A las chaskañawis de trenzas ausentes, que esconden la pollera fucsia en la forma de un jean a la cadera.
A esas descoloridas en algodón prelavado de la Uyustus, que hacen que tu mirada bambolee y se babee en el hueco de un ombligo con piedrita de fantasía, con joyita made in China.
A aquellas que esconden en "ese palpitar" tan a lo Sandro, de poros canela, furiosas agujas que punzan las miradas las lascivas y babeadas.
Hablo de esas warmis, con valentía embriagada en huesos seductores. De aquellas que te llevan sin rubor a sacarte de un tajo las fibras de la vida y ofrecerselas en un plato de plástico, en un agónico ají de fideos con sentires.
Suelen ser indolentes en la certeza de la miel que inyecta los parpados de una locura cándida y frenética. Suelen ser adictas al "si pero no" "me asusta pero me gusta".
Warmis cobardes, ñustas parodiadas en Yanbal, como hacen temblar el corazón de espuma del que escribe, el agónico paso de la malta en sus venas, cada vez que dicen ""yaaaa", cada vez que muerden un tal vez o con sonrisas de bicarbonato y escupen, cual antidoto blanquea piropos, un..."no maaanches".
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