lunes, octubre 17, 2005

De cómics y marineros

Cuatro de la tarde calle Ecuador, la gente rodando como bolitas de lana por la Belisario Salinas. Salgo caminando de una reunión y me detiene una puerta que dice “pase Club del Cómic”, entro y veo cómo dos señores leen el Corto Maltés, mientras un viejo blues los arrulla.

Luego recorro una exposición en paneles de El fanzineroso, cómic irreverente e interesante. Me detengo en una historia de tres planas que narra cómo un dibujante de cómic pierde la inspiración y sale a caminar, en eso se encuentra con un hombre, luego de increparlo e insultarlo en aymara, le obliga a aceptar unos periódicos viejos. Acepta y descubre con sorpresa un dibujo incaico, en el que aparece él con un lápiz entre dos incas. El aparapita desaparece riendo, sólo queda él y el dibujo, en el último cuadro el dibujante mira con ojos inyectados de tinta y apunta con la pluma diciendo ¿quieres que ahora cuente tu historia?

Se me hace tarde, vuelvo corriendo a la oficina y en la puerta me detiene el conserje, me dice que un hombre hace rato que quiere hablar conmigo; viste un saco café de esos de solapa larga, camisa verde a rayas con cuello raído y sucio, poco cabello, tres dientes inferiores y ojos claros inyectados de rojo.Me habla unos minutos del país, la política, el clima y luego me pide una colaboración. Cuando le pregunto a qué se dedica, infla el pecho y dice: “soy marino mercante”.

Me cuenta que está casado con una africana, que tiene cuatro hijos y es un cafetero bárbaro, aclara que no le gusta el alcohol y que vino a verme porque la situación está jodida y decidió pedir un aporte voluntario.Está claro que me eligió al azar, ¿o no? Conversamos, me sale el complejo de burócrata y acabo haciéndole una entrevista de reclutamiento. Le pregunto si tiene un oficio y me responde reilón, “ya le dije, soy marino, pero con esta crisis, ¿quién necesita un marinero? Dónde me van a emplear, a ver, dígame usted”. Vuelve a mi mente la risa del cómic, al ver sus pupilas dilatadas y creer escuchar sus insultos silenciosos a mi corbata.De pronto dice, “usted respetable señor, en mitad de su vida laboral, tiene un oficio claro supongo, ¿qué puedo ofrecerle yo?”.

Vuelve a mirar, ahora con sarcasmo, y me pide unos pesos para un café, es mi único vicio, me dice. Sus uñas con un tono violeta y su aroma a desván vacío me acorralan, le doy diez bolivianos y responde, “redondearemos a veinte”. Le doy quince y lo invito a volver, pero ofreciéndome un oficio, no sin antes lanzarle una perorata sobre la dignidad, el trabajo y otras pajas.

Me repite “soy marino mercante, los políticos urdieron un plan malévolo para quitarme mi empleo, soy un cafetero bárbaro, ¿y tu? Dime algo de ti ¿o prefieres que ahora yo cuente tu historia?”. Se ríe, escupe y se pierde entre la multitud de la ciudad, mientras el viento me muestra la marca de mi corbata.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya lo decidí pasare por su oficina a pedir 15 Bs. para un submarino y ojala tambien me quiera dar trabajo. Esito seria!

Unknown dijo...

Què bueno encontrar a nuestro querido Fanzine en una de tus obras.

Puedes visitar mi blog en www.chicolarva.blogspot.com y ver un poquito (aun no he subido muchas cosas) de El Fanzineroso en http://www.el-fanzineroso.blogspot.com/

Un saludo