viernes, junio 08, 2007

Santiago III


…Ya ves y yo sigo pensando en ti…


Salí a la calle al final del día, con la mirada adormecida por la falsa bruma. Las ganas, honestamente, eran de leer algo y dormir, pero otro era el plan que tenía la ciudad para mi. Salimos de aquel complejo de cemento en el que se encuentra la oficina cayendo la noche. Me acompañaba la Pepa, una revolucionaria de los 70, con boina negra y sobretodo de lana. Años de burócrata tras un escritorio, más por necesidad que oficio, no mataron su rebeldía y ganas de respirar poesía. Ella, en silencio y en mi ausencia, había planeado, con aquel calido personaje de bigote blanco, la incursión nocturna. Subí al taxi sin mucha expectativa, imaginándome la velada en un Mall o un Restaurante de esos caros en un barrio de más cemento, en un sector tan globalizado y vacío de sentido.

Llegamos, el arribo fue curioso, era como estar en la calle España en Cochabamba, o la Presbitero Medina en La Paz, sólo que más grande. Respiré por primera vez algo más que Smog. Sentí identidad y la personalidad de un Santiago que se defiende, que se resiste a ser un una copia barata de cualquier ciudad global.

El barrio se llama Bellavista y colinda con el centro de Santiago, se ubica al norte de la ribera del Mapocho. Las ha vivido todas, desde ser en sus inicios zona católica y aristocrática, burdel encubierto para políticos del gobierno, punto de resistencia en la dictadura y hasta meca de la vida nocturna en los noventa.

Empezamos la caminata, esta vez el frío no interesa es más regala la atmósfera perfecta para disfrutar las fachadas de las casas. El moho que se cuela por las paredes te va contando las historias del barrio. Aquellas de chicas sonrientes hace más de cincuenta años que alegraban la siesta de diputados liberales y rechonchos, las otras de caricias furtivas en el motel amarillo, donde estudiantes confabulaban entre sabanas contra la derecha. La calle te habla de la lucha en el golpe, de la pelea contra el nuevo golpe, el del progreso y la despersonalización. La gente pasa, algunos te miran desde la ventana y perciben que tus ojos escanean la zona con aires ajenos, a unos les gusta a otros les es indiferente.

Llegamos a la Chascona, último refugio Santiaguino de Neruda, ella dibuja en el rostro, la sonrisa que acompañaba los debates universitarios. Me cuenta del caldillo que preparaba la madre de su amigo, esa que acabó viviendo en La Chascona después de Neruda y surge la inevitable pregunta ¿en que universidad estudiabas?, en el único territorio libre de América, la U de Chile me responde, entonces todo cuadra, cobran sentido, las preguntas sobre mi país, sobre Evo, la risa que contiene ante las colegas de la oficina, bronceadas y con el cabello teñido de rubio en este invierno. La boina parisiense y ese aire detrás de las arrugas de mujer de batalla, recobran presencia. Aunque hoy carga en la espalda el peso de la burocracia, vuelve esta noche, a ser aula de sociología contestaria.

Me cuenta sobre las luchas en dictadura, la locura de seducir a los milicos con la minifalda en plena resistencia y luego cargar la metralleta para ir a defender alguna fábrica, en el córdón industrial. Me habla del primo Cura que mandaron al destierro y acabó muriendo de pena y sorojche en Putre. Hablamos del Chile de hoy, de la vergüenza de los Santiaguinos con el otro país, ese del cual no hablan, el que no aparece en los afiches de ciudad competitiva, estable y moderna que sirven para atraer inversionistas.

Me llama la atención nuevamente la mezcla de casas simples de una planta y paredes de cemento, pintadas de forma caprichosa y deliberadamente kitsch. Juega el color de paredes ocre, azules, amarillas, cafés, con las luces de la noche y te regalan al caminar, murales cubistas, graffitis contestatarios, soles y lunas en portones de madera con candado. Las puertas te entregan: musica (punk, jazz, trova) risas y de rato en rato sale gente de algún bar para invitarte a pasar.

Llegamos a una galería construida en el patio interior de un manzano de casas. Me cuentan que fue una iniciativa vecinal para evitar la construcción de un edificio. El lugar es todo de madera y encuentras desde artesanía Rapa Nui, vino e incluso medicinas tradicionales Mapuches.

