Mediodía volando en taxi con los duendes cepillando el inconsciente, lustrándolo bonito para que su bisturí empiece a retacear ideas, asociaciones, sueños, dolores. Esta vez llegue cinco minutos tarde, salgo del ascensor un chico con cara de monito se quiere entrar de golpe, la flaca de su lado lleva blusa blanca, me sonríen, los evado, los miro firmemente.
No quiero entrar, la puerta entreabierta, esta vez no hay secretaria, solo mi analista y yo, la transferencia empieza a jugar su papel. Que hago, toco la puerta, la miro, es una cita en una oficina para hablar temas íntimos, al mediodía, es tan chistoso, al final es mi analista y yo el sujeto. Al final entro, me lanzó al divan como a mi colchón, miro La Paz nublada, respiro, me quedo en silencio. Los silencios en análisis son duros y pesados, debo hablar quiero hacerlo, entonces otra vez el efecto morfina en mi cerebro y ese otro que hace uso de la palabra, ante el muerto que espía desde atrás y empezar a volar en palabras.
Ella en silla negra y chompa morada, esconde en esa mirada, en esa dentadura de camélido, la palabra dura, el significante pesado. Empiezo con el sueño, ese que se repite hace mucho, el del almuerzo familiar con los muertos. Mi tío, que se suicido, entra en escena, retostado como pollo, desnudo, se rie con la cara morada y se sienta a la mesa, sin más, dice es hora de mi dósis y se pica heroína en el brazo en pleno almuerzo, mis ojos se quedan en la aguja con sangre y lo miró y digo a todos que el murió, que vi su cara aplastada contra el vidrio del ataúd con grotescos algodones en las fosas, todos comen, se ríen, no me hacen caso, yo solo miró la sangre, la aguja y despierto.
Ella suspira, me pregunto ¿cuantas palabras caen al vacío desde el diván?, me veo como caricatura de Quino, dibujando personajes y letras en el aire, mientras mis palabras caen a la alfombra. Ella recoge solo las que desde su posición de analista son validas, con el resto forma papelitos que luego caerán al inodoro ¿con qué asocias aquel sueño? me pregunta.
Sigo en el juego de seducción, en hacerla sentir que su palabra esta causando efecto. Entonces, ella sentada velando mi espalda, en la vigilia del cuerpo muerto, pincha con un tenedor plateado los pensamientos e ideas que le interesan, haciéndolos bolitas y lanzándomelos a la frente en forma de preguntas. ¿De qué escapas?, ¿qué evitas? ¿por qué los encierros? ¿ qué de tí con la muerte?
Entramos al tema de las guerras imaginarias, que uno se monta para evitar actuar en el campo de batalla de la vida. Las defensas están por caer, estoy a punto de ceder una vez más, pronto dejaré de ser dueño de mis palabras.
Me duele la panza, creo que comeré un Subway al salir, debo bajar de peso, ahorita diré lo duro. “detesto mi presente”……………………..silencio y la voz suave me dice “Al final el dolor que evitas, es tu último y primer dolor, el de estar vivo y es así por que vivir cuesta. Lo dejamos ahí, ¿te parece martes a las 18:15?
2 comentarios:
Es chistoso, ella te dice lo que tú tanto temes decirte. Tu mente se distrae día tras día tratando de vivir una vida que en realidad no es la tuya, que es como quisieras que fuera, pero no es lo que es.
¿Y será que los días nublados son los causantes de esta melancolía que se siente en tus letras, en las calles, en el aire?
Dejar de analizar sería perfecto...
Divan hecho cama eso es reconfortante, pero... ¿es la realidad? eso también necesita ser analizado, supongo que al final solo hay que vivir porque nunca dejaremos de hacer eso... mejor buscar y experimentar... ¡ah! y el toque final "sonreir" ;)
Un abrazo :)
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