Recuerdo todavía a la propietaria de la inspiración. La Paz aire de otoño en la niebla, canela en luces rojas, madrugada con hierba buena, tabaco y cumbia villera. Ella piercings, por el cuello, por el suelo, por la alfombra del deseo, en fin como diría Joaquin "ella, lengua de gato, bicarbonato con porcelana, dolor de muelas, pan de zenteno, hasta las suelas de mis zapátos te hechan de menos".
Una historia de seducción con fantasmas me dejó la pregunta de ¿cuan cierto es que la piel que no se toca, tiembla aún más que la que es mordida con ansias? Todavía me paro en la esquina de aquella gasolinera para verla...¿vendrá? .
La Marylin
Eusebio destilaba sal, la humedad que se vierte de poros mal labrados, permanecía en pie mirando ríos negros brotar de los ojos de aquella que le brindaba su pecho blanco cada noche. Ella, cabello gastado de tanta resolana, labios testigos de mil humedades, ella, La Mary como la conocían en la casa, amiga fiel y testigo de orgasmos de alquiler, esperaba paciente en la ventana de aquel caserón verde, el tacto cobrizo y la sed morena en la lluvia.
Llegó como siempre a la esquina, puntual al cigarro, dispuesto a los labios, firme en su risa. Ella con la seda tersa en piel, insinuando los montes fresa, la ruta húmeda al tesoro guardado. El en un vuelo lineal y ciego encausó la furia a su imagen. La húmedad de vapores claros, el tacto y los ojos bebiendo poco a poco la tibieza de su lengua, la sedienta línea roja, sutil río partiendo en simetría exacta sus mitades, frontera clara separando pezones rosa, su lengua de gato y su carmesí sudor en piel.
Eusebio caminaba acelerando el pulso, viendo el conteo elevarse preciso en segundos y liquido emergente. Llegaba al punto sin La Mary presentirlo, con un tacto preciso el bisturí cilíndrico vertía con furia la fuerza contenida. El volcán de acero derramaba lava en sus ojos, en los de Mary en su piel de ajenjo.
La humedad volvía a taladrar la espina seca de Eusebio, su vientre celebraba el viaje nocturno a su sexo. El encuentro era breve, su piel bebía el humo de María, gota a gota en cada poro.
La fuerza empapaba su vientre, volaban muertos vivos en el semen contenido. Gota a gota el canal rojo bebía el magma de placer, el humo retornaba y los ojos se mojaban de añoranza.
Maria con un beso de encargo agitaba la mano, esperando un nuevo tacto en su pecho, Eusebio apretaba con fuerza y brotaba firme por los labios, por su vientre, por el enterizo manchado, el tibio almidón de sus entrañas, la gasolina disolviendo la humedad en sus manos frías, el humo de La Mary.
La gasolina desbordó el tanque del auto rojo y bebió con placer la lluvia, mojo sus partículas en un coito de cloaca. El orgasmo fue quedo, mudo, solo basto una chispa. El auto estaba vacío, el dueño meaba frente al burdel de la esquina, la explosión fue sorda y seca, poco quedo de Eusebio, firme eso sí la manguera en su mano, apretando con fuerza el gatillo, firme el pucho en la otra y los ojos secos, fríos con restos del humo de Maria en la ventana.
1 comentario:
"¿cuan cierto es que la piel que no se toca, tiembla aún mas que la que es mrdida con asias?"
y Joaquin responde: "Tú que tanto has besado,sabes mejor que yo que hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado".
Publicar un comentario