Ultima huella para predecir tu ausencia.
Te has sepultado en mis pasos y el polvo, mirándote, te recuerda y abre sus labios, sumergiendo en el frío un corazón donde se acerca la noche, para buscar su voz en el silencio,
donde la oscuridad es un resplandor que desparrama las facciones del cementerio sobre los senderos que seguirá la primera estrella,
antes que en mis ojos se demacre el horizonte, antes que mi piel traspase la multitud de túneles que me separan de tu aliento, y sólo quede en mi alma un esqueleto de cometa desdibujado por la lluvia (Guillermo Bedregal, extracto de Paso a Llojeta)
En este silencio cargado de bruma nacen las primeras palabras que cierran el viaje en viento de espada, lejano ya de la palabra sujetada en las órbitas de la ciudad al alba.
Volver a visitarte, sabiendo que has mutado, que los restos de escarcha y barro ya no besan tu paso en descenso de verbo y grito es una invocación irreverente, un mandato de aquel que habla cuando callo.
En el descenso que vigila la peregrina ausencia de luna, se abre el paso al sepulcro cargado de huellas de ausencia, esa de de viento, agujas, y llamados de espuma; presente en el camino que hoy me trae al viejo bosque a la “comarca en el poniente” como bien refería el poeta.
Hoy el eco de hechizos se ha desvanecido, mientras pilares de concreto taladran su sangre de greda. Nuevos puentes se están levantando en la comarca. Nuevo adivinos, nuevos suicidas pondrán su palabra en olas de viento, en los descensos de Llojeta.
Sin embargo más allá del maquillaje de burdo modernismo, la ciudad no ha cambiado. Grita más voces, muerde más silencios y todavía las fisuras de la tierra de Llojeta acogen al brujo, aquel en rostro sin rostro, con la mirada que habita en la piel sin cuerpo, con la boca que habla por la palabra que calla.
En este mi descenso de domingo, la calamina serpentea y parpadea al atardecer, mientras la piel se tiñe en ambar y en la mirada al vacío me nutro de palabras de otros augurios, de antiguos aullidos, de otras carnes.
El poeta y el loco han hablado a su nombre y a los pies de filudos centinelas se han arrancado la piel para el ascenso. A su nombre he vuelto, a la botella epultada hace cuatro años he llegado. Ella guardó la confesión y el júbilo teñido de cerveza con el nombre de las orbitas del poeta, con el viento de su pluma arañando mi libreta.
El poeta ya no mora en la empinada colina, en el cementerio rodeado de piedras, lejos hoy de las flores silvestres habla desde otra morada, del verde tibio de un hueco protegido en concreto del Cementerio Kantutani pero eso no es necesario, por que otras noches guardan la contundencia de su vigilia hoy evocada.
El descenso del presente tiene la primera luz de aquel otro descenso, ha vuelto a pintarse de cobre, ha vuelto en poros de arcilla ha mirar de frente la ciudad desde la altura. En Llojeta donde la voz del profeta y el eco de ciudad muerden algo mio, nuevamente ha quedado en palabras negras la confesión:
Este no es un homenaje de olvido, ni un acto recurrente de presencia, es simplemente lo que es, lo que nombra lo que a otro pertenece.
Sabrás perdonar la intromisión en tus púpilas, con la palabra hecha voz entre poemas, con la certeza del verbo que habla por la voz que ofrenda la otra voz, la evocada.
Este no es un ejercicio seco de tortura ni la incongruencia tatuada en los labios, es la ofrenda de la boca que habla lo que la boca calla, lo que las manos duermen en este tiempo mudo.
Esto no es un ensayo de locura, de perturbación a su vientre, de ofrenda a su alma. No es un golpeteo a la puerta cerrada, ni un remover de telarañas en el marco de madera ya sellado.
Esto es sólo un homenaje de ausencia y presencia, al tacto, a la geografía de ciudad de altura y como tal debe ser tomado, guardado en alguna caja, en algún ropero o mejor aún celebrado en el viento que mira la ciudad de frente.
Quédate entonces con todo aquello que late en el silencio de tu noche, donde la palabra ajena y lejana aún te evoca, bruma peregrina.
3 comentarios:
Ganjartek...navegando llegué a tu blog, quedé atrapada por tus hermosos escritos y por tu presentación. Me voy en silencio. apagaré la luz.
Saludos.
debo confesar que cuando ví la extensión de tu poema, me dió cierta pereza leerlo, pero el epígrafe de Bedregal y el resto de tu prosa me sedujeron...
Saludos
Paul, muy lindo y sentido lo que dices...
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