Ejercicios literarios, crónicas, miradas a la ciudad, relatos, poesía (de vez en cuando) y todo lo que este aprendiz de escritor produce en el camino a encontrar su propia voz (Al final Borges la encontró a los 70 años)
lunes, octubre 03, 2005
Me gusta lo triste
El Prado siete de la noche, bajo esquivando vendedores y más de uno que se abre paso a codazos. Cuando mis líos mentales están a punto de explotar, me detengo a escuchar el dulce nostálgico de un hombre tocando su trompeta. Lo miro y sus parpados hechos puño me dan la señal, está ciego y agazapado entre la pared y la puerta de un café. Luego me enteraría que se llama Santiago y desde que nació es ciego y como dice toca más por placer que necesidad.
Mientras lo escucho, hago un recuento de monedas en el vaso de margarina, “el cover” hasta ahora Bs. 2.30. El ruido de monedas en el plástico no altera su concentración, sólo sangra, lo que el plomo de sus pulmones llora, en memoria de la tos seca de su padre en la mina.
Santiago nació en Oruro y vivió en Caracollo, vino a La Paz, cuando se dio cuenta que en la mina no tenía cabida. Sus pulmones no huelen a estaño y en su trompeta su saliva dibuja aires de Memphis en Huayno. Le pregunto sí conoce el jazz, sí alguna vez escuchó a Charly Parker y prefiero callarme, al darme cuenta que peco de pedante y vuelvo a sentir como su música, arrulla mis maleficios en un lunes con frío y silencio.
Santiago “se está”en su música, como diría el poeta, y yo en el silencio de mirarlo con respeto. Su trompeta calla, las bocinas son su aplauso, será un día de éxito tiene ya 3, 60. Le pregunto por la canción que me movió las tripas y me dice que no sabe de quién es. Un amigo hace años se la grabó en casete y le habló de un tal Sinatra. Hace tiempo su aparato no funciona y sólo tiene la melodía en la cabeza. Suena sin duda a Jazz, a lamentos negros, pero él no lo sabe, me dice que la toca por que le gustan las cosas tristes y al salir de su trompeta espantan cualquier mala suerte.
Me cuenta que grabó un disco, en un proyecto de músicos de la calle: “Bien me ha ido, hemos vendido todito, pero no lo he escuchado por que no tengo aparato para Cidis”. Luego se calla y toca la trompeta buscando con los dedos su forma, ¿de qué color será la música que toco no? Me dice, no se que responder, sólo lo miro, ahí tanteando el borde de sus monedas antes de llevárselas al bolsillo.
La gente camina rápido, hace frío en La Paz y es primavera. Me despido, con la promesa de volverlo a ver y recibir un disco suyo. “Por ahí nomás me vas a encontrar, no paro en ningún lugar, cuando me canso me siento y toco”.Se queda tocando un bolero de esos de caballería, yo camino esquivando empujones, mientras mi cigarro quiere ser trompeta y mis ojos tratan de adivinar el color de la música.
Se queda tocando un bolero de esos de caballería, yo camino esquivando empujones, mientras mi cigarro quiere ser trompeta y mis ojos tratan de adivinar el color de la música.
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4 comentarios:
Escribes muy bien.
Me encantó tu historia. El persegudor de Cortazar se viene a mi mente, pero no sólo eso.
También está mi mendigo (si quieres llamarlo así. Ese hombre ciego que canta canciones cerca del cine Monje Campero y que durante tres días me tuvo horas hipnotizada observándolo y escuchándolo sin que él lo supiera.
A mí también me fascina lo triste. Perdón por los errorcillos de typeo.
Mirar en notas, sonidos, silencios; mirar en tacto, en sensaciones, mirar la tristeza, mirarse triste, escucharse triste, elevarte y perderte...a mas de emocionarnos por la capacidad de estos músicos y su habilidad nacida del talento o la necesidad, cuanto mas hacemos o les prodigamos? a parte de ser personajes de historia acaso los hacemos parte de nuestro mundo? "nuestro"?
Después de la linda foto inicial, el último párrafo me hizo sentir un escalofrío en la espalda... de esos que se parecen a cuando un orgasmo camina por la columna y explota a pocos centímetros del ombligo ... por favor más de esos..
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