Johnny no es una víctima, no es un perseguido como lo cree todo el mundo, como yo mismo lo he dado a entender en mi biografía (por cierto que la edición en inglés acaba de aparecer y se vende como la coca-cola). Ahora sé que no es así, que Johnny persigue en vez de ser perseguido, que todo lo que le está ocurriendo en la vida son azares del cazador y no del animal acosado (Extracto del perseguidor, Julio Cortazar).
¿Qué persigo, con la palabra, con la traducción de anécdotas con el capturar improntas de imágenes cotidianas y traducirlas en relatos en remedos de crónicas, en prosas mal tejidas?. No lo sé, será ese tema del desear, como decía bien Cortazar en El Perseguidor …¨En su caso el deseo se antepone al placer y lo frustra, porque el deseo le exige avanzar, buscar…¨ , refiriéndose a la búsqueda de Jhony o siendo claros de Charly Parker, del músico, del artista, en últimas de cualquiera que quiera romper la burbuja predecible.
Amplias discusiones sobre esto de escribir y vomitar la anécdota, en contraposición a la ficción, han sido las que me han llevado a reflexionar hoy sobre perseguir o ser perseguido. Es cierto, algunos persiguen sistemáticamente algo tan volatil como el éxito, la fama. Otros persiguen de forma errática y ansiosa, desesperada, terca y sin plan. Esto los lleva a perder el tren, a publicar al reves su obra, a fallar en el momento exacto, a meterse autogol cuando están apunto de ganar un partido. Persiguen con la necesidad de siempre encontrar el error preciso que anule su éxito.
Vuelvo a la pregunta de ¿qué busco en esta clase de purga? No es oficio, está claro, esto de sacarle tiempo al tiempo para escribir y querer juntar todo lo escrito a fuerza de angustia para lanzarlo como balde de tinta en la cara de los lectores. No es riguroso esto de hacer literatura a empujones lo sé y en mi persecusión sigo haciéndolo.
Reflexiono mientras escribo este borrador de ensayo desafinado, valga la analogía, la burda comparación literaria y en mi redundancia me encuentro pensando en el numero de páginas que aún mi editor debe corregir antes de que mi libro "juntuchado" este listo. Mientras escribo interrumpe mi silencio una mujer de 23 años que trabaja de pasante en mi oficina. Ella ordena files de personal sobre el escritorio, a 20 centímetros de mi oreja. Me irrita la burocracia y los papeleos de oficina, ultimamente me irrita.Es difícil escuchar el Jazz con el crujir, crujir, de papelitos en la mesa y mantener la calma para plantear algo coherente.
Debería tener, de una vez, una maquina propia y dejar esta insistencia de creer en que hay lucidez al escribir a las 14:30 con apenas 15 minutos para pulir lo escrito. Debería aceptar el destino de sangrar de madrugada en silencio, algo coherente, valido, profesional con aroma a aplausos para la crítica. En fin, el blog te da ciertas concesiones, ciertas libertades, lo ha venido haciendo los últimos años, por eso lanzo esta diarrea de palabras sin asco. Esto bajo ningún punto de vista me otorga permiso a mostrar cierto afan de arrogancia y furia ante aquellos que no entienden la necesidad de develar lo íntimo con cierto aire de caos “juntuchado” y nada más.
La verdad yo tampoco entiendo mis encuentros abruptos con este lienzo negro. Es como sí las palabras crecieran como notas musicales en mi cerebro. Como si mudos ritmos golpearan con dolor punzante de saxo y salieran palabras a tropezones, en desorden y nada más. Cortazar tal vez afirmaría que yo también calzo en esa frase de … un pobre diablo de inteligencia apenas mediocre, dotado como tanto músico, tanto ajedrecista y tanto poeta del don de crear cosas estupendas sin tener la menor conciencia¨¨... Si, algo de eso debe haber en lanzar y lanzar palabras como si fueran piedras, de ahí a que las pedradas literarias sean estupendas es otra cosa.
