martes, noviembre 29, 2005

Crónica de un libro liberado



Me enteré que volverá a ocurrir, esta vez dicen que será el 7 de diciembre, cuando todo el mundo ande pensando en las elecciones. Parece que nuevamente uno que otro raro intentará, nuevamente, llenar la ciudad de libros.

Recuerdo claramente cuando salí de casa hace más de un mes, me dolió cada página, me rompí hasta la última letra, después que confiado me lancé a volar ese 23 de Octubre y sólo recibí un duro porrazo en una banca de El Prado.

Salí temprano de mi caliente estante, listo a conocer otros ojos, mirar otros cuerpos, dar mis caricias, tal vez a una soñadora o una caminante paceña. Recuerdo bien que me pasé toda la noche pintando mis letras de un negro vivo, peinando con paciencia cada capítulo, bañándome en la poesía, de otros libros y recogiendo todos los mensajes que pude para llevarlos a volar en libertad por la ciudad y salir libre a recorrer el mundo.

Hoy luego de más de un mes, me hace frío, los versos de la calle no son dulces, estoy rodeado de poemas secos, negros y rojos, mis hojas agarraron un amarillo de invierno. En un mes tengo la piel partida y mis letras se acostumbraron al humo de la yerba y el aroma a thiner.

Tengo hambre, no sabía lo que era eso en casa, tengo ganas de charlar con una novela de aventuras, de reír con las tiras completas de Mafalda, pero estoy en esta caja, lejos del tufo del Sáenz, las miradas de La Maga, de mi Diablo Guardián, del loco del Girondo, de todos ellos y más, lejos hoy e impregnado de betún.

Esto de volar no era cierto, por lo menos no como pensaba, estoy lejos y aunque paso gran parte del día en un cajón de madera, estoy libre. Me gusta, sobre todo el sol del mediodía en la plaza, cuando me abren y el betún calienta con dulzura mis páginas.

A él le cuesta todavía caminar por mis letras, piensa que son espinas y se avergüenza, entonces mi poesía trata de decirle que se quite el gorro, que vuele a otros vientos, pero él solo me mira con esos ojitos secos, mientras mis letras soplan su llanto para que no nos manche, pero acabé como siempre manchado.

Con él vivo ahora, compartiendo sus horas, buscando zapatos para lustrar y cuando ya todos se han ido y quedamos solos, jugamos juntos a encontrar poesías. Fue difícil volar en libertad, pero era necesario correr el riesgo y dar a otro lo que soy, sin esperar nada.

Mi anterior dueño pensó bien este destino, no sé si querré irme a otras manos el 7, pero si me encuentras tócame sin miedo, que el betún en mis páginas es hoy mi esencia. Mientras tanto pasa la voz a quien veas que mas libros quieren inundar la ciudad, llenar cada cajón de zapatos, cada mochila de voceador, cada plaza, cada calle. Pintar de libertad la poesía gris de nuestras ciudades y poder sentir otra vez la libertad.

Este 7 de diciembre, esperamos otra vez tu apoyo, tus ganas de dejar volar un libro, de ser parte de esta locura liberadora.

LIBRO LIBRE BOLIVIA

4 comentarios:

[i] Isabel La Fuente Taborga dijo...

buen post! me gustó imaginar las aventuras que encontraron los libros, sus nuevos destinos, sus nuevas casas, sus nuevas heridas... que sigan volando.

Vero Mendizabal dijo...

esta vez dejá volar un libro por estos lugares....

un libro tuyo, uno que contenga tus días y tus noches... uno que me hable de ti...

besos

Soñadora Insomne dijo...

Y a mí me pasa con mis libros mucho peor que con las chompas. Tengo el libro escogido, pero va a ser un dolor muy grande liberarlo.
Espero que quien lo encuentre, lo aproveche y lo aprecie, pues significa mucho para mí.
Y espero que cuando el libro haya vivido muchas cosas con mucha gente, regrese a mis cálidos brazos.

Vero Mendizabal dijo...

ahhh, creo que yo liberé un libro, pero no de una manera muy libre, le regalé mi libro preferido a mi amiga preferida....

creo que no me costó hacerlo, lo he leido tantas veces!!! y la verdad es que me pareció mucho más importante que ella recorra esas mismas páginas ahora que está tan lejos... tal vez así logre cierta conexión con esto que ha dejado atrás.