Es otro el color en los rostros, otro el aroma en la gente joven de este lado de la ciudad, grafitea, fuma. Pienso que aún cree, resiste y muta contra la corriente. Son el Santiago que también cuestiona, ese de los colegiales que arman barricadas en los colegios y se hacen llamar pinguinos y con quince años se declararan marxistas y les devuelven sin miedo las bombas de gas a los carabineros.

Luego de caminar por calles misteriosas, me sorprendo con una casona café escondida a las faldas de un cerro, con las ventanitas crujiendo y los ojos que miran y reciben. Me despiertan sueños locos, ganas de mudarme a su esquina con sauce seco y paredes de piedra y disfrutar la jubilación en este lugar. Ella ríe y me invita a comprarnos la casa, poner un bar con libros, aunque adelanta que probablemente muera antes que yo llegue a viejo.

Volvemos a las preguntas, a las heridas del 73 y me cuenta que jugaba en la casa de Allende a sus 6 años y que es la oveja negra de izquierda en familia de derecha, la cual poco a poco acabó por aceptar su coherencia. Vuelve a pintar sus palabras con el calor de su lucha, me habla del Pantera, brasilero que vino a armar la resistencia en la U, yo del Guillermo Bedregal García que organizó a los bolivianos de la U de Chile, ella de su amiga que murió en un cordón industrial. Me cuenta de cómo se refugiaban en el altillo de la casa de su amigo hijo diplomático, paradójicamente en Las Condes y con ametralladora en la ventana, veían como los milicos se limpiaban a los chicos de la U a tiros en el cerro.

Estábamos, sin darnos cuenta, hablando del mismo año, de la misma gente de una misma lucha, en un Santiago que ya no me resulta ajeno, que respira los mismos aires que respiró mi padre. Ella sintió el temor de la mano negra del milico en su juventud igual que yo en mi infancia.

Hoy trabaja en un organismo internacional, destino predecible de tanto izquierdista que se acabó aburguesando. Se refiere con respeto al proceso de cambio en mi país y le da bronca la gorda, como llama a Bachelet, por que no entiende lo que representa ser la primera mujer presidente en Chile, eso hace que la derecha esté creciendo dice.

Caminando por estas calles recuerda el día que murió Pinochet, parecía otro golpe, igualito habrían champaña y te insultaban Los fachos dice. La miro, recuerdo el departamento donde vivo, las historias que ahora escucho y decido quedarme con el Santiago, del otro lado del espejo, eso que no les gusta ver a muchos y siento la terquedad de un barrio que esquiva, lo más que puede, el consumismo aunque igual se quiera filtrar y llegue disfrazado de bohemia a sus paredes.

Más tarde llegamos al Mesón Nerudiano un restaurante muy al estilo de Don Pablo. Nos invitan al subsuelo, una cueva mágica con vino, seguimos la charla y llega él, profesor universitario de toda la vida, también con boina resistente, antiguo exiliado en el golpe. Me cuenta la historia vedada de Bellavista y luego habla con admiración del cambio en Bolivia y que tiene miedo que la derecha se aproveche de la ingenuidad de Evo, misma que vió en Allende y fue, según él, la causa de su derrota. Es que ser ingenuo es a veces tan necesario, aunque peligroso pienso. Luego hablamos de Bolivia, de Santa Cruz, de Coroico, de La Paz y me siento a gusto, latinoamericano nuevamente.

De pronto entra ella en escena, mulata de ropa negra, juega con el micrófono con ese, “camelo” como dirían los andaluces y regala unas notasde jazz al aire. Mira de reojo a la única mesa, la nuestra, y pone miel a su gruesa voz. Luego me entero, es Aidé Milanes, hija de Pablo acompañada de Héctor, otro cubano al piano. Encuentro en su mirada las saudades de mar y me eriza la forma que acarica el aire con las manos al sentir el bolero en su voz.

El show es increíble, su voz tiembla en el bolero, en canciones de Bola de Nieve, de Pablo, en sus propias composiciones, simplemente siento el lugar y el piano que salta con fuerza del jazz al son, del blues a la salsa. Me parece ver la silueta tuya, mientras ella canta, apoyada en el muro de piedra, bailando, sintiendo y me doy cuenta que te pienso y que es posible vivir y sentir en la simpleza de un piano, en una mujer que canta en la punta de un taburete y en el vino que besa recuerdos. Traigo a la memoria palabras, sentires tactos y los pinto a la distancia, en la voz de esta mujer que embriaga con su forma de saludar a la nossshccche como dicen en Cuba.

