lunes, marzo 06, 2006

Achachi Galan

Llegó a La Paz hace cinco años, su español se limitaba a diez palabras arrastrando las eres. Lo conocí en una de esas noches de blues, en las que el Illimani resonaba en los crudos riffs de la guitarra del cordobés, casado con paceña. El gaucho tocaba a La Paz ese rock and roll de muelas careadas y soledad, mientras el Alemán cantaba delirante su amor a las laderas, que le brindaron su té con té, a la warmi de sus sueños, a su llokallita chucuta.

Tantos quieren irse y esta ciudad seduce con furia a quien la sienta. Esos que llegan con camarita Canon y bus privado se van como llegaron, los otros, que la caminan, la beben, poco a poco se van quedando.

Volviendo al franchute, llegó al país hace quince años, con aires de mentor, con ganas de lavar impuestos en ONG del tercer mundo, extrañando la baguette, criticando la llajua y los gritos de minibús. Con los años la ciudad se le metió por la piel, sus “eres” dejaron de ser roncas, sus “eses” a silbar y el “pues” y el “ya”, finalmente reemplazaron al “Ça va”.

Lo encontré en las gradas angostas de los juzgados de familia, feliz porque habían aceptado su sirwiñaku, su unión con la paceñita, y lo habilitaron oficialmente para la marraqueta con mantequilla Pil, en vez del croissant.Conversamos de nuestros días, de los azares que nos encontraron en un país sin igualdad de género, en esos oscuros pasillos de juzgado, él celebrando una demanda, yo demandando justicia.

Amigo europeo, este país es jodido y tú cada vez más paceño, cada vez menos parisiense, le dije.Ahí con su pucho Derby, bajó la Ayacucho, comimos una tucumana con llajua, toreamos taxis y caseras, mientras me contó de sus planes para Oruro. Es que hay que entender el Carnaval, me dijo, no es así nomás como cualquier gringo, meterte a mover las patas como “tecno” insultando a la diablada, no es así, insistió blandiendo al aire su pucho.

Me dijo: “seré achachi galán en los Cocanis”, vi cómo sus ojos se encendieron al contarme de la máscara, cómo empujó a la gente en la Comercio mostrándome el movimiento exacto del cuerpo, cómo se dejó poseer por el espíritu de moreno. Nos despedimos con la promesa de tomar un café, ponernos al día sobre escritos y música.

En la Sagárnaga dije, en el Club La Paz replicó, con esa mirada de ¿acaso soy gringo?Un abrazo y la promesa de vernos en el Alba. Me quedé mirando La Paz precarnavalera, los chisguetes chinos, los globos brasileños, abarrotando las esquinas, ya viviendo el estruendo de trombones en Oruro, ya sintiendo su rostro asado por el sol, con labios de cerveza y espuma en mi piel. “Estos carnavales quién inventaría”... Así, cantando, bajé por El Prado, preparándome para el entierro del Pepino, con la banda Pagador ya retumbando en los oídos y la imagen de los Cocanis bailando en mi cabeza.

La Prensa, 5/03/06

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Para Ud(s), ¿Qué es pues 'gringo'?

Soñadora Insomne dijo...

Y es cierto... esta ciudad se te mete hasta los pulmones, hasta en los sueños. Es hermosa...