jueves, agosto 25, 2005

Sharon Olds (The Father, On the waiting) I

Les paso, gentileza de Gustavo Nielsen http://www.milanesaconpapas.blogspot.com/
la traducción de algunas fragmentos de “On the waiting”.

En ellos se muestra a partir de descripciones cargadas , imágenes fuertes y metáforas, muy bien logradas, la relación de una hija con su padre ausente, los últimos días de su vida. Aquel padre que nunca estuvo para cuidarla y que por azares del destino es ahora ella quien debe cuidar, velar en vigilia, los últimos días de su muerte. Muestra como en ese tiempo, pese a a todo se muestra que el vínculo padre-hija no se rompe.

Esta serie de poemas y prosemas muestra de manera cruda lo frágil de la materia y nos confronta con la pregunta de la trascendencia más allá de la vida. Son también escritos sobre el perdón, sobre el poder del amor, sobre la relación padre-hija que pase lo que pase está ahí, por toda la vida.

Habla también sobre aquel padre, simbólico, en discurso, aquel que queda luego de muerto en cada acto en cada palabra, aquel que con su presencia o ausencia de una u otra forma determina nos define y determina y nos hace por último "sujetos deseantes".

Por último nos recuerda que loo que no construiste en vida no lo harás en unos días y ser padre es sembrar día a día en los hijos y no esperar a estar muriendo para aquello.

OJO:

Quien haya vivido de cerca la muerte de un ser querido, tal vez encontrará muy crudo y fuerte el material, pero si es capaz de sobrevivir al impacto inicial de la descripción, entonces entenderá el verdadero sentido del mismo, la historia de amor, perdón y redención mutua entre un padre y una hija.

Gracias Mauro (http://levedadocre.blogspot.com/) por el dato del Blog y gracias a Gustavo http://www.milanesaconpapas.blogspot.com/) por el gran trabajo de traducción y haber hecho público el mismo.

Ahí van los textos.


Sharon Olds nació es hija de un padre alcohólico que nunca se hizo cargo de ella. En los últimos meses de vida de ese hombre, la que se hizo cargo fue Sharon. Lo tuvo que cuidar como a un bebé, aunque lo había odiado toda la vida. Y se propuso escribir sobre cada detalle de su padre enfermo. Sin borrar. Poema que salía, poema que quedaba. Con frialdad periodística hizo una crónica de la muerte en 54 poemas. Entre los primeros, dice:



THE FATHER

“Creo que en algún momento miré a mi padre y pensé
‘Está lleno de mierda’.
¿Cómo sabía que otros padres hablaban con sus hijos, los besaban? Sabía…”

Jalando

Cada hora, ahora, el está cambiando,
Dejando alguna vieja habilidad
Rodillas arriba, cuerpo coloreado de estaño
Cabello negro y gris, grueso con
Grasa como un ungüento ritual,
Mi padre se mueve hora a hora,
la cabeza primero, hacia la muerte,
Siento cada pulgada de él moviéndose
A través mío, hacia eso, como cada niño
Se movió, lento, bajando, a través mi cuerpo.
Como si yo fuera Dios sintiendo los ríos
Empujando constantemente a través, el universo
El mismo arrastrado a través, del universo
El mismo, arrastrado a través mío, pesadamente, fácilmente,
Dibujado a través de mi cuerpo,
Como una servilleta pasando por una argolla
Como si mi padre podría vivir y morir
Tranquilo y seguro dentro mío
Tranquilamente dentro mío
EL VASO

Recuerdo el vaso con asombro:
todo el fin de semana lleno de moco y pus sobre la mesa,
frente a mi padre.
El tumor crece rápido en su garganta estos días,
destila pus como llamaradas el sol,
lenguas ardientes que lo hacen carraspear,
toser y escupir bocanadas de sustancia espesa en el vaso.
Luego se limpia los labios-para eliminar hasta el último rastro—,
apoya el vaso en la mesa y ahí queda,
como un vaso de cerveza dorada, espumosa, brillante,
hasta que diez minutos después vuelve a toser,
coge el vaso, echa fuera el esputo lleno de burbujas,
como levadura viviente:
es un dios creando comida en su propia boca,
él, que ya no come nada,
a veces un sorbo de leche diluida en agua,
que ni siquiera así logra pasar más allá del tumor,
luego la saliva asciende tan viscosa
que debe hacerla girar todo un minuto en la garganta
para regurgitar una esfera en el vaso de flema
que se pasa las horas llenándose lentamente de glóbulos complejos,
lo vacío y vuelve a llenarse,
resplandece sobre la mesa
hasta que la habitación parece orbitar en torno suyo
como el sistema solar en torno al sol:
mi padre la tierra,
una vez centro del universo,
ahora gira con nosotros en torno a su muerte,
el vaso de esputo radiante sobre la mesa,
sus últimas bocanadas.
SU OLOR

Durante sus últimos días de vida
quise encontrar un nombre para su olor:
como levadura, catalizador ocre alimentándose de líquido,
ingiriendo malta, excretando arrope,
fermento agrio, embriagador, exultante,
la bebida fuerte del sudor de mi padre.
Me inclinaba sobre la cama del hospital y lo olía.
Era cemento húmedo, era acera de granito triturado,
era cuarzo y esquisto jurásico,
o el olor agrio del humidificador de cobre lleno de humedad,
era la puna, eran hilachas ennegrecidas de tabaco;
era el recuerdo del cloro en el piso del vestuario de la piscina durante el verano;
el tenue olor a moho de la alfombra de su casa,
el esputo mordaz que huye de las fauces nubladas de un borracho.
Era también la cavidad de un zapato de cuero, rancio,
mezcla de betún y medias ácidas:
en su olor, siempre, esa sensación de mancha
y la atracción de la mancha,
la armonía del aceite y el metal,
como si los mundos de la manufactura y de la industria
hubieran decidido usar su cuerpo como glándula para sudar.
El último día, se alzó en su frente, una esfera de sudor compacto,
la tomé en mis labios.
Después de su último aliento,
yacía ahí, tendido de costado,
inmóvil, sin respirar,
sin proferir sonido,
pero su olor era el mismo, ese olor viciado
fresco industrial doméstico varonil,
oscuro, reflejando puntos de luz.
Alguna vez pensé que al final sería una palabra,
una mirada, la presión de su mano.
Nunca, que él moriría
y yo, después, me inclinaría para olerlo,
respirándolo como se respira el aire,
profundamente,
antes de partir hacia el exilio.

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