Este getto de ladrillos mal pintados, de estacas mata vampiros en los techos, espantapájaros sonrientes, manos de tijera huecas. Esta humedad falsa de mayo, chorreando por tu voz de raspadillo en etanol, me escuece y vuelve con el ajo en tus miradas.
Tus ojos muerde orejas sumergidos en Martini, festejando el juego, con tus mandíbulas de furia. Tu sol borracho, en hombro, embriaga silencios, con lunar, en cachete manda besos. Te retengo en otra piel y sostengo los huesos de aquella, para que no caigan al inodoro.
Mil latidos en la frente, la sed sin la sal de tu mar y esta pared de cemento desgastado escupiendo el llanto del vecino, los gritos de la sorda lustra pisos, la cascada de vejiga incontinente a las cinco AM.
Este escenario, este montaje nocturno, este eco de tu carne en lluvioso aquelarre. Todavía te detesto con odio rasga espaldas, despacio en noche tibia mientras tu sollozo muerde la almohada.
Si, las paredes de este getto sudan llanto de domingo de tumba, de carcajadas mojando encierros. Tu voz de raspadillo todavía me da chaqui, tu risa temblorosa aún eriza el pecho. Si, ganaste una vez más en la memoria.
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