El hombre de abrigo gris llega temprano como siempre al departamento 202, toca el intercomunicador y espera. La mujer de pies largos y venas hirvientes no abre inmediatamente la puerta, camina serpenteando por el departamento once minutos antes de apretar el botón que abra la puerta. Escucha la respiración del hombre de abrigo gris que espera paciente la entrega matinal del amuleto guarda sentidos.
El hombre de abrigo gris espera, respira. Mira por la ventana al viejo con pantuflas negras y perro chapi que va a comprar marraquetas como todos los días. Tiene hambre, se cansa, estornuda, piensa en mandar a la mierda a la mujer de pies largos. Toca la puerta, no dice nada. La mujer de pies largos lo saluda, sonrie forzadamente y le entrega lo esperado. El hombre se va, camina y toma el Trufi. Tiene frío piensa, la mujer de pies largos tiene lindos huesos recuerda.
En la puerta de un edificio el Trufi se detiene. Una mujer de pies pequeños y rulos, vendedora de periódicos, sube con un paquete de periódicos La Razón no vendidos. Empuja al hombre del abrigo gris -¡su abrigo parece pollera, levante pues! le grita. El acata en silencio, recoge el abrigo y reflexiona a la mujer sobre la educación. Ella, con metralleta de palabras, se defiende y lo manda a la mierda.
El hombre de abrigo gris tiene hambre, recuerda las venas calientes y el pubis rasurado de la mujer de pies largos. Tiene que bajar en la Plaza del Centro, mira de reojo a la mujer de pies chicos y elabora que decirle para pedir paso, la montaña de periódicos no se moverá si no habla. Pide permiso, la mujer de pies chicos se hace la sorda, tiene el control y se hace esperar. La puerta izquierda no tiene seguro- no queda otra piensa. Pide y ruega, luego sale, mira su bolsillo- el amuleto valioso quedó a buen recaudo piensa.
El hombre de abrigo gris camina por El Prado, para en un kiosko y abre el periódico en la pagina del centro. La mujer de pies largos aparece en la pagina 12, lado inferior izquierdo. Con traje de baño y las venas mojadas anuncia "abre todas las puertas con tu tarjeta Visa" . El hombre de abrigo gris no tiene cuenta en el banco, cierra el periódico y se va.
El hombre llega a su oficina, se quita el abrigo, cierra la puerta. Mira el amuleto guarda sentidos en el bolsillo, respira, se sopla los mocos llorones. Recuerda el pubis rasurado de la mujer de pies largos y se lanza por la ventana.
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