Al Chicho lo conocí hace tiempo, cabello corto y sonrisas traviesas alumbraban su larga nariz. Tenía unos quince, acompañaba a vender en el puesto de la esquina a Felipa, su madre, a quien le decían La Pipa. Ella tenía las iniciales del marido en oro, en un diente, recordándole su amor de mantis al borracho que le ayudó a traer al Chicho y que luego por su botella no se enteró de sus desvelos, los pañales sucios y de cómo sudando fue haciendo plata sola.
Empezó vendiendo en la puerta del boliche. Ahora que dicen que es rica, él la busca, para pedirle unos pesos, y el diente de oro lo saca tostando. Las malas lenguas dicen que La Pipa es traficante, aunque pocos saben cómo pedir para que el chocolate se vuelva “polvo blanco” o el chicle, “estaño dulzón”. Sólo ves la cola de autos, su voz metiche piropea changos y el diente de oro saluda a una chica mientras le vende agua para la dieta.
Dicen que robaba chicles y se iba al cerro a fumar con los cuates. Parece que se fue quemando, sus pulmones se tiñeron de verde y sus dientes se perforaron en esa pasta como macilla. La Pipa se farreaba los domingos, con el del radio taxi rojo, de borracha se acordaba de su hijo, le decía que lo quería harto y su diente le lloraba cerveza en el hombro mientras le daba para más chicles. Ahora él lava autos, frente a la iglesia de cemento y Cristo sin cruz. Juega pesca-pesca con el choco vende flores y en la tarde se sienta en la acera a espiar de reojo los calzones sucios de las malabaristas y contarse a sí mismo sus travesuras, mientras abrazándose se mece.
Ha conocido el cartón que le sirve para sentarse y jugar a los abrazos con la choca gitana, esa que La Pipa cuida y nadie sabe por qué. Dice que su cartón se lo ha robado ella para cambiar el pañal a su guagua, detrás del quiosco, mientras lo putea, como si fuera cigüeña voladora, si alas no tengo, sólo te he hecho cosquillas, le ha dicho y se ha reído, luego la choca lo ha sacado tostando.
Caminaba idea y vuelta buscando, con sus kitis reilones, mancha viva en carne viva. Antes que se arranque el cuerpo, lo he visto caminando por los barrios “jai”, ésos que inflan el pecho por sus escaparates y cafés. Hoy ya no están la gitana ni el choco come flores, lo han dejado y él anda escapando de La Pipa, porque si lo encuentra, a sopapos lo va a besar. Ella sigue mala, dice, aunque ahora tiene sombrero de tela fina y tres terrenos, es dueña de edificios en San Miguel cuentan. Le gusta apoyar su cabeza en el vidrio de la peluquería “Glamour” y reírse en el espejo, sacándoles la lengua a las chicas. Loco de mierda, le dicen. Y corre.
Ayer me encontré con él, cuando con mis llantos de almohada caliente caminaba tempranito. Miraba sonsas penas en el piso y me topé con sus zapatos sonrientes. El sol de invierno rebotaba en su frente, estaba arrodillado en mitad de la acera al frente de un café, y sus brazos cruzados dentro de la chompa temblaban con furia. Sereno recitaba algún mantra, algún rosario, quién sabe. Perseguía ángeles, cagando de frío y tistapi, orando en silencio se ha quedado. Nadie lo ha mirado, pocos caminan por estos cafés a las ocho, en silencio sus ojos han pedido y en persignadas compulsivas una lágrima gris le ha bajado.
Me mira y no se acuerda, estos años fumándose la calle lo han golpeado y no dice nada. De pronto el árabe del café con un baldazo de agua fría, como ha perros nos saca de la contemplación. El agua salpicó la culpa y mis zapatos lustrados, el Chicho ha corrido asustado y yo lo he reñido por manchar mi saco.
La Prensa, Domingo 27 de agosto, 2006
3 comentarios:
Nada muy lejos de muchas de las mismas calles sucias de mi Santiago, nada muy diferente a esos que habitan condensando todos los dolores del mundo bajo los puentes del Mapocho viendo pasar su agua de chocolate al calor de la hierba, tantas vidas, tantas muertes, tantas miserias, humanas y divinas y en medio de todo tus letras brillando y mis ojos buscándote siempre y serenamente, tras la pantalla.
Un beso
no se puede comentar nada serio después de semejantes declaraciones che!! :0)
jeje,...avatares del ciber espacio, estimada y distinguida amiga porteña, sus palabras y comentarios andan siendo añorados por estos lares, por lo que le pido que no deje de hacerlos
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