La salida a la hora exacta, para dejar el sabor a poco en el pecho y las ganas del retorno. Me besa el frío nuevamente y las paredes rojas de la casa que grita la música de un power trio calientan el aire. El lugar pinta sus paredes de colores más intensos, se globaliza sí; en la oferta de bares, restaurantes, pubs, aunque todos saben que es un truco para mantenerse en pie. Respiro nuevamente los versos del poeta y veo como La chascona estornuda poesía en la calzada, esa que tanto necesita la gente para no caer a la tentación del Mall y el Condominio de vidrios.

Más tarde en un semáforo y bajo un puente dos personas duermen en cajas de cartón. Desde el auto, rumbo a casa, veo al lado izquierdo séis chicos de “carrete” con el reagueton a todo volumen, viven otra anestesia. No importa, es bueno saber que Santiago en el patio trasero no cambió mucho y permanece. Volveré, pisaré nuevamente las calles de esta ciudad y cuando tome un vino en alguna de las esquinas de Bellavista, iré pensando en como decorar mi casa del cerro para cuando me jubile.

10 comentarios:

none dijo...

No sabes lo que estás perdiendo por andar tan lejos compadre...
y a proposito de resistencia, por que no te resistes a la poesia y te vas no más a un mall, al final aqui vas a a estar con poesia siempre no ve. Mentira compañero, muy buena crónica de tu viaje, lo estoy siguiendo número a número.
Saludos

Anónimo dijo...

pasando a saludar.... asi q Chile ja!?
abrazos atigrados.

Estido dijo...

Buena crónica, viejito. Con algunos cambios podemos convertirla en diario de viaje para la revista, ¿no? Un abrazo desde la Ínclita.

rondeldia dijo...

me uno a lo que dice el perro.. dejate de huevadas y anda nomas al mall de las condes... que nunca conocí y que me dijeron que me arrepentiría... al carajo.. preferi pasar mas dias en ahumada y otros lares.. pero bueno che.. si puedes traéte a la mulata, dile que acá tiene un seguro servidor, (me vale su viejo, no lo escuche y no planeo hacerlo), seguramente ella tendrá un lugar en esta ínclita ciudad.. en cuanto a neruda... chango no entiendo como admiran alguien que habla de amor y romance y abandonó a su hija que tenía capacidades especiales.. bien de la derecha eso nove?

asi que a dejar la poesía y meterle duro a lo que sabemos compadre... (me refiero al laburo)

un abrazo,

r

Anónimo dijo...

ya pues Willy, la pulimos y le metemos.
Ronald, tienes razón en muchas cosas Malba Marina murió a los 8 qaños con hidrocefalia y el tipo no se hizo cargo. Escribiré otra crónica sobre Neruda y Huidobro
Abrazos

Anónimo dijo...

la verdad que yo no tengo problemas en caminar por los comercios de Providencia o contemplar las casonas del Barrio Alto,ni disfrutar de los monumentos y parques del centro histórico o respirar la esencia nocturna y bohemia de Santiago en Bellavista,o recordar las contradicciones y contrariedades de caracter del mayor vate mapochino en La Chascona,toda Santiago es disfrutable y es una ciudad que me atrapa...
Ganja,la verdad que tus crónicas son exelentes,bien escritas y disfrutables,mucho mejor que tus poemas.Saludos.

Anónimo dijo...

PD. ...y fotos no hay?

Sakura dijo...

Qué buena visita a Santiago!!!, por cierto ya te contactaste con Vero?, así podrán reconocerse las narices en esa ciudad un poco lejana de su Illimani... =)

Saludos

La Vero Vero dijo...

No Ceci este miercolito quedo de llamarme esta noche!! Ay de el que no llame! jeje

Paul: Bien lindo lo que has escrito, has resumido super bien como nos recibe Santiago a los bolivianos, Bellavista, la música, el carrete, las juntadas, más tiempo acá y te va agarrando el capitalismo jodido...algún día escribiré sobre aquello. Mientras solo digo "Suéltame consumismo".

Si se vale que te bienvenga, bienvenido.

paloma dijo...

whoever crossed path with Guillermo Bedregal could not but gravitate somehow around his memory for ever. I was lucky, I met him and loved him. Long time ago.