miércoles, agosto 10, 2005

Varada en La Paz


" Antes de un descanso necesario, los dejo con la historía de una amiga, porteña de sueños de mochila, si la ven en el semáforo de la Plaza Avaroa, denle unas monedas, en mano propia y no se les ocurra hablarle de La Maga de Cortazar que le revienta". Me tomaré un silencio de esponja, de esos que recogen experiencias y vivencias y un respiro para quien lee estas líneas. Nos vemos en unos días

Blanca como leche Arcor me dijo el Peter, aquel Punk de ganchos oxidados y botas rotas . Le achuntó, era blanca de piel y paisana de las vacas gauchas. Estábamos hablando de que el país se partía y nos daba bronca que “Los Prisioneros” habían suspendido el show. Esperábamos que las cosas se pasen, que esta ciudad sea menos dura y que los rollos dejen de llenarnos el estomago de huecos.

De pronto llegó ella con sombrero naranja escondiendo los ojos y chamarra de cuero prestada a cambiar en el bar unas monedas. Trenzas de colegiala, mirada azul, muy clara en ojos blancos, muy liquida y cristalina para esta ciudad, labios de dulce sonrisa, un diente rebelde en ángulo y mil pulseras en las muñecas.

Diecinueve años, clase media muy al estilo Mafalda, de viejo laburando 12 horas diarias de sol a luna, para luego pagarse la vacación en Mar del Plata. Llegó a dedo, lo último que supieron los viejos era que se iba a Salta donde su prima. Paró en el norte si, pero sobre la carretera, de noche mientras la pareja de granjeros que la llevaba dormía, sólo por cinco minutos para buscar un baño entre ñandúes dormidos y paja brava.

Llegó a Villazón un lunes de mayo con 50 pesos argentinos y 200 Bolivianos para el bus. Con la mochila cargada de hilos de esperanza y su viejo cuaderno de notas. “El cuento del tío es invento nuestro, los bolitas son un poco lentos así que no pasa nada” se dijo. Comió una milanesa en un boliche y en dos segundos perdió pasaporte, hilos, agujas y todo, decidió llegar a La Paz de cualquier modo, dice que es de la que no deja una idea a medias, ahora no le quedó otra que construir este exilio forzado en las alturas.

Tres meses después la miro de reojo desde la esquina de la Plaza, esperando ansiosa el rojo del semáforo, pasa el sombrero, recoge las monedas y se muerde la bronca porque malabaristas italianos, usan su sonrisa en diente rebelde.

Necesita plata, ahorrar para saltar al Cuzco y terminar el plan, por eso se banca el frío, la poca plata. Quiere también volver a casa, a la playa que con esto de la altura y el sol paceño su piel de leche se está partiendo en mil.

Me contó esa noche su bronca con los Italianos que se acaban la plata del mes, las monedas que su sonrisa compra en el semáforo, que se gastan cada peso ganado en esa droga que llaman Cristal y que también llegó a La Paz. Me habló de que perdió todo en la frontera, de que tiene 19 años, que hace algo de teatro y escribe. Le gusta mucho Girondo y Stormi, los leyó en el Cole, le cae mal la maga de Rayuela por que le robó todas las ideas y eso de coleccionar lanitas, que quiere hacer cine, que La Paz le da frío, que la gente es tacaña y tiene fiaca de todo, hasta de mirar a su propio país.

Me miró y me dijo, “viste acá me tenés, varada en La Paz, sin un mango, todo lo que gano en ese semáforo se lo inyectan los italianos”. Me gusta La Paz, pero El Cuzco sigue pendiente y luego veré que pasa, ¿no me dás unas monedas”?.

Me había puesto mi Jean sucio aquel día y traía una pinta de miércoles estirado a viernes en la noche, con mirada roja y sequedad de cebada en el pecho. Tomamos un vino, intercambiamos miradas, no historias, ella insistió pagar con sus monedas y luego volvió al semáforo ¿yo? a lo de siempre.

Hoy bajó en el auto con uno de los clásicos hastíos paceños y me para el semáforo de la Plaza, entre malabares y traga fuegos, aparece ella de nuevo, ya los rollos de Junio pasaron quien sabe por cuanto tiempo y ahí me mira, esta ves con los ojos rojos e inyectados de humo verde, me mira ya no como la noche del vino y en lo que tarda en cambiar el semáforo escucho ¿“no me dás unas monedas”?

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Construir sueños de mochila, hace mucho no lo hago.
Tu historia me hablo de mi, en cierta forma de mes 20 que hace tiempo ya pasaron. Creo que miraré con otros ojos y sin bronca a los chicos de semaforo
Gracias por la historia

Anónimo dijo...

Di con este blog por que tu link estaba en otro, así funcan las cadenas estas. A mi me da flojera crearme uno, de todas maneras me divierto leyendo otros.
Me caen mal esos gauchos vagos que inundan los semáforos, los mirán como artistas por tener acento extranjero y cuando un chango paceño hace lo mismo, le gritan vago retirate. Escribirias la misma historia sobre una chica del Alto?

Vero Mendizabal dijo...

Es cierto que la gente en nuestro país o en nuestros semáforos no tratan de la misma forma a una gaucha malabarista que a un niño alteño, pero ese es problema de los que paran en el semáforo, no de los que estan ahi... por lo tanto eso no quita la consideración con que deben ser tratados ambos... tanto la gaucha como el alteñito...

Todos tenemos historia detrás de la mirada, a todos se nos ha teñido el humo en los ojos de algún color alguna vez... todos estamos donde estamos porque hemos seguido los caminos que hemos querido seguir... todos somos personas dignas de ser respetadas por el simple hecho de existir y con eso tebndría que bastarnos.

Paul.. tu historia me detiene... me hace pensar en tu capacidad de ver más allá de lo visible, como el ojo de thundera en la espada del augurio... es bueno saber que en este mundo la gente no solo mira vitrinas y poses ficticias... es bueno saber que hay gente, como tu, que mira detrás de las paredes...

Vero

rondeldia dijo...

una lectura light la tuya esta vez... solo me deja sabor a... NO HAY COSA MEJORES???

Inconclusa dijo...

aquí caí también , atando letras, reconstuyendo puentes, o caminando por unos inexistentes... me quedé pensando en esa argentina, en mi argentinidad, en esa maga desconocida, en esa que que a veces me creo, y a la que veo perdida tras los lentes, en la boludez de comerse los personajes y hacerlos carne... y la incapacidad de vivir sin las historias de otros...