Un poco de suerte debe existir en desparramar palabras como ajos, como cebollas al sartén y obligar luego, a quien este listo a comerlas, a tragarse el revuelto de letras. Algo de eso debe haber en creer que los pensamientos, tan caóticos, quedan perfectamente entendidos por el lector. Es que la palabra debe ser nomás el vehículo del mal entendido como decía Lacan, pero esa es harina de otro costal.
Sin duda algo de eso tan naif, tercamente mediocre, nos surge a algunos perseguidores paceños, que con la “la persecuta” a cuestas, entiendase resaca, entiéndase chaqui, empezamos a creer que es posible construir un camino lanzando palabras como si fueran serpentinas al aire. Si, los perseguidores criollos, esos pobres diablos andan, parafraseando a Cortazar, corriendo como liebres tras un tigre que duerme y se entercan en hacerlo caóticamente sin sentido aparente hasta que de un tropezón en la carrera dejan el juego. Aún no entiendo, debo afirmar, aún no entiendo ¿porqué perseguir embriagado de sustancias, obnubilado de ansiedades, en vez de evocar en la paz del escritorio, con calma y bisturí preciso en la palabra?. No entiendo pero habemos algunos que estamos esclavizados en esto de lanzar y lanzar palabras al aíre como si eso fuera hacer obra, asfaltar el camino de sentidos.
Si tuviera la posibilidad de charlar con Bruno, el personaje del Perseguidor, tal vez le diría algo así como a mí también me gusta el ron con Nescafé y juego a sentirme perseguido. ¿Es más fácil, no lo crees que dar la vuelta la tortilla y aceptar que perseguimos algo que no sabemos bien qué es?
Sin duda en esta carrera lineal, en la persecución, paradójica búsqueda del objeto deseado, me encuentro hoy de golpe frente a una pagina en blanco en la que escribo, como en una carrera ezquizoide, sin mirar atrás, con temor al lobo, sin parar a recoger acentos guarda instantes, imágenes de esta mi persecución sin nombre.La construcción desordenada, disgregada, “melange” de palabras, como diría la flaca de mirada de uva, toma sentido en la terquedad de juntar todo en unas paginas. La recuerdo a ella sentada en la alfombra naranja, celebrando con caritas felices el poco orden que mis textos parecian devolverle en poesías y figuras y yo ansioso por que pare, por que tenía que correr a perseguir a seguir buscando sin importar las correcciones.
Podría ampliar las catarsis o discusiones , jugar a que esto es un ensayo literario. Obviamente eso sería una ofensa, que sólo los faltos de academia pueden producir, para aquellos que son ingleses en extrema pulcritud y limpieza gramatical. Tal vez es más simple, tal vez es que a esta hora sólo quiero vomitar palabras antes de irme por que me molesta el sol pinchando en la oreja y me viene algo así como un aire de viernes con sabor a parque, preámbulo de las ganas de Huari fría que me llegarán al atardecer, presagio de las ganas de cantar, jugando a la ronquera de Tom Waits, que llegarán inevitables al amanecer del sábado.
Si ya sé, ya sé me perdí en esta persecución circular de algo que ni yo mismo entiendo que es. Me suele pasar con bastante frecuencia cuando tiendo a vomitar palabras sin orden aparente y entonces salen, de la mano de una idea, salen. También se empiezan a dibujar luego de un recuerdo, de una imagen retenida en la memoria, de un texto que da la vuelta la cabeza.
En fin ya me olvidé el sentido de estas líneas. Me acuerdo sin embargo que hace tres días vi a Forrest Whitaker interpretando a Charlie Parker en una película que se llama El Saxofonista. Que leí nuevamente El Perseguidor de Cortazar. Que tomé un Fernet en la ventana persiguiendo fantasmas. Que entre llantos dibujé manos y besos en una espalda de bruma. Que me acordé en la mitad del divague que mi hijita me preguntó el otro día ¿papi porqué la luna nos persigue?
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