten tus yemas, y tus dedos hablen de lo que los poetas evitan; al final de la muerte ya se dijo mucho,  igual que de la vida sacudida en las sábanas, en los besos, en los delirios compartidos. 

Debes hablar de lo que nadie quiere, del gato que viste esta mañana con las tripas decorando el asfalto, de la mujer con uñas negras y pulso tembloroso que pide monedas en el semáforo y todos tienen ganas de escupirle la cara, del temblor del hombre  descalzo que disfruta una Coca Cola fría en un kiosco calmando la falta de pasta base.

Habla del eco del duelo de aquella mujer que despide con dolor a su madre y que luego despedirá tal vez con poesía su hijo. Habla de que ayer, en el cementerio, viste un montón de lápidas de mármol negro en pasto seco, pero cuenta que en cada una había amor y memorias de antiguas vidas.

Escribe de eso poeta, de lo que está en tu cotidiano, de la forma que tienen los baldes en el Cementerio, aquellos que se usan para llevar el agua, que luego se descarga sobre los floreros de las lápidas, cuenta de como los gusanos escapan a la inundación cuando vacías el contenido del balde; del olor, similar al de tu última muela podrida, que producen las flores luego de una semana en un florero de metal corroído.

Habla de la calma de la niñez que confiesa la alegría y enfrenta a la muerte con naturalidad, de la hermosa manera de adornar con un marco de flores el rectángulo que anuncia que debajo yacen los huesos de dos hermanas. Recuerda la forma en que una pequeña niña entre risas, celebró la muerte,  imaginando como debería ser la nueva lápida y se deleita sin miedo observando los altares que los vivos aún arman, llenos de esperanza, a los huesos de sus muertos.

Poeta deja a las ninfas morir en paz, a las lolitas vivir su presente, a las musas rusas, a las warmis clava espinas, a la Magdalena que te consuela con perfumes y cavidades lubricadas con saliva, deja todo eso y observa más lo cotidiano que te rodea.

Llora en privado, ríe a carcajadas frente al espejo y camina, mirando la vida y hazte arreglar esa uña que primero muere el dedo, luego el pie, después la pierna y aún no es tiempo, tienes el don y el látigo de narrar todavía muchas historias cotidianas antes de que se te pudra la cáscara.

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